Un encuentro con el pasado 1x01: "Todo tiene un precio". 612pr

Las entrevistas que vas a escuchar no son reales, pero nacen de una verdad profunda, la que esconden los libros.

Cada palabra ha sido tejida con imaginación, lectura y una pizca de osadía.

Prepárate para escuchar lo que nunca fue dicho hasta ahora.

Prepárate para vivir un encuentro con el pasado.

Buenos días a todos desde Radio Arbolín.

Ya hemos superado la cuesta de abril y para empezar hoy en mayo os traemos un programa muy especial, probablemente el más especial de toda la historia de esta radio.

Hoy tenemos con nosotros una alcahueta maestra del amor y los negocios, directamente desde el siglo XV, Celestina.

Buenos días, Celestina.

A ver, mozo, ¿qué es esta alcachofa que me habéis puesto aquí delante y esta cosa que me tapa los oídos? Celestina, es para que la gente de la radio pueda escucharla.

Se llaman micrófono y cascos.

Mmm, sospechoso, pero bueno, empieza ya que no tengo mucho tiempo.

¿Qué tal el viaje? Pero ¿qué viaje ni qué viaje, villaco? Yo vengo de los mismísimos cielos.

No sabes lo que me ha costado convencer al diablo para venir.

Así que de aquí no me voy con las manos vacías, ¿eh? Eso ya lo hablaremos luego.

En primer lugar, ¿cómo se definiría a sí misma? Yo soy una mujer de mundo, ¿me entiendes? Una persona que sabe cómo moverse en este entorno de la vida.

¿Qué soy? Soy la experta en negocios de amor y deseo.

En mis tiempos conocía a todos, tenía mis fuentes, mi red.

Lo que algunos llamarían alcahueta, yo lo llamo consejera del corazón.

Su habilidad para manipular a las personas y controlar las situaciones amorosas ha sido objeto de muchas críticas.

¿Qué opinas sobre cómo la ven los demás? Ay, los juicios.

Siempre lo sabrá.

La gente me ve como una villana, porque soy sincera con lo que hago.

Pero ¿quién no juega con los sentimientos para conseguir lo que quiere? Todos lo hacen, solo que no lo reconocen.

Yo me muestro tal cual soy.

Si hay alguien que se queja de mis métodos, que mira a su alrededor.

Todos buscan su propio interés, solo que yo lo hago abiertamente.

Pasando al tema de la juventud, ¿cómo la recuerdas? Qué recuerdos.

Eso sí que es una historia, no como la de esos jóvenes insensatos que viven en el mundo de los sueños.

Mi juventud fue de pura calle, de aprender a sobrevivir en un mundo donde nadie te da nada gratis.

Nací en un tiempo difícil, pero eso me hizo fuerte.

Desde muy joven aprendí que el amor no era algo que se daba por puro deseo, sino que era un juego de intereses.

Y yo, querido, era una jugadora nata.

No tuve la suerte de nacer en una familia rica ni en una cuna de oro, pero eso no me detuvo.

Me hice mi propio camino, como he hecho siempre.

Aprendí a leer las caras, a conocer lo que la gente deseaba sin que ellos lo dijeran.

Y eso fue lo que me dio poder.

Sabía cómo manipular las emociones, cómo poner a las personas en el lugar que me convenía.

Mi juventud no fue fácil, pero fue formativa.

Una curiosidad que me surgió ahora, ¿a qué se debe esa cicatriz que tiene en la cara? ¿Esta cicatriz, querido? Pues bien, cada marca en el rostro lleva consigo una historia, ¿verdad? En mi caso, no fue la suerte la que me favoreció en esos días de juventud, sino que más bien el destino jugó sus cartas de manera cruel.

Dicen que la vida tiene sus pruebas, y una de esas fue cuando, por ir tras un amor perdido, una joven envidiosa, cegada por celos y malas intenciones, me dio tal golpe.

Que quedó en mi rostro para siempre.

Pero no lamento la cicatriz, no.

Cada una de mis marcas lleva consigo una lección y un recordatorio de la pasión que he vivido.

Y si algo he aprendido, es que las cicatrices, al igual que los amores, nos marcan, pero no nos destruyen.

Hablando de golpes y traiciones, Parmeno y Sempronio, ¿qué siente? ¿Piensa que solo fue culpa de ellos o también suya? Los dos.

Parmeno y Sempronio.

Al principio eran mis chicos, mis aliados.

Les di todo lo que necesitaban, conocimiento, recursos, poder.

Pero como pasa con muchos, llegaron a sentirse cómodos, a pensar que podían jugar a mi mismo juego.

Y ahí cometieron el error.

Pensaron que podían ir por su cuenta, que podrían traicionarme sin consecuencias.

No saben cómo funciona este mundo, que si solo fue culpa suya, no, no todo.

Yo también tengo parte de responsabilidad.

No puedo negar que fui demasiado confiada, que subestimé su ambición, pero eso es parte del juego.

Si no juegas a la defensiva, acabas perdiendo.

Yo les enseñé todo lo que sabían, les mostré el camino, pero ellos no supieron mantenerse leales.

Ellos no entendieron que, aunque yo sea vieja, no soy un atleta.