
Descripción de La pelirroja universitaria. 1vb1a
La pelirroja universitaria. Me topo con una universitaria y me la follo a gusto en mi apartamento. si quieres y gustas aportar al canal puedes arnos por o el pay pal [email protected] paypal.me/relatossex 6345v
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La pelirroja universitaria.
Me topo con una universitaria y me la folló a gusto en mi apartamento.
Disculpe, señor, ¿puede pedirme un ron con cola?
No hay forma de llegar hasta la barra y estoy sedienta.
Detrás de mí, una veinteañera pelirroja, me acababa de clavar los pezones en la espalda,
empujada por el grupo de universitarios que, al igual que ella, pugnaba por pedir una copa en el único local que quedaba abierto por la zona.
Sonreí al ver su cara cubierta de pecas y pedí al camarero un yentanequisurrón.
Pagué y salí de aquel enjambre seguido por la chica hasta llegar a una mesa alta donde deposité las dos copas.
Muchas gracias, me gritó para hacerse oír, metiendo la mano en su pequeño bolso para pagarme la copa.
Te invito, le dije con una sonrisa.
Nunca he visto ese sitio tan a rebosar.
¿Estáis de fiesta o qué?
Sí, hemos terminado los parciales y ya tocaba un poco de juerga, respondió algo achispada.
Por cierto, me llamo Montse.
Me volvió a dar las gracias, me estampó un par de besos y volvió con su grupo de amigos.
Me terminé la copa y salí de aquel bullicio deseando llegar lo antes posible a mi apartamento.
Un par de calles después me la encontré discutiendo con uno de los chicos con los que estaba en el local.
Eres una calientapollas.
Siempre me haces lo mismo, joder.
Te me insinúas para poner celoso al gilipollas de tu novio y luego me dejas con el rabo entre las piernas.
Pues esta vez te vas andando a tu casa, que te jodan.
¡Vete a la mierda!
Le respondió, gritando y haciéndole un corte de mangas.
Tiró cada uno para un lado de la calle y me crucé con ella mientras aún le lanzaba improperios al tipo que la había dejado sola y sin medio de transporte en medio de la noche.
Diez minutos más tarde estaba sentada en el sofá del salón de mi apartamento mientras le servía otro ron con cola.
Yo no sé qué coño se habrá creído el imbécil este por qué.
No te hagas la ofendida conmigo, la corté, que yo no soy tan iluso como tu amiguito.
Te estuve observando mientras me tomaba mi copa y lo has calentado a tope.
No sé qué juego te traes con tu novio y con él, pero lo has dejado para que se haga un par de pajas cuando llegue a su casa.
Vamos, que también piensas que soy una calientapollas.
Si pensara que solo eres eso, no estarías aquí, le dije, mientras le desabotonaba la ceñida blusa en la que se le marcaban las tetas.
Hice que se incorporara para sacársela, le quité el sujetador y la dejé con los melones al aire, no muy voluminosos,
pero sí bastante firmes y, al igual que su cara, cubiertos de pecas.
Me fijé en sus areolas, casi imperceptibles, de color rosa pálido,
coronadas por un par de pezones bastante largos, ya tiesos y duros por la excitación.
Agaché un poco la cabeza y me metí una teta en la boca, haciendo que la pelirroja gimiera mientras me ponía una mano en la nuca.
Uf, me estás poniendo a cien. Noto cómo se me empapa el tanga.
Fui alternando las tetas, chupando, lamiendo y dándole pequeños mordiscos en los pezones,
consiguiendo que empezara a jadear cada vez más rápido, pidiendo que le diera más fuerte.
Sí, sí, así, más, más, no te cortes.
Retiré la boca de su teta derecha y, tras amasarla un momento, le rodé el pezón con dos dedos y lo retorcí con firmeza durante unos segundos.
Al dejárselo libre, abrió la boca y soltó un gemido de placer que me excitó más de lo que ya estaba.
—¡Ah! —gritó, mientras se recostaba sobre el sofá abriendo un poco las piernas.
Me arrodillé frente a ella y se las abrí un poco más, haciendo que la minifalda de cuadro se le subiera a la altura de las caderas.
Le metí las manos entre los muslos y le saqué un minúsculo tanga completamente empapado.
—Mira, creo que ya estás a punto —le dije tras mostrárselo, antes de guardármelo en el bolsillo del pantalón.
Se incorporó un poco, me miró con cara de zorra y se relamió antes de ponerme las piernas en los hombros, ofreciéndome su sexo completamente abierto y brillante.
Acerqué la cabeza a su raja y metí la lengua en su encharcado coño, saboreando sus jugos por primera vez.
No hizo falta mucho más para que se corriera como una adolescente.
Después de un par de lametones, abarcando toda su raja, perfectamente depilada, Montse contrajó las piernas sobre mi cabeza, me puso las dos manos en la nuca y se corrió por primera vez, berreando de gusto.
—¡Ah! ¡Ah! ¡Eh sí!
Se quedó con las piernas abiertas en el sofá mientras yo sacaba la cabeza de entre sus muslos, con la cara empapada de sudor y de sucorrida.
Me desabroché el cinturón del pantalón, me quité los zapatos y la camisa y me quedé en bóxer delante de Montse, que mantenía los ojos cerrados, saboreando el placer recibido con la comida de coño que le había dado.
Un pequeño descanso.
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