EL PODER OCULTO DEL PERDÓN. 1f6m1o

En la vida, muchas veces somos lastimados, traicionados, heridos, incluso por aquellos que deberían amarnos y protegernos. Quizás hoy estás cargando con alguna culpa del pasado.

Tal vez alguien te hirió profundamente. Pero, ¿te has preguntado cómo sanar cuando la herida sigue abierta? ¿Es posible perdonar a quien no lo merece? ¿Es posible perdonarnos a nosotros mismos cuando hemos fallado? ¿Estoy dejando que la falta de perdón se convierta en una prisión emocional? ¿Por qué será que tenemos la tendencia a buscar arreglar nuestro cuerpo? Buscar sanarnos. Vamos al médico, al doctor, pedimos medicamentos para curar los males físicos que tenemos.

Sin embargo, permitimos que la falta de perdón sea como una planta venenosa. Al principio, parece inofensiva. Incluso, también pudiera parecer decorativa. Pero si la dejamos allí, comienza a enredarse suavemente por los rincones del corazón. En silencio, comienza a extender sus raíces. Se ahiere a todo lo que toca —relaciones, pensamientos, decisiones, sueños— y lentamente, como si fuera una poderosa serpiente, va asfixiando otras áreas sanas de la vida.

La falta de perdón libera toxinas, resentimiento, enojo, deseo de venganza. Todas estas cosas —sin darnos cuenta— comienzan a revelarse en nuestra conducta diaria, en nuestras relaciones con los demás. También comienza a consumir las energías, los nutrientes vitales que necesitamos. Comienza a consumir la energía, la paz mental, la capacidad de amar, de confiar, de disfrutar del presente. Y todo esto, si no lo arrancas de raíz, terminará deformando el paisaje interno de tu vida emocional. Terminará deformando el paisaje de tus sueños, de tus relaciones. Teniendo la oportunidad de poder estudiar como entrenador de bienestar emocional.

Ya pasamos el curso básico, pasamos el profesional, y en una semana nos estaremos graduando de una maestría en bienestar emocional. Y qué triste es ver cómo hay personas, cómo hay relaciones que están siendo devoradas por esta planta venenosa que comienza a consumir la alegría, la felicidad. Comienza a consumir la confianza, comienza a esparcir enojo, maledicencia, odio, rincor, mala conducta. La que se manifiesta en nuestro diario vivir, la que se manifiesta en mi matrimonio, en mi relación con los hijos.

A medida que avanzo por la calle, mientras estoy conduciendo. Y todo esto simplemente porque elegimos continuar la vida con una herida abierta, con una herida que está sangrando, con una herida que cada día se va pudriendo más, con una herida que solo lo que hace es dar mal olor donde quiera que llegue. Muchas veces me encuentro con personas que han pasado por una, por dos, por tres relaciones y aún la que tienen no le funciona. Me encuentro con personas que han sido víctimas de un abuso, de un abuso.