Ella calló pero la ética no pudo 2x1h4m

¿Qué haría si una menor de edad de 16 años te revela que está embarazada de su primo de 23 y te suplica que no se lo digas a su madre? Hola a todas y todos. Bienvenida y bienvenido a nuestro podcast Ella cayó, pero la ética no pudo. Un espacio de reflexión sobre la ética en el trabajo social.

Somos el Grupo Justicia, formado por Mari José, Andrea y Aldana.

Hoy les traemos un caso complejo que pone en tensión dos principios fundamentales de nuestra profesión.

La confidencialidad y el bienestar de las personas usuarias.

En este episodio vamos a explorar este dilema desde la mirada del trabajo social.

Veremos cómo los principios éticos que guían nuestra profesión nos ayudan a tomar decisiones responsables, sin perder de vista la realidad, la voz y las necesidades de las personas que acompañamos.

Este es el tipo de situaciones difíciles a las que en ocasiones debe enfrentarse cualquier profesional del trabajo social.

La responsabilidad de equilibrar principios fundamentales que entran en conflicto.

Nuestra labor nos pone constantemente ante decisiones que impactan en la vida de otras personas.

Nuestro , usuaria, por lo que debemos reflexionar con atención antes de actuar.

¿Cómo abordamos este caso desde una perspectiva ética? En los casos más difíciles, como el que hoy compartimos, nos encontramos entre lo que llamamos un dilema, porque tenemos que escoger entre dos principios éticos fundamentales.

Exacto, y eso es lo que hace tan compleja esta situación.

Por un lado, tenemos el principio de confidencialidad, que protege la privacidad de Lucía, la menor protagonista de esta historia.

La confidencialidad es clave, porque garantiza que pueda expresar sus sentimientos y sus emociones sin miedo a ser traicionada o juzgada.

Pero también está el principio de bienestar de la persona, que nos obliga a considerar si la menor está en situación de riesgo.

Y ahí es donde se complica todo, porque nos enfrentamos a una decisión compleja.

Ambas obligaciones son fundamentales, pero no pueden cumplirse al mismo tiempo sin generar consecuencias negativas.

Por eso, si creemos que Lucía está en peligro, la ética nos obliga a priorizar su seguridad.

Además, hay un aspecto legal que no podemos ignorar.

Si se trata de una situación de abuso o un acto ilegal, tenemos la obligación de informar.

Bien, dejando aparte que si tuviésemos indicios claros o constancia de que podría haber un delito, tendríamos que denunciar.

Si pensamos solamente en un dilema ético, habría que diferenciar entre moral y ética.

La moral tiene que ver con los valores y creencias personales o sociales sobre lo que está bien o mal.

Y la ética y la deontología la constituyen aquellos principios y normas fundamentales que guían nuestra actuación profesional.

Claro, es que en trabajo social esta diferencia es clave, porque no siempre lo que pensamos desde nuestro punto de vista moral-personal es lo que nuestro código deontológico nos pide hacer.

¿Qué pasa? Que no podemos dejar que nuestros valores nublen nuestra responsabilidad como trabajadoras sociales.

Y esto es lo que hace que nos encontremos ante este conflicto.

¿Cómo lo abordamos? En primer lugar, como trabajadoras sociales deberíamos crear un espacio seguro donde la menor pueda expresarse libremente, evaluar su situación de vulnerabilidad y acompañarla en el proceso de toma de decisiones.

Además, es importante que seamos conscientes de que nos encontramos ante un dilema ético, porque no podemos cumplir al mismo tiempo con lo que exigen los principios de nuestra ética y deontología profesionales.

Si rompemos la confidencialidad, podríamos dañar la relación de confianza que hemos construido con Lucía, pero si no se lo decimos a su madre, la menor podría estar en peligro.

Si consideramos los principios éticos, hay una clara justificación para cada opción.

Por un lado, la confidencialidad es un derecho de Lucía basado en un principio ético que protege su autonomía para decidir cuándo y cómo compartir con su madre lo que le ha contado su trabajadora social.

El silencio, en este caso, es la opción ética correcta, ya que es un deber de la profesional para poder preservar el derecho a la privacidad de Lucía.

Por otro lado, el principio del bienestar de la persona justifica que se informen los progenitores o tutores de Lucía, porque puede haber una situación de abuso, y esto es primordial.

Pero, ¿cómo podemos asegurarnos de que ella no sienta que estamos invadiendo su espacio personal? Con la confianza que es clara nuestra labor, y si acabamos con ella, podríamos cerrar la puerta a futuras intervenciones.

Sin embargo, tenemos la responsabilidad de velar por su bienestar.

La situación que estamos observando sugiere indicios claros de abuso, lo que coloca a Lucía en una situación de vulnerabilidad extrema, y esto nos coloca directamente ante los principios de la bioética europea, especialmente frente al principio de atención a la vulnerabilidad.

Sí, y esto no es solo una cuestión física, sino también emocional y psicológica.

En situaciones de abuso, la capacidad para tomar decisiones se ha aumentado.