
1.916- Devocional Salmos 105:37-38, “Libres del pecado, siervos de la justicia", Pastor Iván Reyes, 03-05-2025. 4t2v17
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Egipto en la Biblia pasa a ser un símbolo del mundo de opresión, de esclavitud, un símbolo de resistencia al Señor, resistencia al Todopoderoso. Así es el mundo, el mundo no quiere nada con Dios, se aleja de Dios cada vez que hablamos de él en términos públicos. Normalmente ocurre que hay un rechazo categórico de parte de la gente, en un porcentaje altísimo, porque no quieren nada con Dios.
Pensamos ¿por qué? ¿por qué hay ese rechazo tan fuerte y tan firme de parte del ser humano en forma natural a Dios? Obviamente hay varias razones, pero una es la que menciona el apóstol Juan cuando relata lo que el Señor Jesucristo mismo dijo, que la luz había venido al mundo pero los hombres amaron mal las tinieblas que la luz. El mundo está en tinieblas y entonces odia la luz. Nadie que está sucio quiere ser expuesto y la luz es la que lo expone, como dice Pablo a los Efecios en el capítulo 5.
Es decir, estas son razones y muchas otras por las cuales el mundo rechaza al Señor y tiene un aborrecimiento hacia Dios, aunque no lo manifieste públicamente, ni lo manifieste tampoco en palabras, sino que simplemente está enraigado en sus corazones por el hecho de que nacemos en pecado y todos, todos somos parte de ese mundo hasta que el Señor extiende su mano para sacar a algunos por su gracia y llevarnos a la luz al reino de su amado Hijo, como dice el apóstol Pablo a los colosenses.
Es decir, hay una obra gloriosa que el Señor hace para poder sacar de la condición en la que naturalmente todos los seres humanos estábamos de ese mundo de opresión, de ese mundo de oscuridad, donde no podemos ver las cosas esenciales. Somos insensibles a la voz de Dios, somos insensibles también a las cosas de Dios y somos ciegos frente a esa realidad porque estamos en tinieblas y las tinieblas cubren absolutamente todo.
Nuestra capacidad racional la distorsiona, nuestra capacidad emocional y nuestra capacidad de decidir, de voluntad también está sujeta, presa bajo ese concepto de esclavitud que representa Egipto obviamente. En ese sentido literalmente Egipto era eso para los israelitas. Los israelitas estaban en Gosen, en una de las ciudades de Egipto, por la petición que José hizo a Faraón en su tiempo, pero después de toda esa cantidad de años, 400 años, los israelitas se empezaron a ser oprimidos duramente por los egipcios y empezaron entonces a sufrir y empezaron a aclamar que alguien los ayudara y los sacara de esa condición. Habían sido pisoteados, insultados, deshonrados. Egipto entonces era una opresión terrible para ellos.
Sin embargo el Señor cuando en su momento, cuando el tiempo de Dios llegó conforme a su plan y su propósito, extendió su mano para sacarlos de allí.
Liberación, eso es lo que vimos ayer. La liberación que el Señor hace es extraordinaria, que hizo con los israelitas es tremenda y que terminó precisamente con el sacrificio de un cordero. De allí el punto focal de la liberación. La liberación fue gracias a un cordero porque el cordero que murió en el lugar de los israelitas en ese sentido entonces permitió que ellos fuesen liberados de la muerte y sacados a la vida a través de la mano poderosa de Dios. Pero el Señor no sólo se conformó con eso sino que sacó a los israelitas digamos cambiando el corazón natural de los egipcios de odiosidad hacia ellos para que incluso salieran ricos y con muchas cosas, con muchos bienes materiales. Dios los sacó, los trajo con oro y plata como dice el versículo 37.
Dios les dio poder para pedir y que le dieran lo que ellos pidieron. Ahora de esa manera entonces vemos la mano invisible del Señor obrando otra vez en el corazón de los egipcios. Los indujo a proporcionarles lo que pedían porque la riqueza en definitiva es del Señor y por lo tanto él podía obrar en sus corazones porque sus corazones estaban en sus manos y podía dárselas a los israelitas como ocurrió efectivamente en el versículo 37.
Las vidas de estos hombres que habían sido esclavizados, amargadas por la servidumbre, por la opresión de sus exactores como dice el libro de éxodo capítulo 3 cuando Dios llama a Moisés y le dice que saque a su pueblo de la esclavitud porque ha oído su gemido, su dolor, su aflicción con la cual ellos confiaban.
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