Lunes VI de Pascua 1v3d1i

Del Evangelio de Juan.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos, cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.

Os he hablado de esto para que no os escandalicéis.

Os excomulgarán de la sinagoga.

Más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios, y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

Os he hablado de esto para que cuando llegue la hora os acordéis de que yo os lo había dicho.

Jesús prepara a sus discípulos para los tiempos difíciles que vendrán, pero lo hace con palabras llenas de consuelo y promesa.

Promete el envío del Espíritu Santo, el Paráclito, el Defensor, que vendrá de parte del Padre.

Este Espíritu es el que mantendrá viva la verdad revelada por Jesús y dará testimonio de él, pero no lo hará solo, los discípulos también darán testimonio.

Esta unidad entre el testimonio del Espíritu y el de los discípulos es fundamental.

El Espíritu no reemplaza a la Iglesia, sino que la sostiene y fortalece en su misión.

Sin el Espíritu el anuncio sería débil, sin los discípulos el anuncio no se escucharía.

Jesús advierte con claridad, vendrán persecuciones y rechazos, incluso dentro del entorno religioso.

Ser expulsado de la sinagoga o ser considerado un blasfemo por seguir a Cristo será parte de la cruz que deberán cargar.

Algunos incluso pensarán que al matar a los cristianos están sirviendo a Dios, como ocurrió con San Pablo antes de su conversión.

Este sufrimiento nace de un desconocimiento profundo, no han conocido al Padre ni a mí.

Sólo quien ha sido tocado por la verdad del amor de Dios puede reconocerla en Jesús.

El texto es profundamente actual.

Como los primeros discípulos vivimos en un mundo que no siempre comprende la fe cristiana y muchas veces se la rechaza o ridiculiza.

Jesús no nos promete una vida sin dificultades, pero sí nos asegura que no estaremos solos.

El Espíritu Santo será nuestro compañero, fuerza, consuelo y guía.

También nos recuerda que la misión cristiana no es fácil, pero es urgente dar testimonio del Evangelio no sólo con palabras, sino con la vida.

En tiempos de crisis o confusión, la fidelidad y la verdad deben brillar más que nunca.

¿Soy consciente de que no estoy solo en mi camino de fe? ¿Pido al Espíritu Santo que me guíe? ¿Cómo estoy dando testimonio de Jesús en mi vida diaria? ¿Estoy preparado para sostener mi fe ante la incomprensión o el rechazo?