El arte de NO escribir 5722f

Hola inconformistas de la pluma, bienvenidos a Escribir sin Red, soy Francisco Concepción.
En este podcast suelo siempre animarte a volcarlo todo en una página, a escribir,
pero ¿sabes qué? Hoy vamos a poner el mundo patas arriba y decirte no escribas. Sí, sí,
oístes bien. Cierra el cuaderno, deja de un lado el bolígrafo o la pluma,
apaga el procesador de texto y escúchame unos minutos.
Pero vamos directamente al grano. Hay gente que cree que si no escribes a diario eres un
aficionado o estás desperdiciando tu talento. Te suena, ¿verdad? Talleres que te animan a
fijar una rutina de X palabras diarias, las redes sociales donde cada semana aparece un
escritor proclamando su nuevo proyecto. Es como un maratón sin fin. Pero la literatura no tiene
por qué ser una carrera de relevos. Alguien se abruma al ver esa presión de más páginas,
más textos, más like y opta por la vía radical, no escribir en absoluto. ¿Y sabes qué? Esa gente
a veces respira mucho más tranquila. Si sentarte ante el papel se ha convertido en un suplicio,
¿para qué forzarlo? Tal vez callar sea la forma más honesta de no hacer trampa ni fingir. Ese
famoso hacerte trampas al solitario, ¿sabes lo que te digo? Hay quien encuentra su equilibrio en
el silencio. ¿Te imaginas no tener que mostrar cada idea al mundo, no sentirte obligado a colgar
cada relato en redes, no esperar una valoración en foros de escritores? Suena liberador. Y no,
no es vacancia ni coberdía. A veces simplemente no te apetece convertir tu vida o tus pensamientos
en materia pública. Tienes en la cabeza un relato brutal, pero cada vez que empiezas a redactarlo
sientes dudas y si esto no gusta y si no está al nivel y decides no escribirlo. No es una derrota,
es tu forma de esquivar la presión y de paso darte un respiro mental. Y es que en un mundo
donde todo se exhibe, guardarte tus historias puede ser un acto de rebeldía discreta, porque
la intimidad también tiene su encanto. Hablamos a menudo del pánico a la página en blanco, ¿verdad?
Es muy recurrente, pero ¿y la otra cara? El miedo que una vez que empieces a escribir no puedas
parar. Esa espiral de revisar, corregir, comparar tu texto con los autores consagrados buscando una
perfección imposible. El miedo a meterte en un bucle de obsesión y ansiedad que te coma vivo. No
escribir puede ser tu escudo frente a ese perfeccionismo que te asfixia. Puede que prefieras
la nada absoluta antes que romperte la cabeza intentando brillar y ¿sabes qué? Es totalmente
comprensible. A veces la única forma de no volverte loco en medio de la maquinaria literaria,
esa que te pide más y más y más, es optar por el silencio. Imagina a alguien que tiene una idea
de novela y en el segundo párrafo ya está pensando en una posible portada. Hay que detordárselo en
las críticas. Un poco agobiante, ¿no te parece? Si escribir te provoca más estrés que placer, mejor
no lo hagas. Al menos no hasta que encuentres una forma de vivirlo sin sentirte en un examen
permanente. No escribir no es rendirse, es darle un portazo a la opresión del deberías publicar ya,
permitiéndote respirar sin la losa de la aprobación ajena. Y si eso te hace sentir
más aleviado, ¡bingo! Tampoco tienes que darle explicaciones a nadie, ¡a nadie! Y si en vez
de traducir cada experiencia en palabras, te limitas a vivir, que no es poco, ¿eh? Claro
que la escritura es maravillosa, pero seamos sinceros, vamos a ser sinceros, a veces puede
convertirse en otra cadena. Si tu mente pide silencio, ¿por qué forzarla a convertirlo
todo en prosa o verso?