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Has llegado a la casa del acantilado con Paco Moreno. Bienvenido.

Proviene del término árabe haram, que significa prohibido, sagrado, protegido.

El harem, que es el tema de esta semana, se refiere tanto al espacio físico dentro de la casa, ese espacio que está reservado a las mujeres de las familias, como al grupo de mujeres que habitan ese espacio, las esposas, las concubinas, los familiares y el personal doméstico. Es importante destacar que el harem no era simplemente un lugar de placer para los hombres. Era un espacio complejo, donde las mujeres desempeñaban roles sociales, económicos y políticos. En el harem se reunían las mujeres de diferentes erases, de diferentes estatus social.

Incluían las esposas principales, las concubinas, familiares y las mujeres que se encargaban de la gestión doméstica. El harem no era un espacio homogéneo. Variaba en su estructura y en su organización. En el Imperio Otomano, por ejemplo, el harem del sultán era un microcosmo de poder, donde las mujeres tenían la posibilidad de influir en las decisiones políticas y económicas del imperio. Sin duda, dentro del mundo musulmán, el harem es el recinto que más literatura ha generado, y también que más curiosidad ha provocado.

Una curiosidad a veces un poco insana, ¿verdad? El harem era el espacio reservado a las mujeres de la familia real y a sus sirvientes. El harem no tiene nada que ver con la idea orientalista que tanta fuerza tuvo en la Europa del siglo XIX, sobre todo de las manos de artistas como de las Croas, Ingres o Gerón, y que representaron en su obra determinados aspectos de las culturas orientales que acabaron por convertirse en estereotipos.

En los harenes no vivían cientos de mujeres hacinadas, ni estaban medio desnudas tocando instrumentos musicales mientras esperaban al sultán. No eran mujeres pasivas. El harem era una sociedad casi autónoma, organizada, jerarquizada y donde se podían trazar todo tipo de conspiraciones. Además controlaban a los eunucos, que tenían a la vida de palacio, de la misma manera que usaban las celosías para ver sin ser vistas, y tener así a las salas de gobierno.

Como te he dicho antes, el harem estaba dividido jerárquicamente, y dependía del tamaño del harem y de la posición social del gobernante y de su familia. El harem lo encabezaba la esposa oficial. Además el gobernante podía tener varias concubinas, que eran mujeres que no estaban casadas, y con quien el gobernante podía tener relaciones íntimas. Después, en esta jerarquía estarían las hijas solteras del gobernante, y también las viudas de los gobernantes anteriores. Y en el harem también estaban una serie de sirvientas especiales, para que el funcionamiento del harem fuera lo más cómodo y lo más fluido posible.

Te has perdido. Has llegado a la casa del acantilado y tienes la puerta abierta. Quédate y decide. Sube a la guardilla, baja al sótano, pasa por el gabinete o mira hacia el alcázar. Aquí la historia se lee, se ve y se escucha. Es tu momento, pasa al otro lado.

En el siglo XIII, un escritor marroquí, Ibn Iddari, nos dijo que el primer califa de Al-Andalus disponía en su harem de 6.300 esposas, concubinas y otras esclavas. Esclavas de diferentes razas o de diferentes nacionalidades. Para nuestra mentalidad moderna, esto nos lleva a tener una imagen de un grupo de mujeres privadas de libertad tras los muros de un palacio y bajo la vigilancia constante de los eunucos. Pero, ¿cómo era? ¿Cómo se vivía, realmente, en el harem de Madrid?