25 - Perros que no entienden nada 533k1e

Capítulo veinticinco perros la entrada en galicia me hubiera pasado inadvertida si no fuera por un cartel verde con letras blancas que decia comunidad de galicia eso es lo bueno de viajar en bicicleta a medida que avanzas puedes apreciar cómo van cambiando el paisaje el clima el acento la lengua el carácter de la gente puedes saborearlo todo sin preocuparte de lo que digan el reloj o el cuenta kilómetros solamente te importa el tiempo meteorológico y cómo afrontar el relieve del camino si el sol está sobre mi cabeza seques mediodía pero si empieza a irse a dormir y además hace algo de viento es hora de buscar un refugio cuando tengo hambre como si estoy muy cansado descanso y si quiero cantar pues cantó poco a poco iba aprendiendo todas las ventajas las que me ofrecía esta forma nueva de viajar días atrás charlando de mis altercados caninos un peregrino me contó su encuentro con uno de ellos lo escribo tal cual lo escuché hace un año en el camino jacobeo francés se me apareció en el camino un perro ladrando como loco me quedé quieto no tenía nada para defenderme y me quedé paralizado de miedo el perro empezó a correr hacia mí furioso y con el rostro desencajado ya me esperaba lo peor cuando al llegar a mi altura el animal se sentó dejó de ladrar y se quedó quieto y manso como un cordero me giré pensando que había alguien detrás de mí pero no vi a nadie le he dado muchas vueltas y hoy en día creo que fue el mismísimo santiago el que estaba ahí detrás sino no encuentro explicación el camino continuaba saliendo y entrando de la carretera por pistas rurales de tierra y barro en forma de zigzag sin mucho sentido en uno de aquellos giros dos perros de caza se interpusieron en mi camino me detuve dejé pasar unos cinco segundos y empecé a avanzar despacio unos metros intentando no prestarles mucha atención a pesar de sus amenazantes ladridos wordsworth era el método que mejor me había funcionado hasta entonces pero esa vez parecía no surtir mucho efecto mientras avanzaba lentamente miraba por el rabillo del ojo una finca cercana de donde al parecer habían salido aquellas fieras y al mismo tiempo procuraba no perderlas de vista entonces uno de los perros levantó durante un momento la pata delantera en amenazante pose de cazador y después empezó a seguirme sin dejar de ladrar acercándose cada vez más acabó en la leche donde está santiagueño susurre mientras miraba hacia atrás entonces una voz ronca gritó desde el interior de la finca venga pa dentro ahora mismo los perros giraron la cabeza de un lado a otro indecisos entre lanzarse sobre mí u obedecer la orden de su amo he dicho que pa dentro me cago en dios el grito sonó más cerca de repente la voz se personificó en un chaval de unos veinticinco años vestido con ropa de camuflaje que salió por la puerta con un palo largo en la mano con gestos amenazantes logró que los perros entrarán adentro y se olvidarán de mí el tipo no me dijo ni mu sin dejar de gritar a sus animales se limitó a observarme mientras me ponía de nuevo en marcha si en vez de los perros hubiera aparecido delante de mí ese tiparraco me me hubiera cagado de miedo igualmente de tálamo tales perros harto de perder tanto tiempo en atajo sin sentido decidí continuar mi viaje por el asfalto de la carretera de buen arcén no mucho tráfico y sobretodo ningún perro amenazador me topé en cambio con un atrevido puercoespín que pretendía cruzar la calzada con un ligero puntapié lo eche fuera del asfalto librándolo de una muerte segura entre en tierras gallegas por el puente que atraviesa la ría de ribadeo en la villa de vegadeo y sigo porque te veo daban ganas de asomarse al puente gritar yo cuando llegué al albergue de ribadeo ya había varios peregrinos alojados todos ellos caminantes un par de donostiarras un vizcaino y un tipo alto con rasgos que parecían indicar que procedía de india que andaba muy pausadamente y no paraba de sonreír el vizcaíno estaba de vuelta había llegado a santiago por el camino francés y ahora con mil doscientos kilómetros en las piernas regresaba a casa por el camino de la costa el camino del norte el hombre estaba un poco apurado porque no sabía si con los días que le quedaban de vacaciones llegaría a tiempo de incorporarse al trabajo y no le hacía gracia tener que tomar un autobús o un tren su ilusión era llegar a pie hasta la puerta de casa y cuando un gay no se empeña no hay quien lo pare y si lleva a capela ni te cuento