
01_(Libro) Hombres, los odio, de Pauline Harmange 4f4i1w
Descripción de 01_(Libro) Hombres, los odio, de Pauline Harmange 4ja2e
La rabia femenina está mal vista. Odiar a los hombres es una forma de dejar de sobrevalorar lo masculino. Nos ayuda a descubrir y valorar a otras mujeres, a unirnos. «Es nuestra ira lo que responsabiliza a los hombres de sus actos y da impulso a todas nuestras revoluciones». Si quieres leer el artículo original, lo tienes en pecadospatriarcales.com 2o6hd
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Hoy leo el artículo sobre el libro Hombres, los odio, de Pauline Armand.
Hace unos años, procrastinando en internet, me crucé con la portada de un libro que se
llamaba Hombres, los odio. Lo pedí inmediatamente, claro. Estaba enfurecida en ese momento. La
verdad es que sigo enfurecida, pero no igual. Las emociones evolucionan. Con este libro
pude no sé si canalizar mi ira, pero sí aceptarla, respetarla, incluso amarla. Porque
me enseñó lo necesario de una palabra que nunca antes había utilizado. La misandria.
¿Qué es la misandria? Bueno, si la definimos como odio hacia los hombres, claro, está muy,
creo que muy mal vista. Eso era lo que me incomodaba. Tener motivos de sobra para sentir
esa rabia y no poder expresarla con tranquilidad. Cuando la dejabas salir, parecía algo irracional,
como un trauma que has de superar. Ya se te pasará. Al final encontrarás a un hombre
con el que te entiendas, claro que los hay. Eso me decían.
Paréntesis, esa es otra. Siempre la solución es un hombre que te quiera. De esto ya hablaré
en otro momento. Cierro paréntesis. La verdad es que esos comentarios solo alimentaban mi rabia,
como cuando te pones nerviosa y llega alguien a decirte que no te pongas nerviosa. Como cuando
tienes miedo y te dicen que no tengas miedo. Igual de absurdo. Dice Pauline, acusar de misandria es
un mecanismo de silenciamiento. Una forma de acallar la ira, en ocasiones violenta,
pero siempre legítima de las oprimidas hacia sus opresores. Cierro comillas.
En realidad no es más que otra forma de violencia patriarcal, como bien dice. Deslegitimar,
silenciar… ¿cómo lo hacen? Cuando se nos acusa de odiar a los hombres, parece que dan a entender
que repetimos la misoginia, pero al revés. El argumento es, si estamos de acuerdo en lo
nocivo del machismo, no puedes llegar tú ahora y hacer lo mismo, pero con ellos.
Perdona, ¿lo mismo? ¿Dices que hago lo mismo que hacen ellos? Como si la misoginia no fuera
gratuita y conveniente para la parte interesada. Y como si la misandria, en el caso de que existiera,
no fuera un mecanismo de defensa, una reacción de supervivencia como una puñetera catedral.
Escucha, incluso si así fuera, si fuera lo mismo. Entonces hay una cosa que está bien clara. La
misandria no existe. Pauline, usamos ya su nombre de pila, que es como una amiga para nosotras,
nos explica perfectamente por qué la misandria no existe. Y es fácil y evidente. La misoginia
es un sistema. Cuando llamamos misógino a un director de cine, a un escritor, político,
jefe, vecino, hermano, marido, nos referimos a él como una de las patitas de una gran estructura.
Son como granitos de arena en un desierto patriarcal. No es cosa suya. Ese maromo,
ese granito de arena, no ha inventado nada. Solo se deja llevar por la corriente que, eso,
le llena de privilegios. Si existiera la misandria, habría montones de hombres oprimidos, humillados,
limitados o, peor, mutilados, apaleados, asesinados por mujeres. Y no los hay.
O sí. Espera, aunque conozcas a una mujer muy mandona que lleva el calzonazos de su marido
por donde quiere, no es eso. Eso no es parte de un sistema. Esa mujer ha encontrado su propia
manera de que ese hombre haga algo en casa o en la vida. Y esto me recuerda a un chiste brillante
de Patricia Sornosa, que dice algo así. Si eso de feminazi es cierto, entonces el
holocausto feminazi como es. Millones de hombres planchando sus propias camisas.
Pauline dice, ya no saben cómo ligar, cómo ir en ascensor con sus compañeras de trabajo,
cómo hacer bromas. En fin.
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