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Titulitis: Expertos en estudiar

Titulitis: Expertos en estudiar 6f3g3o

5/5/2025 · 11:14
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A finales de marzo veíamos a Marina Rivers, conocida influencer, hablando sobre la crisis de la vivienda en el programa Todo es Mentira de Risto Mejide. Esta intervención fue subida a TikTok en el perfil oficial de Cuatro, y la publicación se llenó de comentarios cuestionando los argumentos y credenciales de la influencer para hablar sobre esto, a lo que ella contestó en un comentario que decía, Estoy en el último año de derecho y economía para la gente preocupada por mi formación. Emoticono de corazón mediante. Marina Rivers no es más que un síntoma que nos vale para contextualizar el problema que aquí subyace, la legitimidad que le concedemos a un papel que nos acredita automáticamente como experto en un tema, desde cuando un título nos hace poseedores de la verdad o más indicados para hablar.

Se convierte en algo totalmente legitimador. Usted ha estudiado y supuestamente se ha formado y da igual que nunca haya ejercido ni ganado sustento de ello. Ese papel, avalado por el Estado, ya le convierte en una autoridad para hablar, y lo vemos con frecuencia en televisión. Tertulianos que aparecen habitualmente y cuyas credenciales son dos títulos universitarios, y los que tienen experiencia, cuando esta es rastreada descubrimos que trabajan en organismos, medios o empresas que casualmente se encuentran alineados con la narrativa oficial. Ya es jugar con la paciencia de quien nos escucha, pero recordemos que actualmente una de las periodistas mejor valoradas es Silvia Inchaurrondo, presentadora en Televisión Española, que además hace no mucho recibió el premio Igualdad a Natutor por su periodismo independiente.

Curioso también que quien le entregó el premio fue el propio Partido Socialista Obrero Español. Y es que es irónico que quien recibe premios aparece en televisión o medios suela estar cerca del poder gubernamental del momento. El verdadero problema es este, una sociedad que ha relegado el pensamiento crítico a la acreditación estatal en papel y el mérito y la experiencia a la alineación con el Estado de turno. Pero claro, si hay estados de por medio, podemos esperar lo peor. En España no solo tenemos un problema de ignorancia, lo tenemos también con la autoridad de la que muchas veces emana esa ignorancia. Y esto es más grave. Cualquiera con un grado universitario o en vías de conseguirlo, se convierte automáticamente en alguien apto para hablar sobre cualquier cosa.

No importa qué decimos, sino desde dónde lo decimos. Y así hemos llegado a nuestro culmen actual, el pensamiento crítico, si éste está alineado con la narrativa oficial y validado mediante un título, puede ser aplaudido. De otra forma, los pensamientos y opiniones se convierten en argumentos residuales o peligrosos para el debate público. Ya lo hemos comentado anteriormente, pero asistimos a una proliferación de expertos tertulianos nunca antes vista. La falacia de autoridad se ha institucionalizado y mediatizado. Solo quien ha pasado por el sistema estatal de validación académica y comparte luego las narrativas oficialistas puede tener razón.

La experiencia vital pasa a segundo plano y vemos cómo personajes validados por papeles son capaces de discutirle a personas con 30 años de trabajo a sus espaldas, simplemente acreditando el título que tienen colgado en el cuarto. Es la experiencia contra el powerpoint, la carrera de fondo enfrentada a la verdulería intelectual.

Una señora de veintipocos años sentenciando sobre qué problema se enfrenta la vivienda o el tema que sea que se discuta. Porque ella tiene los datos y, además, cuenta con la formación necesaria para interpretarlos de la mejor manera posible. La mentalidad de la mediocridad burocrática se ve materializada en posadolescentes gritones y vehementes que, como Rivers y al igual que otros muchos, hacen gala de sus argumentos como si decían que no.

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