01x04 | El gran apagón, la fragilidad humana 1d3f42

Hoy vamos a hablar del presente, de un presente que parpadea, que se apaga, literal y simbólicamente.

Hace más de una semana gran parte de España se quedó sin luz. Un apagón eléctrico inesperado dejó sin suministro a millones de personas, sin internet, sin comunicaciones, sin certezas a volver a la normalidad. ¿Qué te voy a decir yo que nadie te haya contado? Bueno, realmente se cayó una certeza. La de que todo está bajo control. Ya desde 2020 ya nos dimos cuenta. Esto es un recordatorio de algo que preferimos no mirar desde el COVID, de que somos más frágiles de lo que creemos.

Y todas las preguntas que nos hacemos es ¿Cuál será el próximo evento catastrófico? ¿Qué nos deje sin luz más de un día? ¿Nos aísle? ¿Una nueva pandemia o una nueva guerra? ¿Un nuevo apagón? ¿Cómo podemos estar preparados para lo que venga? Ya hay varias guías de kit de seguridad. Ya se ha formulado en Europa recuperar la milia, aunque de una forma más efectiva y adaptada ahora, no como antaño para este tipo de situaciones.

Estar preparados y no perder la calma. Pero al margen de tener cierto almacenamiento y tal, lo primero que debemos saber es cómo podemos actuar y lo más importante es interiorizar que sí existe la vulnerabilidad humana, ya sea energética y digital. Y sin entrar en catastrofismos ni paranoias, creo que debemos conocer nuestras limitaciones y lo haré presentando algunos ensayos interesantes sobre la fragilidad humana que se han publicado recientemente.

La primera, la ola que viene de Mustafa Suleiman. En este primer título nos habla cómo la tecnología ha crecido más rápido que nuestra capacidad de gobernarla. Se plantea que la complejidad de los sistemas actuales, tanto sea energía, internet, datos, es tal que cualquier fallo puede tener consecuencias globales, como nos ha pasado. Lo hacen de manera gráfica.

No hay vuelta atrás en lo tecnológico, pero atención que sí puede haber colapsos. Y se hace una pregunta, ¿sabremos adaptarnos a un mundo que depende de estructuras que no entendemos del todo? El segundo es El triunfo de la estupidez de Jano García. Un libro incómodo, provocador, sobre todo para los que piensan que viven en una burbuja intocable. Jano nos dice que la ignorancia, cuando es masiva y persistente, es más peligrosa que la maldad. ¿Por qué creo que es relevante cuando hablamos del apagón o de cualquier otro tipo de crisis? Porque frente a amenazas como la crisis energética o las caídas de red, la respuesta social y política de algunas influencias puede ser negacionista o improvisada, sin plan B.

Y como dice Jano, la estupidez no es la ausencia de inteligencia, sino la renuncia voluntaria a pensar. El tercero es El mito de la normalidad, de Gabor Maté. Este autor nos lleva por otro camino, más humano. Aquí analiza cómo el estrés, el trauma y la desconexión emocional son parte estructural de una cultura que se crea avanzada, pero que vive en crisis permanente. Los que denominan que somos la generación de cristal, y cuando la red se cae, también caen nuestras máscaras. Se revela una sociedad dependiente, agotada y profundamente vulnerable. Maté nos invita a sanarnos, pero para ello, hay que mirar el caos de frente. El cuarto título que traigo es Energía y civilización, de Baclav Schmil.

Este es un libro más denso porque Schmil hace un repaso histórico de cómo la energía, desde el músculo humano hasta los combustibles fósiles, ha determinado la evolución de las civilizaciones. La tesis que hace es contundente. Sin energía, no hay civilización. Pero también dice algo perturbador. Nunca hemos sido tan dependientes de sistemas tan frágiles como los de hoy. La digitalización ha creado una realidad aumentada, pero sostenida por un cable. Antes de despedirme, te dejo una última reflexión. Vivimos en una era donde dependemos de cosas que no vemos, que la presuponemos como inherentes a la vida, como la electricidad, el wifi, donde necesitamos whatsapp, el email, la información al instante de las redes sociales.

La vulnerabilidad que sentimos cuando todo se apaga no es solo tecnológica, es existencial. Porque la tecnología para mí es una de las cosas que a mí me encanta. Pero también hay que reconocer que diluye la responsabilidad individual y favorece la desconexión ética. El apagón que duró menos de 24 horas lo podemos ver como un aviso y una oportunidad para ser más fuertes a lo que venga. No solo con tener garrafas de agua, camping gas, una radio con pilas, que también. Yo creo que solamente hay que hacer un ejercicio. Ser consciente de nuestra fragilidad. Este es quizás el primer paso para vivir mejor en un mundo que inevitablemente va a seguir apagándose y volviéndose a encender. ¿Y tú? ¿Estás preparado o preparada para una nueva desconexión?