
14-"Las crónicas de Esther" de Vicente García. Capítulo 14. Audiolibro. Distopía. Ciencia Ficción. 3t6f6b
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Por si te apetece invitarme a un café: https://buymeacoffee.com/cuentososcuros “Cuando los siglos se reduzcan a cenizas” de Elena Rubio. Editorial Dolmen Amazon: https://www.amazon.com/CUANDO-LOS-SIGLOS-REDUZCAN-CENIZAS/dp/8419380350 Amazon España: https://www.amazon.es/CUANDO-LOS-SIGLOS-REDUZCAN-CENIZAS/dp/8419380350 Amazon México: https://www.amazon.com.mx/CUANDO-LOS-SIGLOS-REDUZCAN-CENIZAS-ebook/dp/B0BPMS8BS3 "Las crónicas de Esther. Las cúpulas de cristal" de Vicente García es una novela de ciencia ficción, distópica de un futuro no tan lejano, donde los seres humanos ceden su gobierno a una inteligencia artificial conocida como Iris. Viven guarecidos bajo unas cúpulas de cristal, ya que, en teoría, es imposible vivir fuera de ellas. La gente vive cómodamente, adocenada y sin perspectivas, pero un grupo de jóvenes inconformistas empiezan a hacerse preguntas sobre lo que podría haber más allá de esas cúpulas. Música: "Golden hour", "Filaments" de Scott Buckley – released under CC-BY 4.0. www.scottbuckley.com.au https://www.youtube.com/@ScottBuckley "Abjection", "LOSTLOSTLOSTLOSTLOSTLOST", "Vacancy" de Repulsive https://www.youtube.com/@repulsive1908 4-"The lost city of Atlantis", "Cicada" de CO.AG https://www.youtube.com/@co.agmusic ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/3982 4j5z5p
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Capítulo 14 Desde las seis de la mañana, un sonido como nunca antes había escuchado reverberó con tanta fuerza en el interior del domo que se despertaron sobresaltados.
Sonaba como si la ciudad entera se hubiera venido abajo, como si el lugar se estuviera resquebajando.
—¿Qué demonios sucede? —exclamó Alexa mientras se levantaba apresurada de la cama y miraba por la ventana, donde todo parecía en calma.
Miró a un lado y a otro de la calle y no observó nada fuera de lo normal.
—¿Nos atacan las brigadas del pensamiento? —¿Los mutantes? —preguntó Thomas nervioso.
—No lo sé.
—No se ve nada —respondió Alexa confundida.
Segundos después, un ligero curgido volvió a alterarlos.
Era sutil, casi imperceptible, de no ser por el absoluto silencio que imperaba en aquel lugar.
—Allí —exclamó Ristie señalando al cielo.
—Increíble —dijeron Alexe y Thomas al unísono.
Arriba, en la parte superior de la cúpula, se podía observar como una pequeña parte de ésta se iba agrietando lentamente, como a cámara lenta.
—Son pequeños trozos de la cúpula que caen sobre la ciudad —explicó Ristie con los ojos abiertos como platos.
—Eso de pequeños es relativo —matizó Alexa, al tiempo que un segundo fragmento comenzaba a precipitarse y caía con estrépitos sobre una casa cercana, provocando de nuevo un ruido ensordecedor.
La pieza, de considerables dimensiones, se desplomó sobre un edificio cercano de tres plantas, reventándolo y haciendo que se viniera abajo por completo, en medio de una nube de polvo y cristales.
—¿Se está viniendo abajo la cúpula? —preguntó ingenuo Thomas.
—Imposible —dijo Ristie.
—Ya sería mala suerte que se rompiera justo ahora —dijo Alexa.
—Insisto que es imposible.
Están construidas de tal forma que la estructura no puede desplomarse.
Si escucharais más en clase, los abríais igual que yo.
Cada vez me caes peor, empollón —le reprochó Thomas.
Pocos segundos después, la puerta de la habitación, bloqueada por mesitas, cajas y mochilas, comenzó a abrirse.
—¡Hola! —dijo Phil, asomando la cabeza por la puerta.
—¿Puedes saber qué hace todo esto por aquí, en medio? —¡Vaya desorden! —Simple precaución, para evitar que entre alguien y nos dé una sorpresa —respondió Alexa.
—Sois un poco paranoicos.
—¿Qué está pasando? —preguntó Thomas.
—Lo siento, debí advertiros.
Debido a la falta de mantenimiento del sistema, de vez en cuando se desprenden pequeños trozos de la cúpula.
Resultó dañada durante la revuelta inicial.
—¿Y sucede con frecuencia? —preguntó Ristie.
—No, una vez cada dos o tres meses, aunque cada vez sucede con más frecuencia.
Imagino que tarde o temprano se acabará desplomando entera.
Yo, por si acaso, ya tengo localizado un búnker, para esconderme si llegara el caso.
—Espero que tengas tiempo de llevarte contigo a todos esos pobres animales que tienes enjaulados —señaló severa Alexa.
A lo largo de las siguientes horas, el grupo se dedicó a explorar la ciudad.
Alexa se lamentaba de nuevo por la ausencia de Esther y Jack.
Seguro acompañaba a su familia.
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