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La extraña desaparición del señor Merino
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Capítulo 8 de la segunda parte. Un final feliz para todos.

Capítulo 8 de la segunda parte. Un final feliz para todos. 6h2d6j

3/4/2025 · 13:26
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La extraña desaparición del señor Merino

Descripción de Capítulo 8 de la segunda parte. Un final feliz para todos. 155645

Ricardo y Gregorio, junto con Santi, se quedan a vivir en el pueblo, he impulsan una serie de mejoras que agradan a los vecinos. 5j1d44

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Capítulo 8. Un final feliz para todos. A las 8 de la mañana siguiente, cuando Ricardo llegó a la gestoría, Santos y Javi ya lo estaban esperando en la puerta.

—Hola, me alegro de verte —le dijo Ricardo a Javi.

—A usted ya no tanto, Santos —agregó haciendo una clara alusión— a que éste venía a cobrar.

Ricardo abrió la persiana y la puerta, y los tres entraron.

—¿Me ha traído la factura? —le preguntó a Santos.

—Sí —respondió éste a la vez que se la entregaba.

Ricardo le dio a él un sobre con el dinero.

—Cuéntelo —dijo.

—No hace falta —contestó Santos.

En ese momento, se abrió la puerta y apareció Rosa. Esta lo vio detrás de la mesa, y después de una exclamación de sorpresa, se lanzó hacia él abrazándole y diciéndole.

—¿Pero dónde te habías metido? Estábamos muy preocupados.

—Tranquila, ya estoy aquí. Luego te lo explico. Te he llamado esta mañana, pero no me has contestado. —No, tranquila no, porque al que no aparece es Gregorio. Llevo llamándolo varios días y no me contesta —dijo Rosa muy nerviosa. —Gregorio está en el hospital. Ahora te lo explico todo con calma.

—Mira, te presento a Javier. Va a trabajar con nosotros y… Pero Ricardo no siguió hablando, porque al fijarse en Santos, Rosa dijo.

Así que al final lo ha encontrado. En esta vida con perseverancia casi todo se consigue —contestó Santos. —Gracias —dijo Rosa.

—Ahora me voy, que ustedes tienen muchas cosas que hacer —agregó Santos y salió.

Acto seguido, los tres se sentaron y Ricardo le explicó a Rosa todo lo que había ocurrido, más el accidente de Gregorio y su decisión de irse a vivir a Galicia.

Le explicó también lo que tenía pensado que hiciera Javi y que necesitaba de su colaboración para ponerlo al día de todo. Rosa le contestó que con ella podía contar para lo que fuera.

El resto del día se lo tomó para ponerse al tanto de cómo iban las cosas y de paso le iba explicando a Javi todo lo que hacía. A las 7 llamó a Santos y quedaron en la puerta del pub. Cuando Susi, que así se llamaba la camarera, lo vio, tuvo la misma reacción que Rosa. Y él también tuvo que darle una serie de explicaciones, aunque esas ya fueron sus acostumbradas mentirijillas inofensivas, como él las llamaba.

Después pidieron dos cervezas. Santos y él se sentaron en un rincón. —Con sus mentirillas, Ricardo, esta chica se cree que es usted gay. —Ya lo sé —contestó Ricardo con toda naturalidad. —¿Y no le importa? —preguntó Santos extrañado. —La chica estuvo enamorada de mí, así que cuando pensó que yo era gay no quise desengañarla.

De esta manera no se haría ilusiones y se buscaría a otro. —¿Y ahora ya para qué? —Tiene usted una curiosa manera de ver las cosas, y por eso nadie podía encontrarlo, Ricardo. Nadie sabe casi nada de usted. —Soy muy celoso con mi intimidad.

—Curiosamente, Santos, la gente saca conclusiones más equivocadas sobre una persona cuanto más la conocen, aunque parezca mentira. —Pues tiene que llamar a su familia, están muy preocupados por usted. Y un tal Pepe, que no sé quién es. Y a Samir, que también me lo pidió con mucho interés. —Pero Santos, ¿a cuánta gente le ha preguntado usted por mí? —Solo me faltó preguntar a sus vecinos, no lo hice porque comprendí que ellos no sabían nada. Pero a Laura se lo quiero decir yo.

—No las llame hasta mañana, hágame el favor. —¿Es que vamos a ser familia? —bromeó Ricardo. —Quizás, contestó Santos.

Los dos permanecieron allí un buen rato conversando como buenos amigos. Cuando se fueron, Ricardo le dijo a Susi que se iba a vivir a Galicia, pero quería verla cada vez que volviera.

Al día siguiente cumplió lo primero con los compromisos que le había recordado Santos, y luego dedicó el tiempo en poner a Javi el corriente de todo. Un cursillo muy intensivo que duró toda la semana. Ricardo para el trabajo era incansable, a veces terminaban a las 11 de la noche, y donde Javi terminaba realmente cansado, a él ni se le notaba. Pero Javi lo supo aprovechar, puso mucho interés y aprendió rápidamente. La semana terminó, a Ricardo le urgía irse, así que le dijo a Rosa que dejaba a Javi en sus manos, y que le pagaría un plus por tener tantas responsabilidades. Pero ella contestó que no, que lo haría con mucho gusto.

A las 2 de la tarde de ese mismo día, la familia de Marga,

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