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Las LLamas del Pecado
Adicción a los videojuegos. Capítulo 5

Adicción a los videojuegos. Capítulo 5 5n11k

27/2/2025 · 01:32:28
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Las LLamas del Pecado

Descripción de Adicción a los videojuegos. Capítulo 5 30614p

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Hoy presentamos Adicción a los videojuegos.
Capítulo 5
Me quedé unos instantes sentado en el mismo sitio, con la mente casi bloqueada,
hasta que conseguí apartar la vista de la pantalla del móvil. Lo solté en el escritorio como si
quemase. Estaba muy agobiado y no podía pensar con claridad. Decidí refrescarme un poco,
pero no quería usar el baño para no encontrarme de nuevo con Mel. Utilicé la mejor opción y cogí
una toalla limpia de mi armario y salí tan rápida y furtivamente como pude, en busca de la ayuda de
la manguera de la terraza, para darme un rápido remojón e intentar no coincidir con nadie.
En ese momento necesitaba mi espacio. Una vez finalizada con éxito la operación,
regresé a mi dormitorio y me tumbé en la cama con el móvil en la mano. Continuaba bloqueado y
sin decidirme por devolver ninguna de las llamadas. Pero, ¿por qué coño tenía que sentirme así?
Cada vez que tenía una experiencia que debería ser placentera, el sueño de cualquier chaval,
al instante siguiente me sentía fatal, como si yo hubiese hecho algo malo. Incluso me sentía
culpable y no sabía muy bien de qué. Finalmente, miré con calma todo lo que
había recibido en el teléfono y, supongo que llevado por la intuición o la cobardía,
comencé a responder según lo que me pareció más o menos urgente o importante, vamos,
lo que a mi entender me iba a causar menos problemas. Evidentemente lo primero que hice
fue responder a los mensajes de mis colegas que, poco más o menos, venían a decirme que por la
tarde estarían en la playa y planteaban la posibilidad de ir después a tomar algo. Eso
estaba bien. En segundo lugar, estaba la cuestión de Amaya. Bueno la llamaría y le diría que había
estado durmiendo, seguro que no habría más problema. Así lo hice, la llamé y respondió enseguida.
Hola guapo, pensé que ya te habías olvidado de mí. ¿Qué tal prima? ¿Cómo ha ido el viaje? Bien,
me lo he pasado casi todo el tiempo sobando en el asiento de atrás, jajaja. Ya me imagino. Oye,
que siento mucho lo de anoche y lo de esta mañana, no sé qué pensarás de mí, que te voy dejando
siempre con un calentón, pensarás que soy una cría. No, que va, mentí. Pero ya verás que
cuando nos veamos en el pueblo nos lo vamos a pasar muy bien. Amaya, no me digas eso que aún
falta mucho y me voy a desesperar, si ésta supiera el ritmo que llevo. De todas formas,
como eres mi primo favorito y te quiero mucho, pero mucho, igual hoy te envío un regalito. ¿Un
regalito? Sí, ya lo verás. Yo creo que te va a gustar. Vale, ya me tienes enascuas. Bueno,
Vicen, te envío un montón de besos, guapo. Igualmente, Amaya. Hasta pronto. Adiós, prima.
Tras finalizar la llamada me quedé pensando que me gustaba más cuando en las conversaciones con mi
prima no intervenía el sexo, por culpa de esto algo había cambiado para siempre entre nosotros,
y esa alegría que me producía hablar con alguien querido que está lejos, al que echas de menos y te
apetece ver, ya nunca iba a volver a hacer lo mismo. Bueno, otro punto solucionado. Ahora quedaba
lo más complicado, porque yo no sabía disimular con María, me conocía demasiado bien. Además,
estaba esa maldita sensación de culpabilidad que me estaba rondando constantemente la cabeza durante
el tiempo que duró todo el juego con Mel y, sobre todo, cuando mi cerebro recuperó el riego sanguíneo,
tras el orgasmo, y las hormonas se tranquilizaron. Pero es que mi propia hermanastra me lo recordaba
con sus continuas alusiones y comparativa frente a las que, claramente, parecía considerar sus
rivales en no sé muy bien qué. No tuve tiempo de seguir reflexionando porque el teléfono comenzó
a vibrar en mi mano, era María de nuevo. Esta vez no me quedaba más remedio que responder a la
llamada. La voz me salió con un hilo. Hola, María. Apenas dije esto comenzó a hablar sin parar y eso
no era habitual en ella, era evidente que estaba un tanto alterada. Hombre, Vicen. Por fin. ¿Por qué
no contestabas a mis llamadas? ¿Ya no te acuerdas de tu hermana? Solo hace unas horas que me he ido
y ya ni te acuerdas de mí, pues anda que cuando me venga a estudiar aquí ni te cuento. No es eso,

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