
2025-05-07 a 09 2 Diario Finca - Comunicación Rural 53m55
Descripción de 2025-05-07 a 09 2 Diario Finca - Comunicación Rural 5io
Este diario personal narra las reflexiones y experiencias del autor en relación con su vida en el campo argentino, las transformaciones del entorno rural y sus propias aspiraciones y proyectos. El autor regresa a la finca de su familia y evoca recuerdos de su infancia, contrastándolos con los cambios que observa en el presente, como la modernización de las estructuras y la transición de una economía extractivista a una más centrada en la habitabilidad y el turismo. El diario también explora la dinámica social de la región, con un enfoque en la construcción de la identidad masculina y las relaciones de poder. El autor describe su interés en comprender la tipología de los "varones anteños" y reflexiona sobre la soledad masculina y las complejidades de integrarse en una comunidad con fuertes tradiciones. A lo largo del texto, el autor expresa su deseo de desarrollar un proyecto de turismo en la zona, buscando un equilibrio entre la conservación del patrimonio cultural y natural y el desarrollo económico. También comparte sus observaciones sobre los desafíos de la comunicación en áreas rurales y los rápidos cambios que experimenta la región, lo que lo lleva a valorar la importancia de vivir el presente y disfrutar de las pequeñas cosas. 2w4z3j
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Bienvenidas, bienvenidos.
Hoy nos metemos con algo muy personal, ¿no? Son fragmentos de un diario escritos hace muy poco, entre el 7 y 9 de mayo de 2025, desde una finca en una zona rural.
Describen como un regreso a un lugar conocido, pero que, bueno, cambió.
Y reflexiones sobre la identidad, las dinámicas de ahí y un proyecto que están haciendo.
Exacto.
Son notas que, digamos, nos dejan espiar cómo se siente el paso del tiempo.
50 años, nada menos en el mismo sitio.
Pero también explora mucho las relaciones, ¿viste? Sobre todo, las masculinidades de la zona.
Y esa tensión entre usar la tierra para producir y vivir en ella, habitarla.
Nuestra idea es sacar las claves, el lugar, la gente y esa búsqueda personal del autor.
Dale, arranquemos por ahí, por el tiempo y el espacio.
El autor pone frente a frente la finca a la esperanza de su niñez con cómo está ahora, con Julián, el dueño nuevo.
Habla de cambios, ¿no? Un aserradero viejo que ya no está, ahora hay corrales modernos.
Pero, eh, bajo los mismos algarrobos donde jugaba.
Dice, la misma finca en otro mundo 50 años después.
Fuerte.
Es que esa dualidad es clave, sí.
El lugar físico sigue, pero su función, su onda, cambió por completo.
Y eso se engancha con su crítica a las fincas extractivistas.
Las ve como algo pasajero, ¿viste? Para sacar plata rápido nomás.
Y lo contrasta con su idea de fincas habitables, donde la gente viva de verdad, cuide.
Parece que busca algo más que lo útil, ¿no? Como, como cerrar heridas viejas.
Menciona una disputa por un alambre, cosas así.
Para poder mirar adelante.
Claro.
Y en ese mirar, observo mucho los hombres del lugar.
Los varones anteños, les dice él.
Cuenta de charlas, de silencios.
Y nota como una soledad del hombre.
Incluso en tipos como Miguel López, que tiene familia pero lejos.
Quiere como, como entenderlos, ¿no? Casi un estudio, dice, inspirado en Bourdier.
Para ver las relaciones de poder.
Como el trato de Julián a los empleados.
Esa cosa de mostrar quién es el jefe.
Sí, y es interesante cómo se para él frente a eso.
Describe una mezcla rara.
Como de atracción y a la vez rechazo por esas masculinidades que llama terribles.
Le dan como, ansiedad.
No sabe bien cómo meterse ahí.
Anota detalles muy, muy gráficos, ¿no? Las bromos de Robles, con esa carga medio homoerótica.
O la camioneta de Julián, la chata como símbolo de estatus.
Dice sus penes.
Hay una tensión ahí.
Entre analizar desde afuera y sentirse un poco sapo de otro pozo.
Buscando una forma de laburar más, más horizontal, dice.
Respetuosa.
Ya, pero ¿cómo? Dice algo de cómo piensa lograr esa horizontalidad.
Más allá de criticar.
Es buena pregunta esa.
No, no hay una fórmula mágica en las notas, ¿eh? Pero sí hay pistas, digamos.
La paciencia con su propio proyecto.
Lo de las cabañas.
Seguir ese consejo de David, de plasmar algo cada día, aunque sea chiquito.
Valorar los momentos juntos, como los asados, para ir entrando en la comunidad.
Parece que apuesta más por el ejemplo, por la constancia, ¿viste? No tanto por chocar de frente.
Y hablando del proyecto las cabañas.
La primera es como un símbolo, dice.
Pero choca con lo práctico.
Que el tractor no anda, que no hay señal de celular, lo típico.
Igual se aferra a esa idea.
Plasmar, avanzar de a poquito.
Y encuentra paz en su lugar, el mollar.
Dice que es muy distinto a la tensión que siente Don Dejulian.
Claro.
Ese plasmar y agradecer lo que tiene, aunque sea limitado, es como su ancla.
Sabe que tiene una base, ¿no? Aunque su idea sea distinta a la del hermano o el padre.
El proyecto no es solo construir algo físico.
Es encontrar su lugar con su identidad.
Y los asados, por ejemplo, los ve como momentos clave.
Para hacer comunidad, para que los reconozcan y de paso observa a los jóvenes del campo.
Y todo esto parece con una sensación fuerte de que todo cambia muy rápido en la zona.
Fincas que se alquilan, juicios por tierras, proyectos que nacen y mueren.
Le preocupa el futuro, ¿no? ¿Qué va a pasar en 50 años? Piensa en los hijos de Julián, en sus sobrinos.
Tiene miedo de que toda esta forma de vida se extinga.
Si esa preocupación por lo que se va, convive con un disfrute muy intenso de la hora.
Como cuando describe un amanecer hermoso en los pozos.
Y la falta de cosas básicas, como la señal.
Bueno, quizá marca esa desconexión con lo urbano, ¿no? Pero también hace al lugar único.
El desarrollo.
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