El Viaje de Sonia (24) pensionista a los 30 24 02 25 10t2f

Conecta el viaje de la Sonia, hoy nos espera una nueva aventura, un recorrido por los caminos de la vida, porque como dice la Sonia, cada día no es siempre.

El viaje de Sonia, con Sonia de Sola.

Hola a todos y bienvenidos una semana más al viaje de Sonia.

Hoy quiero compartir con vosotros una etapa de muchos cambios importantes en mi vida.

El año 2012.

Un año que trajo consigo cambios drásticos, algunos esperados y otros que me costó mucho asimilar.

Iniciaba el año como madre primeriza y también fue el año en que me convertí en pensionista y tuve que despedirme de mi rol como Sonia trabajadora.

Un año de crecimiento, de emociones intensas y de aprendizajes que con el tiempo he podido comprender mejor.

En este episodio os contaré cómo viví esa transformación, cómo acepté nuevas herramientas para mi movilidad, la importancia del apoyo familiar y sobre todo la gran lección que he aprendido, que a veces el camino fácil no es el mejor a largo plazo.

Bueno, antes de empezar voy a hacer un paréntesis de los míos, porque os pido disculpas ya desde el inicio si en este episodio me notáis más nerviosa en la voz, porque me he dado cuenta que de todos los episodios que llevamos, aquellos que he compartido cosas que han sido complicadas de gestionar para mí y que algunas las he compartido por primera vez en este podcast de manera pública, pues cuando me escucho yo misma soy consciente de que la voz se siente nerviosa, me trabo más, bueno, en fin, ya os dije que estoy compartiendo mi viaje y que no soy una profesional, así que os pido disculpas por adelantado si hoy es uno de estos episodios.

Como os decía, el 2012 fue un año que marcó un antes y un después en mi vida, de manera literal. Sí, también os digo que escribiendo los episodios del viaje de Sonia me he hecho más consciente de que hay muchos momentos y muchos cambios importantes que he tenido en mi vida a raíz del diagnóstico. Por un lado, experimenté la alegría inmensa de convertirme en madre. En el 2012 comenzó siendo la familia de tres. Nada puede prepararte completamente para ello, porque como se dice, ningún padre ni madre nace con un manual de instrucciones.

Fue un cambio precioso, emocionante y por momentos difícil, pero sobre todo lleno de amor. Sin embargo, ese mismo año en que me quedé embarazada, también tuve que asumir la difícil realidad de que mi vida profesional estaba llegando a su fin. Fue entonces cuando un día que fui a comunicarle a mi jefe que estaba embarazada y que mis médicos me habían recomendado, al ser un embarazo de riesgo por mi diagnóstico, que me cogiera la baja médica.

Y fue entonces cuando Pep, mi jefe, que era licenciado en medicina, me sugirió que a lo mejor sería un buen momento, el embarazo, para que iniciara los trámites para solicitar la incapacidad permanente por enfermedad. ¿Incapacidad permanente? ¿Ya? O sea, yo recuerdo como en el hospital de día, donde acudía regularmente para ponerme el tratamiento, la incapacidad permanente, la verdad es que era un tema bastante recurrente. No se escuchaba conversaciones sobre los procesos de solicitud, las dificultades para que te la concedieran en algunos pacientes, las apelaciones cuando se las denegaban, que si abogado sí, que si abogado no, y los temores de quienes aún no sabían si debían solicitarla.

Había personas a las que en sus trabajos no les daban opciones, los despedían tras el diagnóstico o no les adaptaban el puesto a sus nuevas necesidades para que ellos mismos no tuvieran más remedio que dejar el trabajo. Pero es que a mí todo eso me quedaba tan lejos, ¿sabéis? O sea, no me sentía identificada en ninguna de esas situaciones. Y ahora había llegado ese momento para el que yo no estaba preparada. Para mí, lo que mi jefe Pep me sugirió con toda la buena intención del mundo significaba