Los deseos de IMAS Y ROTO g2316

Imás estaba locamente enamorada de Roto y le encantaba pasar el tiempo solo mirándole y sonriendo embelesada por su atractivo semblante. Eso a Roto le daba mucha vergüenza y le pedía que dejase de hacerlo. Imás siempre quería pasear de la mano con Roto, estar en sus brazos, acariciarle, hacerle cosquillas y retozar cuerpo a cuerpo. Aquello era lo que le daba el sentido y la presencia que le eran tan necesarias.

Pero era muy impetuosa e insistente y eso ponía nervioso a Roto, que se quejaba y la apartaba porque aquello no le hacía sentir bien e incluso le asustaba. Es por eso que ambos sufrían y no sabían qué hacer. Cierto día vieron un anuncio de una escuela de deseo con especialistas que ayudaban a la gente a relacionarse. Roto no quería saber nada de aquel asunto, pero como he dicho, Imás era muy insistente y le persuadió para ir al menos una vez a ver de qué se trataba.

Nada más presentarse ante uno de los instructores y comentar su caso, enseguida les dijo lo que pasaba. Imás tenía el alma de una estatua de cristal y Roto el de un cactus. Y si no hacían algo pronto, corrían el riesgo de convertirse en eso. Con la consiguiente posibilidad de no poder estar siquiera cerca el uno del otro.

Por suerte les animaban ya que no era demasiado tarde ni demasiado difícil frenar aquel proceso de desunión. Existían juegos y herramientas muy interesantes y eficaces para mejorar el nivel de conexión y confianza que había entre ellos. Y merecía la pena porque ambos se querían mucho. El problema había sido que empezaron con mal pie y que lo que habían vivido y experimentado anteriormente no servía entre ellos.

Así que debían empezar de cero y aprender a conocerse más y mejor en la intimidad. Imás debía localizar las púas de Roto y sacarlas con sumo cuidado y mimo, sin precipitarse, exigir ni reprochar nada. Y Roto debía aceptar que, aunque le doliese un poco, esa era la única manera de impedir que Imás se volviese cada vez más y más rígida y dura, hasta el punto que una mala o escasa manipulación pudiera romperla en mil pedazos imposibles de volver a unir. Gracias a los consejos y técnicas que ofrecía la Escuela de Deseo empezaron a descubrir todo un mundo de sensaciones y gozo que les unió aún más de lo que estaban. No les hacían falta las palabras, sólo con mirarse y tocarse se comunicaban a la perfección.

Aquello era lo que realmente definía su vínculo como pareja, y era genial haberse atrevido a intentarlo. Aunque al principio se sintieran muy extraños y les costase dedicar tiempo y crear las condiciones adecuadas para conseguirlo, ahora su relación era profunda y sincera de cabo a rabo.

Y no habían perdido nada más que sus miedos tabúes, escrúpulos y pudor. Ya no había nada que pudiera hacer temblar los cimientos de su bonita y serena relación. Y Verdin Verdoso no te cuento más de este cuento tan hermoso.