Episodio 94 - ¿Por qué a la IA le encanta el número tres? 516p

Bienvenida a la Escribeteca, el podcast para escritoras estresadas en el que aprenderás trucos y técnicas para escribir más, hacerlo mejor y disfrutar durante el proceso.

Soy Alicia Pérez Gil y en cada episodio te ayudaré con un problema de escritura por el que ya he pasado y que he logrado solucionar.

Si estás preparada para descubrir y aplicar soluciones poco convencionales a las trabas de siempre, ajústate los auriculares porque empezamos.

Hola a todo el mundo, bienvenidas, bienvenidos, bienvenides a un episodio más del podcast de la Escribeteca.

Hoy voy a empezar leyéndosos un relato que leí en primaria, como mucho en secundaria, pero creo que fue en primaria y que me debe de dejar bastante marcada porque de vez en cuando sigue volviéndome a la cabeza.

Es un relato muy cortito de Peter Wiesel, que es un autor suizo.

El relato está escrito en alemán y os voy a leer la traducción que hay en Ciudad Seba.

No sé si es una buena traducción o no, pero en realidad lo que nos interesa hoy es el fondo de este relato.

Y nos interesa, antes de que me dejes de escuchar, porque hoy vamos a hablar del lenguaje que utiliza la inteligencia artificial y de cómo la inteligencia artificial abusa de algunas construcciones, de algunos giros del lenguaje y lo hace tanto que es muy fácil en realidad distinguir qué textos están escritos con inteligencia artificial.

A lo mejor a mí me resulta tan fácil distinguirlos porque es verdad que yo hablo mucho con GPT y me he dado cuenta de que repite muchísimos patrones a la hora de hablar.

¿Y por qué quiero hablar de esto hoy yo? Pues porque me parece que, aunque la inteligencia artificial es una herramienta que primero no creo que podemos deshacernos de ella y segundo sí que creo que nos puede ayudar muchísimo en muchísimas funciones, creo que si queremos ser escritoras tenemos que ser mejores que la IA.

Y mejores en este caso no quiere decir que manejemos mejor la gramática o que manejemos mejor el lenguaje, ni siquiera quiere decir que se nos ocurran ideas mejores.

Mejores en este caso, o utilizo la palabra mejores en este caso, porque creo que lo que debemos encontrar es una voz propia que de verdad sea nuestra, porque es verdad que todos los textos de IA son súper uniformes.

Y ya sé que esto lo está hablando muchísima gente, a mí no me parece que haya que demonizar al bicho, pero yo no quiero solamente hablar de ello, te voy a leer este pequeñito relato y luego te voy a hablar de una conversación que he tenido con GPT acerca de los patrones y luego vamos a hablar un poquito de cómo intentar encontrar esa voz propia, de cómo escribir de tal manera que no se nos confunda con la inteligencia artificial.

Vamos con Una mesa es una mesa, el relato cortito de Peter Bischel, o Peter Bischel, o no sé hablar alemán, me vais a perdonar.

Y bueno, os lo voy a leer lo mejor que pueda, pero tampoco soy locutora, lo que pasa es que me gustaría que lo escucharais porque de verdad me parece importante para este episodio y no os voy a hacer ir a leerlo por ahí, porque bueno, ya sabemos todos lo que pasa cuando salimos de un sitio en internet, los algoritmos son extraños y los clics nos llevan a lugares oscuros y que albergan horrores, o maravillosos y que albergan gatitos, pero no es eso lo que queremos ahora, ¿vale? Voy con el texto.

Quiero contarles de un hombre viejo que ya no pronuncia ninguna palabra.

Tiene un rostro cansado, cansado de reír y cansado de enfadarse.

Vive en una pequeña ciudad, al final de la calle, cerca de la esquina.

No vale la pena describirlo, casi nadie lo diferencia de otros.

Usa un sombrero gris, pantalón gris, una chaqueta gris y en invierno un largo abrigo gris.

Tiene un cuello delgado cuya piel está seca y arrugada.

Los botones blancos de la camisa le aprietan demasiado.

En el piso inferior de su casa tiene un cuarto.

Antes estuvo casado y tuvo hijos, quizás vivió antes en otra ciudad.

Seguramente alguna vez fue un niño, pero eso fue hace mucho tiempo, allá donde los niños eran vestidos como adultos, donde se veían tal como en el álbum fotográfico de una abuela.

En su cuarto hay dos sillas, una mesa, una alfombra, una cama y un armario.

Sobre la pequeña mesa está un despertador.

Al lado están los viejos periódicos y el álbum fotográfico.

Sobre la pared cuelgan un espejo y un retrato.

El hombre viejo tomaba un paseo por las mañanas y un paseo por las tardes.

Hablaba un par de palabras con su vecino y por las noches se sentaba a la mesa.

Nunca cambiaba, incluso los domingos eran así.

Y cuando el hombre se sentaba a la mesa, siempre escuchaba hacer tic-tac al despertador.

Pero hubo un día especial, un día con sol, no tan frío ni tan caliente, lleno de gorgeos de pájaros, con gente alegre y con niños que jugaban.

Y lo especial fue que de pronto todo le gustó a este hombre.

Y sonrió.

Ahora todo cambiará.