Un testimonio que acompaña: claves para afrontar el duelo tras una pérdida 22i4r

Bienvenido a la Escuela de Bienestar, tu podcast para el cuidado emocional.

Aunque en ocasiones solemos asociar el duelo únicamente con la muerte, lo cierto es que el duelo está presente en muchos momentos de nuestra vida, pero hoy en especial quiero hablaros de ese tipo de duelo que nos deja sin aire, el que sentimos tras la pérdida de un familiar muy cercano.

Bienvenidas y bienvenidos a un nuevo episodio.

Mi nombre es Andrea Luna, soy psicóloga en BH Bienestar y desde hace años tengo el privilegio de acompañar a muchas personas en sus procesos de duelo.

Duelo por la pérdida de un ser querido, por el fin de una etapa, por una separación o por cualquier experiencia vital que implique una transformación profunda y dolorosa.

Perder a alguien que amamos puede paralizarnos, desorientarnos, incluso hacernos sentir que hemos perdido una parte de nosotros mismos.

Y aunque cada persona vive este proceso de forma distinta, todas compartimos algo, el deseo profundo de encontrar sentido, de aliviar el dolor y de volver a respirar con algo de calma.

En este episodio quiero invitaros a escuchar, a sentir y también a reflexionar.

Primero escucharemos el testimonio real de una persona que ha atravesado una pérdida significativa a la que tengo el honor de acompañar y que ha querido abrir su corazón con nosotros.

Su historia puede resonar en muchas otras y quizá también en la tuya.

Después os compartiré algunas herramientas prácticas desde la psicología que pueden ayudaros o ayudar a alguien cercano a transitar el duelo de forma más saludable, compasiva y consciente.

Porque sí, el dolor es inevitable, pero sufrirlo en soledad o sin recursos no se vive de la misma manera que acompañado y con unas herramientas que te permitan entrar a transitar el duelo de la mejor manera posible.

Así que te invito a quedarte conmigo durante estos minutitos.

Este es tu espacio, tu momento de pausa.

Vamos a hablar del duelo sin miedo, con respeto y sobre todo con esperanza.

Y vamos a pasar a escuchar con atención y presencia a nuestro invitado en esta sección, cuyo nombre recibe esta historia me suena.

Esa historia me suena.

Hola, me llamo Pablo.

Me hace mucha ilusión compartir esto con vosotros, porque si mi historia puede ayudar a alguien, habrá valido la pena.

Antes de que muriera mi padre, yo era una persona bastante activa.

Trabajaba, tenía mis rutinas, salía con mis amigos.

No me planteaba la vida sin él, simplemente no entraba en mis posibilidades.

Era mi persona de confianza, mi referente, mi cable a tierra.

Cuando falleció, fue como si el suelo se rompiera bajo mis pies.

Durante semanas no podía dejar de revivir el momento de la llamada en la que me dieron la noticia.

Dormía fatal, lloraba sin poder evitarlo y me sentía culpable por todas las veces que no estuve, por todo lo que no le dije.

Pero lo que más me afectó fue lo que empecé a pensar constantemente.

No voy a volver a estar bien nunca más, no tengo derecho a reírme si él ya no está, si me siento un poco mejor, es como si lo olvidara.

Esos pensamientos se convertían en una especie de cárcel invisible.

Dejé de quedar con mis amigos, me alejé de mi familia y casi no salía de casa.

Me decía a mí mismo que estaba haciendo el duelo, pero en realidad me estaba aislando y hundiendo cada vez más.

Fue en terapia donde empecé a trabajar con una técnica que me ayudó mucho, la reestructuración cognitiva.

Aprendí a identificar esos pensamientos automáticos que me hacían daño, a cuestionarlos con lógica y a transformarlos por otros más realistas y compasivos.

Una de las frases que más repetía era, no puedo seguir adelante sin él.

Y Andrea, en terapia, me hizo a preguntarme, ¿qué significa realmente seguir adelante? ¿Implica olvidarlo o implica honrarlo de otra manera? Ese cambio de enfoque me cambió.

Con el tiempo empecé a construir pensamientos nuevos como, es normal que sienta dolor, pero también tengo derecho a vivir momentos de alegría, o puedo recordarlo y seguir adelante al mismo tiempo.

Y poco a poco, sin prisa, pero con constancia, empecé a salir de él.