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Entre Dimensiones Ecos del Averno, Polybius

Entre Dimensiones Ecos del Averno, Polybius 216pt

16/5/2025 · 12:19
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Descripción de Entre Dimensiones Ecos del Averno, Polybius 1v312r

En esta ocasión os dejamos con un extraño videojuego que según cuenta la leyenda puede llegar a volverte loco. Puedes ar con nosotros en [email protected] 4i6230

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Desde el podcast Entre Dimensiones os presentamos una nueva sección en la que tenemos la suerte de contar con el heraldo de las leyendas urbanas, Daniel. En colaboración con el podcast Echos del Averno os traemos este espacio donde trataremos las leyendas urbanas más misteriosas y aterradoras que podáis conocer. Cada semana una leyenda urbana terrorífica que vais a disfrutar con nosotros, pero os lo advierto, agarraos bien a vuestros asientos, a vuestros sillones o a vuestra cama y no os dejéis vencer por el miedo. Adelante Daniel, cuéntanos la leyenda urbana de esta semana.

¿Te való retro? ¿Las recreativas? Esas máquinas que devoraban monedas y te regalaban universos pixelados. Pac-Man, Donkey Kong, Space Invaders, nombres que son pura nostalgia, ¿verdad? Pero, ¿y si te digo que hubo una? Una que era muy diferente. Una que, según cuentan, no solo se tragaba tus monedas, sino que podía devorar algo más, algo tuyo. Hoy no vamos a hablar de récords ni de trucos. Hoy vamos a bajar las escaleras del sótano de los videojuegos, a ese rincón oscuro y polvoriento donde se susurran leyendas. Hoy vamos a hablar de Polybius.

Vamos a viajar a Portland, Oregón, a principio de los años 80. Imagínate la escena, chavales con chuparvaqueras, pelos cardados y la fiebre del arcade en su máximo apogeo. Los salones recreativos son templos, lugares de peregrinación. Y de repente, en unos pocos, poquísimos salones de esos suburbios, aparece ella, una máquina nueva, negra, minimalista, sin apenas adornos, casi siniestra en su simplicidad, y con un solo nombre enigmático en su marquesina, Polybius. Nadie sabía de dónde había salido, no era de Atari, ni de Namco, ni de ninguna compañía conocida.

Simplemente apareció, y la gente, claro, empezó a jugar. Al principio era la novedad, pero pronto esa novedad se convirtió en otra cosa. Cuentan que las colas para jugar a Polybius eran kilométricas. Los críos se quedaban pegados a la pantalla como si hubiesen sido hipnotizados. El juego, según cuentan, era una especie de laberinto psicodélico, con gráficos vectoriales abstractos, colores que te taladraban las retinas, y efectos de rotación que te mareaban solo con mirarlos. No había una narrativa clara, solo estímulos, constantes, agresivos, adictivos, terriblemente adictivos.

Y aquí es donde la cosa se pone turbia, muy turbia. Los chavales que jugaban a Polybius empezaron a experimentar cosas, cosas muy chungas. Primero la adicción salvaje, no podían parar.

Luego pesadillas, unas pesadillas tan vívidas, tan horribles, que algunos se despertaban gritando, empapados en sudor. Annesia, lagunas mentales donde trozos enteros del día, especialmente el tiempo que pasaban jugando, se esfumaban. Mareos constantes, dolores de cabeza que eran brutales, náuseas, ataques epilépticos, en algunos casos justo delante de la misteriosa máquina.

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