De Borges y la Memoria w313c

En este episodio, segundo de la temporada 4, exploramos la memoria entendida como mecanismo de la mente y como elemento fundamental que define nuestra identidad. Nos preguntamos si la mente funciona de manera analógica o digital, y recurrimos, como siempre, a la literatura para encontrar explicaciones sobre la infinitud de la memoria.

Quédese hasta el final, que en el relato de hoy, un destacado neurocientífico pierde literalmente la cabeza por las matemáticas y por una hermosa mujer.

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Cualquiera que sea tu preferida, recuerda suscribirte al programa y darle like a los episodios que más te gusten. Gracias de antemano por hacer posible el milagro de la multiplicación de la naranja. Y ahora sí, bienvenidos a De Naranjas y Paradojas, Yo soy Cristian Vázquez. La memoria se puede definir como la capacidad de captar, procesar, almacenar y recuperar información. Es un proceso psicológico que nos permite recordar experiencias, sentimientos, ideas, imágenes, sucesos.

Sin embargo, la memoria no es sólo un archivo de hechos, sino una reconstrucción activa.

No recordamos hechos exactos, sino versiones de lo ocurrido, modificadas por nuestras emociones, nuestras expectativas y nuestras experiencias posteriores.

El cerebro codifica recuerdos y los altera con cada evocación. La memoria, nos dice Kian Quiroga, es plástica y dinámica. Las neuronas que almacenan un recuerdo no son siempre las mismas, y al recordarlo lo transformamos. Cada vez que recordamos algo, estamos inventando una nueva versión del pasado. Recordar es en realidad reconstruir. No es como abrir un cajón donde están los recuerdos guardados intactos, sino como armar un rompecabezas con piezas que cambian cada vez que las tocamos. Para comprender mejor cómo se procesa y se moldea la memoria, es esencial reconocer el papel crucial que desempeñan nuestros sentidos.

La percepción sensorial no sólo nos permite captar la realidad inmediata, sino que también configura la manera en que recordamos y reinterpretamos el pasado.

En el libro En busca del tiempo perdido, de Marcel Prost, del que ya le conté en el episodio de la temporada anterior titulado Del tiempo y el arte de demorarse, se describe a partir de un acto cotidiano. Y en cuanto hube reconocido el sabor del trozo de magdalena mojado en tila que me preparaba mi tía, dice Prost, la vieja casa gris con fachada a la calle donde estaba su cuarto, vino al instante como un decorado de teatro y me ayudó a ajustarse al papelloncito que daba al jardín construido por mis padres en su parte posterior. Prost alcanza en estas líneas conclusiones de la neurociencia moderna analizadas a través del sistema nervioso.

En determinados aspectos, la memoria humana se puede comparar con el sistema de almacenamiento de una computadora, de igual manera que la mente puede asemejarse a su procesador central, el cual, sabemos, no opera de forma analógica, sino digital.

Para entender la diferencia, analógico significa que es semejante a la naturaleza y en la naturaleza todo es continuo, mientras que en lo digital las cosas son A o B, cero o uno, encendido o apagado. Dicho de otro modo, en lo digital no existen los estados intermedios. El sistema digital más simple es el binario, o vivo o muerto.

El alfabeto morse es digital, rayas y puntos. A base de ceros y unos es posible escribir todo el alfabeto. Ahora viene la pregunta interesante, ¿Nuestra mente o, propiamente dicho, nuestro cerebro es analógico o digital? La respuesta más acertada es, ni idea. Pero si fuera digital, ¿sería en realidad un ordenador computador?