Ep505_B: Gamba Mantis; Energía Oscura y Cosmología 2343m

Gracias por seguirnos acompañando. El hecho de que estén escuchando estas palabras demuestra que efectivamente, como yo pensaba, iban a quedarse con nosotros.

Así que gracias por eso.

Antes de empezar, un recordatorio que quizás lo debía haber dicho también en la cara A, pero se me olvidó.

Alguien se habrá extrañado que en la entradilla, esa introducción simpática que aparece al principio del episodio, al principio de la cara A, que nos hace Juan Carlos Ortega, genio, muy grande Ortega, hace la broma de que son como decimos, pero jóvenes. Y habrá quien piense, pero jóvenes estos? Y bueno, es que eso nos lo grabó Ortega hace 10 años.

Seamos conscientes. Cuando Ortega grabó eso hace 10 años. Y sí, todos los que estamos aquí fuimos jóvenes en algún momento, lo crean ustedes o no.

Y eso, claro, me hace sacar a colación que es que este programa está a punto de cumplir 10 años. Así que les recordamos los fastos que tenemos preparados el día 11 de abril, viernes 11 de abril, en Castellón, en las Jornadas del Planetario de Castellón. La inauguración será el viernes y estaremos allí grabando un episodio en directo con público. Creo que ya están agotadas las entradas para todo el fin de semana. Saben que es un evento, es la Jornada del Planetario de Castellón, que es mundialmente conocido y de gran prestigio.

Y que, bueno, pero en serio, es un evento que tiene mucha solera y cuenta con mucho prestigio. Y en fin, las entradas están vendidas, pero si están por la zona, espero que por lo menos se acerquen por allí, aunque sea saludar. Y luego la semana siguiente, aquí en Tenerife, el miércoles, el miércoles 16 de abril, que es justo antes del jueves y viernes santos, ese miércoles 16 de abril, también en la Fundación Caja Canarias, en la sala de conferencias, estaremos también haciendo un episodio. Así que vengan, acompáñennos y lo pasaremos bien seguro.

En Castellón, tomaos un arroz con estomatópodos.

Lo iba a decir al principio, pero digo, no voy a decir esto porque total, para qué ganarme enemigos. Pero ya a toda la edad que tengo, ya todo me da igual. Yo no entiendo cómo la gente se puede comer estos bichos. Pero no porque sean simpáticos, como lo ha estado planteando Juan Carlos, o incluso violentos, sino porque son asquerosos. Yo entiendo que hay un momento en la historia del ser humano en la que la desesperación hace que comas cualquier cosa. Yo se lo puedo entender.

Pero ya en una situación de sociedad de la opulencia, en la que puedes comer muchas cosas muy agradables, ¿para qué comer bichos? No le entiendo el sentido a eso. Parece que los bivalvos fueron una fuente de proteínas fundamental en algún momento complicado de nuestra especie, o de especies progenitoras.

Y la galera le llaman la falsa langosta. La galera tiene como unos pinchitos. Cuando la comes, siempre esos pinchitos que tienen en los laterales del cuerpo te acaban haciendo pocos daños en la lengua y en los labios. Pero está muy buena. Es una cosa que se disfruta mucho. Prefiero no saberlo, prefiero no saberlo.

Yo una vez invité a un doctorado, un estadounidense y viene un finlandés de tribunal. Y el estadounidense lo invitamos allí a un local del centro de Málaga a tomar bichos, entre comillas, como dices tú, porque es que todo lo que había allí resultaba que estaba crudo. Y decía, eso está crudo. Eso yo no puedo comer. Yo lo veo moverse.

Y digo, pero cómo va a moverse el bicho. Y eso se salvó la concha fina, que si se le echa un poco de limón y se mueve, se contrae el músculo. Pero todo lo que había allí, no pudo comer nada. No quería comer nada. Se bloqueó y dije, bueno, tenemos que llevarte a un sitio de carne. Que no es nada típico en Málaga, pero bueno, que hay sitios de carne. Para que comas algo. No quería comer nada.

Déjame contar una mini anécdota. Unos clientes migos de Luxemburgo vinieron a Madrid, a mi empresa, a una aceptación de un sistema y les llevamos a cenar. Y al día siguiente todavía se quedaban. No podíamos ir ya con ellos y me preguntaron un sitio típico tomar cosas madrileñas. Y les mandé a una taberna por el centro de Madrid. Y al día siguiente, que seguía la aceptación, que eran varios días, les pregunté que les había encantado todo, que habían comido chipirones, no sé qué. Y me dijeron una cosa que no recordamos cómo se llamaban, pero creo que eran, ojo al dato, patas de tortúa.