Trending Misterio
iVoox
Descargar app Subir
iVoox Podcast & radio
Descargar app gratis
BIBLIOTHEKA
Gastrónomos - Roald Dahl (Audio-relato)

Gastrónomos - Roald Dahl (Audio-relato) 2kv20

15/5/2025 · 24:30
2
62
BIBLIOTHEKA

Descripción de Gastrónomos - Roald Dahl (Audio-relato) 5b4t63

"Taste". Esta historia apareció por primera vez en marzo de 1945 en la revista Ladies Home Journal. Más tarde volvió a ser publicada en Someone Like You, en 1953. El cuento habla sobre seis personas cenando en la casa del corredor de bolsas Mike Schofield: Mike, su esposa y su hija; el conocedor de vinos, Richard Pratt, y el narrador anónimo y su esposa. Usualmente, Schofield y Pratt hacen pequeñas apuestas sobre cuál es el vino que se sirve en la mesa, pero esa noche Pratt no se interesa en eso, sino que se dedica a conversar con la hija de dieciocho años de Schofield, Louise. 2g2553

Lee el podcast de Gastrónomos - Roald Dahl (Audio-relato)

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Gastrónomos.

Roald Dahl.

Éramos seis cenando aquella noche en la casa de Mike Schofield en Londres.

Mike con su esposa e hija, mi esposa y yo, y un hombre llamado Richard Pratt.

Richard Pratt era un famoso gourmet, presidente de una pequeña sociedad gastronómica conocida por los epicúreos, que mandaba cada mes a todos sus un folleto sobre comida y vinos.

Organizaba comidas en las cuales eran servidos platos o píparos y vinos raros.

No fumaba por terror a dañar su paladar, y cuando discutía sobre un vino tenía la costumbre, curiosa y un tanto rara, de referirse a éste como si se tratara de un ser viviente.

Un vino prudente, decía, un poco tímido y evasivo, pero prudente al fin.

O bien, un vino alegre, generoso y chispeante.

Ligeramente obsceno, quizá, pero, en cualquier caso, alegre.

Yo había coincidido en casa de Mike dos veces con Richard Pratt anteriormente.

En ambas ocasiones, Mike y su esposa se habían esmerado en preparar una comida especial para el famoso gourmet y naturalmente, esta vez no iban a hacer una excepción.

En cuanto entramos en el comedor me di cuenta de que la mesa estaba preparada para una fiesta.

Los grandes candelabros, las rosas amarillas, la numerosa vajilla de plata, las tres copas de vino para cada persona, y sobre todo, el suave olor a carne asada que venía de la cocina, hicieron que mi boca empezara a segregar saliva.

Al sentarnos recordé que en las dos anteriores visitas de Richard Pratt, Mike siempre había apostado con él acerca del vino clarete, presionándole para que dijera de qué año era la solera de aquel caldo.

Pratt replicaba que eso no sería difícil para él.

Pues Mike apostaba con él sobre el vino en cuestión.

Pratt había aceptado y ganado en ambas ocasiones.

Esta noche estaba seguro de que volvería a jugar otra vez, porque Mike quería perder su apuesta y probar así que su vino era conocido como bueno, y Pratt, por su parte, parecía sentir un placer especial en exhibir sus conocimientos.

La comida empezó con un plato de chanquetes dorados y fritos con mantequilla, rociados con vino de Mosella.

Mike se levantó y lo sirvió él mismo, y cuando volvió a sentarse me di cuenta de que observaba atentamente a Richard Pratt.

Había dejado la botella frente a mí para que pudiera leer la etiqueta.

Esta decía, Heirsley-Oligsberg, 1945.

Se inclinó hacia mí y me dijo que Heirsley era un pueblecito a orillas del Mosella, casi desconocido fuera de Alemania.

Me dijo que ese vino era muy raro porque, siendo los viñedos tan escasos, para un extranjero resultaba prácticamente imposible conseguir una botella.

Él había ido personalmente a Heirsley el verano anterior para conseguir unas pocas docenas de botellas que consintieron en venderle.

Deseando que lo obtenga alguien más en esta comarca, dijo, mirando de nuevo a Richard Pratt.

Lo bueno del Mosella, continuó, levantando la voz, es que es el vino más adecuado para servir antes del clarete.

Mucha gente sirve vino del Rhin, pero los que tal hacen no entienden nada de vinos.

Cualquier vino del Rhin mata el delicado bouquet del clarete.

¿Lo sabían? Es una barbaridad servir un Rhin antes de un clarete.

Pero el Mosella, ah.

El Mosella es el más indicado.

Mike Schofield era un hombre de mediana edad, muy agradable.

Pero era corredor de bolsa.

Para ser exacto, era un agiotista de la bolsa y como muchos de su clase, parecía estar un poco perplejo, casi avergonzado, de haber hecho dinero con tan poco talento.

En su fuero interno sabía que no era sino un bookmaker, un corredor de apuestas, un untuoso, infinitamente respetable y secretamente inescrupuloso corredor de apuestas.

Suponía que sus amigos lo sabían también.

Por eso quería convertirse en un hombre de cultura, cultivar un gusto literario y artístico, coleccionando cuadros, música, libros y todo lo demás.

Su explicación acerca de los vinos del Rhin y del Mosella formaba parte de esta cultura que él buscaba.

Un vino estupendo, ¿verdad?, dijo, mirando insistentemente a Richard Pratt.

Yo le veía echar una furtiva mirada a la mesa cada vez que agachaba la cabeza para tomar un bocado de chanquetes.

Yo casi le sentía esperar el momento en que Pratt ataría el primer sorbo, contemplaría el vaso tras haber bebido con una sonrisa de placer, de asombro, quizá hasta de duda, y entonces se suscitaría una discusión en la cual Mike le hablaría del pueblo de Heirsley.

Pero Richard Pratt no probó el vino.

Estaba conversando animadamente con Louise, la hija de Mike, la cual no tenía aún dieciocho años.

Estaba frente a ella, sonriente, contándole al parecer, alguna historia de un camarero en un restaurante parisiense.

Mientras hablaba, se inclinaba más y más hacia Louise, hasta casi tocarla, y la pobre chica retrocedía lo máximo que podía, asintiendo cortesmente, o más bien desesperadamente, y mirándole no a la cara sino al botón superior de su smoking.

Terminamos el pescado y la doncella empezó a retirar los platos.

Cuando llegó a Pratt y vio que no había tocado su comida siquiera, dudó unos instantes.

Entonces Pratt advirtió su presencia, la apartó, interrumpió su conversación y empezó a comer rápidamente, metiéndose el pescado en la boca con hábiles y nerviosos movimientos del tenedor.

Cuando terminó, cogió su vaso y en dos tragos se bebió y vino para continuar enseguida su interrumpida conversación con Louise Schofield.

Mike lo vio todo.

Estaba sentado, muy quieto, conteniéndose y mirando a su invitado.

Su cara, redonda y jovial, pareció ceder a un impulso repentino, pero se contuvo y no pronunció palabra.

Pronto llegó la doncella con el segundo plato.

Este consistía en un gran roast beef.

Lo colocó en la mesa delante de Mike, quien se levantó y empezó a comer.

Comentarios de Gastrónomos - Roald Dahl (Audio-relato) 2j275v

Este programa no acepta comentarios anónimos. ¡Regístrate para comentar!