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Crónicas Insólitas
Hermann Buhl: La leyenda que conquistó solo a la Montaña Asesina

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24/4/2025 · 40:35
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Crónicas Insólitas

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¿Imaginas conquistar en solitario la montaña más temida del mundo? Hermann Buhl lo hizo realidad. En este episodio épico de Crónicas Insólitas, descubrirás la increíble historia de Hermann Buhl, el alpinista austriaco que desafió todos los límites humanos al escalar por primera vez el temible Nanga Parbat (8.126 m), conocido como la Montaña Asesina. Prepárate para conocer su gesta en solitario y sin oxígeno, cómo sobrevivió una noche mortal a casi 8.000 metros de altura impulsado por anfetaminas, luchando contra alucinaciones, congelación y agotamiento extremo. Esta hazaña inspiradora cambió para siempre el alpinismo y demostró lo que la voluntad humana es capaz de lograr. También reviviremos el trágico final de esta leyenda, cuatro años después, en el Chogolisa, otra cima que le reclamaría la vida. #HermannBuhl #NangaParbat #alpinismoextremo #supervivencia #ochomiles #historiareal #HistoriasÉpicas #AlpinismoExtremo #Podcast 👉 Suscríbete a nuestro canal Crónicas Insólitas para descubrir más historias reales que desafían lo imposible. ¡No olvides activar la 🔔 para no perderte ningún episodio legendario! 📢 Déjanos tu comentario: ¿Qué te ha parecido esta increíble historia de supervivencia y coraje? ¿Conocías ya la leyenda de Hermann Buhl? ¡Nos vemos en la cima! 411t3z

Lee el podcast de Hermann Buhl: La leyenda que conquistó solo a la Montaña Asesina

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Herman Bull, la leyenda que conquistó a la montaña asesina.

Noche cerrada en las alturas del Nanga Parbat.

El viento ha cesado, dejando un silencio sobrecogedor.

A 7.900 metros de altitud, un hombre permanece de pie en una estrecha repisa de hielo, tan pequeña que apenas caben ambos pies.

No puede sentarse ni moverse.

Un solo paso en falso sería el fin.

El frío es inimaginable.

La temperatura muy por debajo de cero.

El aire tan fino que cada respiración es una lucha.

La oscuridad es absoluta, salpicada únicamente por la luz distante de millares de estrellas.

Ese hombre es Herman Bull, un alpinista austríaco de 29 años, y está completamente solo en la llamada Zona de la Muerte.

Sus compañeros, mucho más abajo en la montaña, le han dado por perdido en la inmensidad helada.

Sin embargo, allí sigue él, despierto contra su voluntad, apoyado en un pequeño saliente de roca con la mano, luchando por no dormirse.

Una vez que se cede al agotamiento y se queda dormido, su cuerpo se desplomará al vacío.

Cada minuto despierto es una victoria sobre la muerte.

¿Cómo llegó alguien a una situación tan extrema? Horas antes, Herman Bull lograba algo que nadie había conseguido.

Alcanzar la cumbre virgen del Nanga Parbat, la novena montaña más alta del mundo, conocida ominosamente como la Montaña Asesina por las 31 vidas que ya se había cobrado antes de 1953.

Bull coronó la cima en solitario al atardecer, pero ahora paga el precio de ese logro histórico.

La noche le ha sorprendido en las alturas sin equipo de bivac ni ayuda alguna.

Está exhausto, sus pies entumecidos se están congelando y comienza y sentir que la realidad le engaña.

En la penumbra glacial, Herman vislumbra sombras y escucha voces que no existen.

Es el efecto de las alucinaciones o quizás un ángel de la guarda imaginario acompañándole en la soledad.

En este instante crítico, con la vida pendiendo de un hilo, Herman recuerda que aún guarda unas bajo la manga.

Unas pequeñas píldoras estimulantes.

Son anfetaminas.

Pervitin, el mismo chocolate de los tanques que usaban los soldados alemanes en la guerra.

Su último recurso para no sucumbir al cansancio y al frío.

Tiembla mientras saca una pastilla con manos torpes y labios agrietados.

Se la lleva a la boca con la esperanza de que esa chispa química reavive sus fuerzas el tiempo suficiente para ver un nuevo amanecer.

Esta es la historia de Herman Bull, el hombre que desafió los límites de la resistencia humana en una ascensión suicida y sobrevivió a la noche más peligrosa jamás contada en el Himalaya.

Una historia de coraje, perseverancia y supervivencia que suene a leyenda.

Acompáñanos a revivir paso a paso la gesta épica de Bull en el Nanga Parbat en 1953 y descubre cómo este espíritu indomable se elevó a la inmortalidad en las crónicas del montañismo, antes de encontrar un trágico final en otra cumbre años después.

LOS ORÍGENES DE UNA LEYENDA DEL ALPINISMO Para entender la magnitud de la hazaña, primero conozcamos al protagonista.

Herman Bull nació en 1924 en Innsbruck, en el corazón de los Alpes austriacos.

Desde niño sintió una atracción irresistible por las montañas.

Se cuenta que de pequeño incluso robaba la cuerda de tender de su madre para improvisar sus primeros ascensos en colinas cercanas, soñando con cumbres lejanas.

A los diez años ya había escalado su primer pico de 2.600 metros y de adolescente pasaba sus días libres trepando paredes rocosas y afilando sus habilidades de escalador.

Aunque su juventud estuvo marcada por la Segunda Guerra Mundial y años difíciles, incluso llegó ni a estar en un orfanato tras perder a su madre.

Nada desviaba a Herman de su pasión.

En 1939, con sólo 15 años, se unió al club alpino alemán e inmediatamente destacó por su talento innato.

En la década de 1940 realizó ascensiones notables en los Alpes, muchas en solitario y afrontando rutas de máxima dificultad técnica.

Su atrevimiento y fuerza física parecían ilimitados.

Pronto sus contemporáneos lo reconocieron como uno de los mejores alpinistas de Europa de la posguerra.

Bull abrazaba un estilo de escalada diferente al de las expediciones tradicionales de la época.

Prefería ir ligero, rápido y confiando en sus propios medios, lo que luego se denominaría estilo alpino.

En vez de depender de grandes equipos, cuerdas fijas y porteadores, Bull solía escalar con lo justo, demostrando una autosuficiencia irable.

Este enfoque minimalista y audaz le había funcionado en los Alpes, dándole una excelente preparación física y mental para retos mayores.

Sin saberlo, Herman Bull estaba allanando el camino de una nueva filosofía de ascender montañas, una que décadas más tarde seguirían leyendas como Reinhold Messner.

De hecho, el propio Messner, primer hombre en escalar todos los ochomiles, consideraría a Bull como un alpinista clásico sin igual, un héroe cuyo ejemplo le inspiró a él y a toda una generación.

A principios de los años cincuenta, con el Himalaya nuevamente abierto a expediciones tras la guerra, Bull vio la oportunidad de llevar su sueño al techo del mundo.

En 1952 fue invitado a formar parte de un grupo de alpinistas.

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