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Cuento de Navidad de Charles Dickens

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19/4/2024 · 03:53:18
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Descripción de Cuento de Navidad de Charles Dickens 2a4x2o

Cuento de Navidad de Charles Dickens (1812-1870) también conocido como Canción de Navidad o Canto de Navidad, es un clásico de la literatura navideña de todos los tiempos. Cuenta cómo tres espíritus que se aparecen en la Navidad, transforman el alma de un miserable personaje llamado Scrooge, haciéndole recuperar de nuevo su humanidad. Estas visitas lo llevan a un viaje emocional donde enfrenta su propia soledad y crueldad, y finalmente se redime, abrazando el espíritu de la generosidad y el amor hacia los demás. El escritor Inglés muestra sus simpatías hacia los humildes y los oprimidos en esta bellísima historia tal y como hizo a lo largo de toda su obra. 4q3w1d

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Cuento de navidad una obra de charles dickens yo soy la voz que te cuenta comienza la obra con un prefacio del autor que dice así con este relato fantasmal he tratado de evocar el espectro de una idea que no deberá contrariar a mis lectores ni enemistarnos con otros con estas fiestas o conmigo confío en que frecuente gratamente sus hogares y que nadie sienta el deseo de conjurarlo su leal amigo y servidor charles dickens diciembre de mil ochocientos cuarenta y tres primera estrofa el fantasma de marley para empezar marley estaba muerto de eso no cabía la menor duda en el acta de defunción figuraban las rubricas del clérigo el secretario el director de la funeraria y la persona que presidía el duelo también la de skrulls y su nombre bastaba para bali dar en el mercado de valores todo cuanto a emprender el viejo marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta pero cuidado con esto no pretendo decidir que sepa por experiencia propia que hay de especialmente muerto en el clavo de una puerta podría haber optado por considerar un clavo de un ataúd como el artículo más muerto de una ferretería pero el símil entraña la sabiduría de nuestros antepasados y no serán mis manos impías las que profanen o desaparecería el país habrán de pe remitirme por consiguiente que insiste en que marley estaba tan muerto como el clavo de una puerta sabía skrulls que aquel estaba muerto por supuesto cómo podría haberlo ignorado skrulls y él habían sido socios durante no sé cuántos años los skrulls era el único albacea su único su único cesionario su único legatario su único amigo y el único que lloró su muerte pero ni siquiera skrulls se sintió tan afligido por el luctuoso suceso como para dejar de ser un brillante hombre de negocios el mismo día del funeral y solemnizar lo con un ventajoso trato la mención del entierro de marley me lleva de vuelta al punto en el que empecé no cabe duda de que marley estaba muerto es algo que debemos comprender con total claridad pues de lo contrario nada habría de extraordinario en la historia que me dispongo a relatar si no estuviésemos plenamente convencidos de que el padre de hamlet había muerto antes del inicio del drama nada en su paseo nocturno por las murallas con viento de levante más singular de lo que habría en cualquier otro lugar expuesto al viento el cementerio de san pablo pongamos por caso para sobresaltar el débil espíritu de su hijo skrulls nunca borro el apellido del viejo marley allí seguía años después sobre la puerta del almacén scrooge y marley por tal nombre era conocida la firma los no familiarizados con ella ella unas veces se dirigían a skrulls como skrulls y otras como amarle pero él respondía en ambos casos le era indiferente hay pero es cruce era un avaro incorregible un viejo pecador que en su insaciable codicia torso sonaba tergiversada usurpaba regañaba y arrebataba era duro e incisivo como el pedernal del que ningún acero había conseguido nunca arrancar una chispa de generosidad reservado hermético y solitario como una ostra el frío que albergaba en su interior helaba sus ajadas facciones afilaba su puntiaguda nariz acartonada sus mejillas y embargaba su paso le enrojecía los ojos le amoratada los finos labios y se delataba astutamente en su áspera voz una gélida escarcha cubría su cabeza sus cejas y su tenso mentón siempre llevaba consigo su gélida temperatura que congelaba su despacho los días de canícula y que nunca extendía

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