Teatro Estudio 1 - La prudencia en la mujer (Tirso de Molina) 4o3yk

Será la viuda reina esposa mía.

¿Con quién puede casar Doña María como conmigo sin hacerme agravio? Enrique soy, mi hermano Alfonso el Sabio.

La reina y la corona pertenecen a don Juan, de don Sancho el bravo hermano.

Mientras el niño Rey Fernando crece, yo he de regir el cetro castellano.

Está vivo don Diego López de Haro.

Señor, soy de Vizcaya y del Rey Tío, leal en Bezendelle, y pretendiente de su madre a quien dar la mano fío, aunque la deslealtad su ofensa intente.

¿Qué es esto, infante? ¿Vos osáis conmigo o poneros al reino? Y vos, don Diego, conmigo competís y sois mi amigo.

Yo de mi parte la justicia alego.

De mi lealtad a España haré testigo.

Tío, don Juan, soy vuestro, y de Fernando el Santo, que amó a Sevilla, hijo, yo nieto suyo.

Alfonso me está dando sangre y valor, con qué reinar, colijo.

Infantes, si a la lengua iguala el brío, intérpretes la espada del valiente.

El hierro es vizcaíno, que os encargo.

Corto en palabras, pero en obras largos.

¿Qué es esto, caballeros? ... y valor de España.

Espejos de lealtad.

¡Gloria y luz de las hazañas! Don Sancho, mi esposo y señor, las galas truecas en León y Castilla, por jergas negras y vastas.

Cuando el duero granadino, Morisco Ostendone, saca contra el reino sin cabeza, y las fronteras asalta por la lealtad defendida, y abriéndose su granada por las católicas vegas, las femos granos de rama, y civiles competencias, pretensiones mal fundadas, bandos que la paz destruyen ambiciosas arrogancias, temor los reinos, tiranizáis vuestra patria, dando en vuestra ofensa lenguas a las naciones contrarias, y decidéis en mí, ricos hombres, ¿a quién viuda di palabra? Ayer murió el rey, mi esposo, aún no está su sangre helada de suerte, que no conserve reliquias vivas del alma.

¿Queréis, grandes de Castilla, que desde el túmulo vaya el sálamo incontinente, de la virtud a la infamia? ¿Conocéisme, ricos hombres? ¿Sabéis que el mundo me llama la reina Doña María, que soy legítima rama del trono real de León, y como tal, si me agravian, seré leona ofendida que muerto su esposo Brama? Ya yo sé que no el amor, sino la codicia vara del reino que pretendéis, os da bárbara esperanza de que de ser vuestra esposa.

Engañáisos, caballeros, que no está desamparada de estos reinos la corona, ni del rey la tierna infancia, don Sancho el bravo aún no es muerto, que como me entregó el alma, en mi pecho se conservan fieles y amorosas llamas.

Si porque el rey es un niño y una mujer quien lo ampara, os atrevéis, ambiciosos contra la fe castellana, tres almas viven en mí, la de Sancho, que Dios haya, la de mi hijo, que habita en mis maternas entrañas, y la mía, en quien se suman es otras dos.

Ved si basta la defensa de un reino, una mujer con tres almas.

Infantas soy de León, salgan, traidores a caza del hijo de una leona, que el reino ha puesto en su guarda.

Veréis, si en vez de la aguja, sabrá ejercitar la espada y abatir lienzos de muros, quien labra en lienzos violanta.