
Descripción de DROP A STAR. LEÓN FELIPE. AUDIOLIBRO. 43211c
DROP A STAR. LEÓN FELIPE. AUDIOLIBRO. Lectura realizada por Helena Trujillo y Clémence Loonis Extraído del libro Poesías completas. León Felipe. Editorial Visor de Poesía 375b41
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Drop a star. Poema en tres cantos. Un prólogo y un epílogo. 1935.
Esta es la cuarta variante de Drop a star. La cuarta variante impresa. El poema lo he hecho y lo he rehecho muchas veces buscando una expresión más organizada y más clara.
Y creo que este no es aún su desarrollo definitivo. Le publico así por encontrarme de nuevo con la cooperación de la crítica. No es un poema surrealista ni criptográfico.
Aquí no hay clave. Hay sí, un esfuerzo sostenido por ordenar mi mundo poemático, ahumado y roto como un film quemado. Como esta hora del mundo. El poeta trabaja hoy también en la sombra, como todos. Polvo es el aire. Polvo de carbón apagado.
No creo, sin embargo, que sea necesario pagar la entrada con el precio de un esfuerzo excesivo.
Tal vez basten un poco de simpatía y una hora sin prisas.
El poema tiene una estructura cinematográfica y la separación doble de los versos indica un cambio en el espacio y en el tiempo. Drop a star significa dejad caer una estrella.
Echad una estrella y aquí tiene un sentido metafórico que arranca de la expresión drop a coin, dejar caer una moneda. Echad una moneda. Con que nos advierten en Norteamérica esas máquinas de ranura, slot machines, antes de hacerlas funcionar.
Eran necesarias estas expresiones en inglés porque el poema nace con ellas y por ellas.
Su origen y su extensión dan una curva más amplia en mi pensamiento. Por lo demás sigo fiel a mi antigua estética. No busco el verbo raro ni la palabra extraña.
León Felipe. Prólogo.
Primer nacimiento. Bajo aquel signo, un clarín, aquella noche en el cielo llamaron a mi alma a las estrellas. Apareció encendida, alegre y se echó loca por la baranda del viento. A la puerta del mundo la esperaba su caballo ciego. Caballo de eje y yugo, caballo de noria y carrusel, de vuelta, vuelta, vuelta. De vuelta en luz y sombra, de vuelta en noche y día, de vuelta en llanto y cascabel. Por la luz libre y blanca, blanca, siempre blanca, caballito ciego, tú no puedes correr. Señor, por hoy que no me espere nadie en la otra orilla y que se acueste el sol.
Uno. Un perro negro duerme sobre la luz. Ronca. Negra es la voz del hombre. ¿No es el mundo un gran cántaro oscuro y vano, con una boca estrecha allá en la luna, que alguien tapa y destapa y deja a veces entreabierta? Es mi voz. Es mi voz y tu voz. Nuestra voz. Nuestra voz aquí dentro. Nuestra voz aquí abajo. Nuestra voz ronca, que retumba contra el cóncavo barro de este cántaro hueco. Nuestra voz negra, que golpea vencida en la panza oscura del mundo, en el vientre ceniciento de todos los horizontes apagados y los hombros de mi canción no pueden levantar.
Ronca. Negra es la voz del hombre. Yo no ahueco la voz para asustaros. Yo digo secamente. Oh, y cómo veríamos el mundo, la desnudez, la transparencia de la verdad y la belleza, si no estuviera ahí, tumbado en el aire, manchando la luz, mordiendo mis ojos, el humo, el perro negro de la injusticia humana. De aquí, de mis plantas, sólo de mis plantas, sube hoy insuficiente para estrangular el sol. Polvo es el aire, polvo de carbón apagado. Nadie nos ve. Rompe ya tus señales y rasga tus banderas, marinero.
Nadie nos ve.
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