Irma Grese: El ángel exterminador. 581x2m

Ha sido descrita como la peor mujer en todo el campo.
No había crueldad que no tuviese relación con ella. Participaba regularmente en las
elecciones para la Cámara de Gas, torturando a discreción.
¿Pelson? ¿Sí? Esa hermosa mujer continuó con el mismo
comportamiento igualmente público. Su especialidad era lanzar perros contra seres
humanos indefensos. Estas graves acusaciones recogidas en las
actas del juicio de Bergen-Pelson en 1945 corresponden a Irma Greis, guardiana y supervisora
de los campos de constación Gnosis en Auschwitz, donde martirizó a cientos de sus reclusas
hasta causarles la muerte. Irónicamente, la apodaron el ángel de Auschwitz,
apelativo al que ella particularmente le enorgullecía, pero otros más la conocían como el ángel
del exterminador. Irma Greis nació en Gretchen, Alemania, el
7 de octubre de 1923. Su padre, Alfred Greis, era el brichero decidente del partido nazi
y se había quedado viudo después de que su mujer se suicidara en 1936. A los 15 años
dejó sus estudios y el único interés que mostraba era su especial fanatismo por la
Liga de las Muchachas Alemanas, la rama femenina de las juventudes hitlerianas. Entre sus diferentes
aficiones tuvo preelección por la enfermería, donde fue discípula de Karl Wendlandt, acosado
por realizar experimentos quirúrgicos a prisioneros en los campos de contestación
de Ravensbrück y Auschwitz. Rubia, de ojos claros y una dulzura aparente,
su rostro escondía una personalidad sombría, tétrica, que hacía estremecer a todo aquel que
se acercase a ella. Se pasaba horas y horas delante del espejo. Se ufanaba por estrenar
constantemente ropa para mantener su bien trazada figura. Toda esa ropa la mandaba tejer y acocer a
su modista. Ella era perfecta, era mortal. También su ambición era violenta. Nada debía
interponerte entre Grece y su futuro en las dependencias de la SS, ni siquiera ser madre,
más allá de formar una familia. La propia Orga Leibwald, deportada judía que logró
salvarse de las garras de la muerte, ratificaba en su círculo libro Los Hornos de Hitler,
cuando Irma se quedó embarazada, ordenó a otra confinada, una antigua doctora húngara llamada
Gisela Per, que le practicase un aborto. Esta temía tanto a Grece que la ayudó,
y aunque le prometió pagarle con un abrigo, a cambio de todo su silencio, su pago fue decapitarla.
En una mañana del 12 de octubre, su maldad y frialdad hicieron que a la edad de 18 años,
finalmente Irma Grece lograse entrar como voluntaria en el campo de Ravensbrück.
Tras un intento previo y fallido, ahí comenzaría su carrera del mal.
Tras este periodo de aprendizaje, en marzo de 1943, Grece fue trasladada a Auschwitz.