179 Una pipa gripada, un sex-appeal agonizante y las quisquillas de la paz. x3y2c

¿El gallo cómo lo tienes? Fresquísimo, ¿remedios? ¿Qué pregunta es esa? Me pones dos para empanar y me los limpias.

¡Berta! Soy mayorista, no limpio pescado.

¿Tú quieres algo, Vicente? Morirme.

Eso aquí no, eso en casa.

Antonio, ¿te importaría meter el género dentro del local? Es que si lo meto dentro, ¿no? Lo huele su ilustrísima.

Logi, por Dios, cierra la ventana.

Habrá que ventilar.

Este olor a pescado podrido es que me pone el estómago del revés.

A mí me está dando hambre.

Si mi padre levantara la cabeza...

Ese local fue el café de la Dolores, donde Abba Anders venía a ponerse cierra de negronis, antes de irse a Chicote haciendo heces.

Después se convirtió en una sucursal del Banco Hispanoamericano, cuyo director, don José María, vivía los vientos por mí, cuando yo era una mozuela.

Algún pellizquito se le escapó.

Ahora estaría en la cárcel.

Que eran otros tiempos, mujer.

Quita.

Greta, querida, ¿es que no piensas hacer nada para cerrar ese puestucho aprestoso? Anciana Betusta, tengo contrato en vigor.

Le quedan siete años de oler a mar, más de lo que le queda de vida.

Antonio, no pinches.

Ya veremos lo que duras tú ahí abajo.

Qué putada, ¿eh, marquesa? Yo es que desde que cogí el COVID no vuelo.

Y a estas dos ordinarias, recuérdales que esto es un edificio señorial y no una playa de venidor.

Si es que no hacen caso.

Señora presidenta. ¿Qué? Mudanza y no han avisado.

Pues mira, ya se nos ha arreglado el día.

Lo que nos faltaba. Vigila que no rompan nada.

Y limpia eso.

Limpio y vigilo.

Las dos cosas.

Perdona.

Perdona, ¿a qué piso vais? Segundo interior izquierdo.

El que estaba vacío.

¡Olé! Vecinos nuevos para torturar.

¿Y si probamos a llevarnos bien con la gente? ¿Para qué? Pues para que nos inviten a sus casas y así llevarnos souvenirs, que nos faltan cucharillas.

Mira, para meterme en casa de alguien y robarle no necesito ser su amiga.

Necesito una bolsa.

Perdona, yo no robo.

Colecciono cosas ajenas.

¡Hostias! ¿Esa es Yoli? ¡Ay, nena! ¡Ay, pero qué delgada estás! ¿En qué queda? Bueno, ¿estamos enfadadas? Sí, sí, sí, pero me puede más la curiosidad que el rencor.

Ay, Manoli ha muerto.

¡Oh! Le he dado un infarto con la quinta pizza.

Jamás olvidaré sus últimas palabras.

¿Qué te dijo? Me duele aquí.

Sí, nada más que te cagaste y cerraste el pico.

Ay, sí, me puse a entrenar como una loca.

De hecho, ya tengo mi propia app, mira.

Yoli Fit.

¡Ay, cuántas novedades! Vamos para casa y me lo cuentas todo.

Que no voy a vivir contigo, pero te aguanto.

¿Y entonces con quién vas a vivir? ¿Conmigo? Chicos, por aquí, no hay ascensor.

Yo avisé, ¿eh? ¿Prefieres vivir con la chihuahua en un interior que con tu madre, eh? ¡Hasta luego! Cojonudo, pues seguimos viviendo juntas.

No acaba nunca el sufrimiento de una madre.

La que sé a decir.

Pobre Noelia.

Hecho de menos es que lo frío que me recorría la espalda cada vez que sonaba el timbre.

¿Tú no te quejabas de compartir rellano con una loca? Fermín, que se tiró de un tercer piso por nuestra culpa.

Lo hicimos con la mejor intención.

Yo empaticé como padre que no pudo ser padre.

Ojo que ella apuña a los vecinos por un aire acondicionado.

El universo siempre busca el equilibrio.

Somos peleles del karma.

¿Dónde vas con la maleta? A vivir con Lola Lambiambi.

Lo siento.

¿Te vas? Me duele dejarte solo, pero mi hija me necesita.

Claro, claro. La familia es lo primero.

Ha sido bonito, maestro.

No me has valorado como merezco, pero no te guardo rencos.

Ya nos veremos por las zonas comunes y comentaremos esta bonita historia de soledades compartidas.

Adiós, Fermín.

Adiós.

¿Se ha ido?