
Descripción de El Principito 3. Capítulos del 16 al 22 6h1e41
El Principito llega a la tierra y tiene unos encuentros más que interesantes. La serpiente, que le dará ideas terribles; el zorro que pronunciará la frase más famosa del libro y que ha traspasado las épocas y los idiomas: "Lo esencial es invisible a los ojos", la gran enseñanza que recibe El Principito y todos nosotros. ¿En qué contexto lo dijo?¿Cómo le servirá esto al Principito? Todo, en esta tercera parte. 2a2t20
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Hola, soy Osvaldo y hoy te traigo la tercera parte de El Principito, ese clásico que estamos compartiendo. Gracias por estar ahí, gracias por acompañarme también en esta aventura.
Capítulo 16 El séptimo planeta fue entonces la Tierra. La Tierra no es un planeta cualquiera. Se cuentan ahí 111 reyes, sin olvidar sin duda a los reyes negros, 7.000 geógrafos, 900.000 hombres de negocios, 7.500.000 de ebrios, 311.000.000 de vanidosos, es decir, alrededor de 2.000.000 de personas grandes. Para darles una idea de las dimensiones de la Tierra les diré que antes de la invención de la electricidad se debía mantener en el conjunto de 6 continentes un verdadero ejército de 462.511 faroleros, visto desde lejos hacer un efecto espléndido.
Los movimientos de este ejército estaban organizados como los de un ballet de ópera.
Primero era el turno de los faroleros de Nueva Zelandia y de Australia. Una vez alumbradas sus lamparillas se iban a dormir. Entonces entraban en el turno de la danza los faroleros de China y de Siberia. Luego también se escabullían entre los bastidores. Entonces era el turno de los faroleros de Rusia y de las Indias.
Luego los de África y Europa. Luego los de América del Sur. Luego los de América del Norte. Y nunca se equivocaban en el orden de entrada en escena. Era grandioso. Solamente el farolero del único farol del Polo Norte y su colega del único farol del Polo Sur llevaban una vida ociosa e indiferente. Trabajaban dos veces por año.
CAPÍTULO 17 Cuando se quiere ser ingenioso ocurre que se miente un poco. No fui muy honesto cuando hablé de los faroleros. Corro el riesgo de dar una falsa idea de nuestro planeta a quienes no lo conocen. Los hombres ocupan muy poco lugar en la tierra. Si los dos mil millones de habitantes que pueblan la tierra estuviesen parados y un poco apretados como en una manifestación podrían alojarse fácilmente en una plaza pública de 32 kilómetros de largo por 32 de ancho. Podría amontonarse la humanidad sobre la más mínima islita del Pacífico.
Las personas grandes sin duda no les creerán. Se imaginan que ocupan mucho lugar. Se sienten importantes como los Baobabs. Les aconsejaré entonces que hagan el cálculo. Les agradará porque adoran las cifras. Pero no pierdan tiempo con ese ejercicio. Es inútil. Tengan confianza en mí.
Una vez en tierra el principito quedó sorprendido al no ver a nadie. Temía ya haberse equivocado de planeta cuando un anillo de color de luna se revolvió en la arena.
Buenas noches, dijo al azar el principito.
Buenas noches, dijo la serpiente.
¿En qué planeta caí? Preguntó el principito.
¿En la Tierra? ¿En África? Respondió la serpiente.
¡Ah! ¿No hay entonces nadie en la Tierra? Así es el desierto. En los desiertos no hay nadie. La Tierra es grande, dijo la serpiente.
Al principito se sentó sobre una piedra y levantó los ojos al cielo.
Me pregunto, dijo, si las estrellas están encendidas para que cada uno pueda encontrar la suya algún día. Mirá mi planeta. Está justo sobre nosotros. Pero qué lejos está.
Hermoso es, dijo la serpiente. ¿Qué venís a hacer acá? Estoy disgustado con una flor, dijo el principito.
¡Ah! Dijo la serpiente. Y quedaron en silencio.
¿Dónde están los hombres? Procedió al fin el principito. Se está un poco solo en el desierto.
¿Con los hombres también se está solo? Dijo la serpiente.
El principito la miró largo tiempo.
Sos un animal raro, le dijo al fin. Delgado como un dedo.
Pero soy más poderoso que el dedo de un rey, dijo la serpiente. El principito sonrió.
Bueno, no sos muy poderoso. Ni siquiera tenés patas. Ni siquiera podés viajar.
Puedo llevarte más lejos que un barco, dijo la serpiente.
Se enroscó alrededor del tobillo del principito como un brazalete de oro.
¿A quién toco? Lo vuelvo a la Tierra de donde salió, dijo. Pero vos sos puro y venís de una estrella.
El principito no respondió nada.
Me da lástima vos tan débil sobre esta tierra de granito.
Puedo ayudarte si algún día extrañas demasiado tu planeta.
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