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La extraña desaparición del señor Merino
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Capítulo 6 de la segunda parte. (La corazonada de Santos.

Capítulo 6 de la segunda parte. (La corazonada de Santos. xo1x

31/3/2025 · 26:01
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La extraña desaparición del señor Merino

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Donde se explica como supo Santos, donde estaba Ricardo. r5l2e

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Capítulo 6. La decisión que tomó Ismael y la corazonada que tuvo Santos.

Ismael resultó ser un artista con el bricolaje, y con la ayuda de Ricardo y los otros vecinos, la casa estuvo lista en unos cuantos días. Pero Ismael seguía preocupado por lo que había pasado aquella noche. Y para colmo, le preocupaba también la presencia de la Guardia Civil, dando vueltas por allí todos los días. Así que aquel día que era domingo, y no iban a hacer nada, Ismael bajó a la ciudad y llamó a Jacinto.

Quedaron como ellos decían, en el sitio de siempre. Cuando llegó, Jacinto preguntó, ¿Qué tal? Mal, casi se queman vivos. ¿Cómo queman? Es que había más, preguntó Jacinto extrañado. Estaba con su novia, menos mal que pudimos apagar el fuego a tiempo.

Bueno Ismael, pero tú sabías que ese riesgo existía. Si le prendes fuego a una casa, alguien se puede quemar. No, no lo pensé bien. Yo creía que saldría por una ventana, o por la puerta, según donde estuviera el fuego. Pero el fuego estaba en la puerta, y las ventanas tenían rejas. Casi se queman vivos. Volvió a repetir Ismael, muy afectado.

Bueno, pero no ha pasado nada, ¿no? Dijo Jacinto, quitando la importancia al asunto.

Sí, sí ha pasado, Jacinto. Ha pasado que por la codicia del dinero casi mato a dos personas. Y para colmo, el tío es muy buen tío. Solo está allí porque un tipo que está en asuntos de drogas como nosotros lo tiene amenazado. Se está escondiendo. No estaba tramando nada. Todos fueron figuraciones mías. Silbó Jacinto. Pero bueno, lo he hecho, hecho está. No ha pasado nada. Repitió. Quiero dejarlo. No quiero dar lugar a que algo así se vuelva a repetir. Dijo Ismael muy decidido. ¿Qué? Preguntó Jacinto sorprendido.

Sí, repitió él. Mira Ismael, desde que saliste de la cárcel no te has querido meter en nada más.

Lo único que nos interesa de ti es ese pueblo tan discreto. Si ya no quieres hacer ni eso, te quedas fuera. Lo sé, pero es lo que quiero. ¿Y de qué vas a vivir? Preguntó Jacinto.

Ya me las arreglaré. Vivir ahí es muy barato y tengo algo de dinero ahorrado. Ricardo quería abrir otra vez la cafetería. A lo mejor no es mala idea. No sacarás ni para regalarme un paquete de pipas. Dijo Jacinto muy serio. Me las arreglaré, repitió Ismael sonriendo. Pues voy a hablar con los demás. Ya te diré cuando sacamos el material. Tenemos otro problema. ¿Cuál? Preguntó Jacinto.

El chico lógicamente se asustó muchísimo. Se lo dijo a la guardia civil y ahora no paran de dar vueltas por ahí. Hay que tener mucho cuidado. Es mejor esperar. Pues eso sí que no me gusta nada.

No podemos esperar. Hay que sacarlo ya. Es peligroso. Observó Ismael. Más peligroso es que lo encuentren.

Nosotros no somos potentados. No podemos permitirnos el lujo de perder un álijo. Además, si lo encuentran, tú vas a la cárcel. Jacinto pensó un momento y luego agregó. Lo sacaremos esta misma noche. Esperaré al final de la carretera con la furgoneta. José le vendrá conmigo. Tú estate atento. Cuando pase la guardia civil, te vas para la cafetería y nos esperas allí.

Entre los tres lo sacamos en un momento y adiós. Si pasan una vez, no volverán a pasar enseguida, ¿no? No, contestó Ismael. Pues hasta la noche entonces, dijo Jacinto disponiéndose a marchar. La noche llegó. A las diez, una furgoneta de color oscuro paró al final de la carretera que daba entrada al pueblo y se quedó casi oculta entre los árboles.

A las dos y media vieron subir hacia el pueblo un coche de la guardia civil. A las tres y media volvió a bajar. Ahora, dijo Jacinto. Un rato después llegaban a la puerta de atrás de la cafetería. Ismael los esperaba. No estará por aquí tu amigo el fantasma, ¿no? Preguntó Jacinto. No, contestó Ismael. El pobre ha cogido miedo.

Ya te vale, dijo Jacinto riendo. La que has liado. Sin hablar más abrieron la puerta y entre los tres sacaron muy rápidamente varios fardos que metieron en la furgoneta. Cuando terminaron, José le se puso al volante. Bueno, le dijo Jacinto a Ismael. Que tenga suerte. Nos vemos en otro momento de la vida. Contestó Ismael dándole la mano. Jacinto subió a la furgoneta y desapareció.

Ismael miró tristemente. Con él se marchaba a su único amigo y el modo de vida que llevaba desde hacía muchos años. Pero en ese momento una voz le dijo por detrás. Buenas noches. Ismael se volvió sobresaltado y preguntó. Ricardo, ¿qué haces aquí?

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