La Batalla de Simancas del 939 1/2 6rz15

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Hay choques militares que quedan marcados a fuego en nuestra historia, que señalan un claro antes y después y que, en definitiva, marcan todo lo que está por venir. La batalla de Simancas del 939 es, sin duda, una de las batallas más importantes de toda nuestra Edad Media y en esta seguidilla de dos episodios os vamos a contar todo sobre ella con todo lujo de detalles. Soy José María Saiz y os quiero dar la bienvenida a Medievalia.

Como os contamos en los episodios anteriores, tras la victoria de Abderramán sobre sus vasallos de Zaragoza, los pamploneses y los leoneses, no había un solo poder en toda la península ibérica que pudiera hacer sombra o preocupar a Córdoba. Al-Andalus era un motor económico, militar, demográfico y comercial con una agenda y unos objetivos que excedían con mucho las posibilidades de sus adversarios y que incluían, por supuesto, el dominio del Mediterráneo y el control con puño de hierro del norte de África.

Podría decirse que el verdadero enemigo del califa no era ningún rey cristiano, sino el califato fatimí, y que, en su imaginación, la verdadera batalla final se daría contra sus archienemigos chiíes. Pero la amenaza norteña no dejaba de aparecer una y otra vez. El norte. Si había una cosa que desesperaba a Abderramán III, en sus fastuosos salones de Medina-Azara, era que no importaba cuántas veces partiera hacia allí, cuántas veces derrotara a sus reyes, cuántos campos quemase y cuántos esclavos sacara para vender, siempre volvían.

A veces mejor dirigidos, a veces con ejércitos más numerosos, el caso es que cada año volvían a dar la cara una y otra vez, por mucho que fuera imposible e impensable, una victoria final sobre un enemigo tan formidable como era Córdoba. Y lo cierto es que, desde los tiempos del emirato, y a pesar de que Al-Andalus, por lo general, había derrotado a cualquiera de las manifestaciones norteñas, los dominios cristianos no habían hecho sino crecer.

Es así.