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Entre Dimensiones Ecos del Averno, Edward Mordake y los Dos Rostros

Entre Dimensiones Ecos del Averno, Edward Mordake y los Dos Rostros 6z2s51

2/5/2025 · 08:40
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En esta ocasión conoceremos la leyenda inquietante de Edward Mordake. Puedes ar con nosotros en [email protected] 1b5d3d

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Desde el podcast Entre Dimensiones os presentamos una nueva sección en la que tenemos la suerte de contar con el heraldo de las leyendas urbanas, Daniel. En colaboración con el podcast Echos del Averno os traemos este espacio donde trataremos las leyendas urbanas más misteriosas y aterradoras que podáis conocer. Cada semana una leyenda urbana terrorífica que vais a disfrutar con nosotros, pero os lo advierto agarraos bien a vuestros asientos, a vuestros sillones o a vuestra cama y no os dejéis vencer por el miedo. Adelante Daniel, cuéntanos la leyenda urbana de esta semana.

Preparaos oyentes, porque la historia que vamos a desenterrar hoy no es una simple leyenda junto a la vera. Es un descenso a las profundidades de la anomalía humana, un relato que se arrastra bajo la piel y se queda allí susurrando. Hablamos de Edward Mordake, el hombre maldito por un secreto horrible que llevaba soldado a su propia carne. Imaginaros la Inglaterra del siglo XIX, salones opulentos iluminados por gas, carruajes que resuenan sobre adoquines mojados y una sociedad de rígidas apariencias. Y en medio de toda esta fachada de respetabilidad, nace Edward Mordake.

Joven, según dicen las crónicas susurradas, de noble cuna. Es inteligente, es apuesto, con un rostro principal que podría haberle abierto todas las puertas de la alta sociedad.

Un rostro destinado al éxito, al amor, a la vida… si no fuera por el otro.

Porque Edward no estaba solo en su propia cabeza. En la parte posterior de su cráneo, allí donde el pelo debería ofrecer un final liso y normal, anidaba un horror indecible, una segunda cara. Los detalles varían, como siempre ocurre en las leyendas urbanas, que reptan por los márgenes de la historia documentada. Algunos relatos describen esta segunda cara como la de una hermosa joven, una belleza diabólica.

Otros hablan de un semblante simplemente monstruoso, retorcido. Pero todos coinciden en lo esencial, en lo verdaderamente aterrador. Esa otra cara también estaba viva. No comía, no hablaba en voz alta. Pero sus ojos… sus ojos seguían a Edward. Y sus labios se movían. Se dice que sonreía y se mofaba cuando Edward lloraba. Que fruncía el ceño con malicia cuando Edward sentía un atisbo de alegría. Y lo peor, lo insoportable, es que susurraba.

Imaginen la tortura. Una voz que no es la tuya, pero que nace dentro de ti. Una voz constante, día y noche. Porque esa cara, según decían, nunca dormía. Cuando Edward agotado intentaba encontrar refugio en el sueño, los ojos de atrás permanecían abiertos, vigilantes. Y los susurros continuaban. Susurros infernales. Palabras viles. Tentaciones oscuras. Secretos que nadie debería conocer. Directamente en su mente. No había escapatoria. No había silencio.

Era una prisión de carne y hueso con el carcelero soldado a su nuca. Edward se aisló del mundo.

¿Cómo podía enfrentarse a la sociedad? ¿Cómo explicar la mirada vacía y maligna que a veces satisfaba en un reflejo? ¿Cómo ocultar los susurros que sólo él oía, pero que amenazaban con volverle loco? Se convirtió en un recluso en su propia mansión, atormentado por su compañero inseparable y desesperado.

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