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Relatos Sexuales Liberales
La verga madura de mi vecino me abre el culo.

La verga madura de mi vecino me abre el culo. 3y4a12

24/5/2025 · 26:50
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Relatos Sexuales Liberales

Descripción de La verga madura de mi vecino me abre el culo. 5k48n

La verga madura de mi vecino me abre el culo. Mi esposo y el vecino se la llevan bien, yo en cambio, termine dándole el culo. si quieres y gustas aportar al canal puedes arnos por o el pay pal [email protected] paypal.me/relatossex fuente / autor https://www.todorelatos.com/relato/232688/ 2a4l5t

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La verga madura de mi vecino me abre el culo. Mi esposo y el vecino se la llevan bien, yo en cambio termine dándole el culo. Para esa época, nos mudamos a esta casa, un barrio tranquilo, rodeado de familias normales, niños en bicicletas y perros que ladran sin pausa. Era justo lo que queríamos, estabilidad, calma, una rutina que pudiéramos construir juntos. Nuestros vecinos, Julián, el padre, debía rondar los 48. Parecía militar retirado, firme en su postura pero amable en el trato.

Su esposa Amanda, una señora muy amable de la misma edad que poco se veía pasar por allí.

Yo tenía 23. Apenas unos meses de casada con Andrés y con la sensación, todavía presente, de estar probándome un traje que me quedaba algo grande. Si me hubieras preguntado hace unas semanas qué pensaba de él, habría respondido que era sólo eso, el vecino del frente. Correcto, educado, con buena relación con Andrés, con quien suele cruzar palabras cada tanto en la acera.

Yo, en cambio, apenas le dedicaba un saludo con la mano desde lejos. Nunca hubo nada más allá.

Hasta esa noche. Una reunión sencilla, una parrillada en su patio, con otros vecinos y algunos amigos de él. Andrés aceptó encantado y yo lo acompañé sin darle demasiada importancia.

Me puse un vestido de lino color crema, ajustado en la cintura, con un escote cuadrado que dejaba al descubierto el inicio de mis clavículas. Las mangas caían suavemente por mis hombros y el bajo terminaba justo a media pierna, lo bastante largo para ser correcto, pero con la tela lo bastante ligera para dejar que la brisa jugara con mis movimientos. Sin sujetador, porque no lo necesitaba con ese corte y con unas sandalias de cuero con tiras finas que me hacían sentir coqueta sin esforzarme demasiado. Me recogí el cabello en un moño suelto, dejando escapar algunos mechones. No era para impresionar a nadie, simplemente quería sentirme cómoda.

Aunque, de algún modo, sabía que me veía bien. Pensé que sería una noche más. Y en parte lo fue, pero también fue el inicio de algo que no supe nombrar en ese momento. Algo que empezó a cambiar la forma en la que lo miraba, aunque aún no lo sabía. La casa de Julián se veía distinta esa noche. Las luces del patio colgaban entre los árboles como los ciernagas inmóviles y la música suave llenaba los espacios entre las conversaciones. Era una reunión sencilla, con carne asándose en la parrilla y copas de vino pasando de mano en mano. Andrés estaba encantado.

Yo, más bien, me dejaba llevar. Había saludado a Julián apenas llegamos, como siempre, con una sonrisa cordial, nada más. Llevaba una camiseta gris que le ajustaba los hombros y el pecho, y unos jeans sencillos. Durante la noche, las conversaciones entre hombres se volvieron evidentes, no teniendo más remedio que buscar algún grupo de señoras no tan viejas con quien pudiera conversar. En algún momento de la noche, busqué escapar al baño y dedicarme a algo más emocionante, mirar mis redes sociales o tomarme una foto en el espejo. Al salir, me crucé con Julián.

—¿Cómo va la reunión? —dijo con su voz grave mientras pasaba junto a mí con una copa de vino en la mano, haciendo su cuerpo hacia un lado para darme paso y continuar cada uno su camino.

Pero no alcancé a contestar. —Ese vestido debería venir con advertencia —dijo, sin mirarme directamente, como si el comentario fuera casual apenas lanzado al aire. Y luego se alejó, dejando su aroma, a madera, a algo limpio y masculino, flotando unos segundos detrás de él.

Me tomó por sorpresa. Me giré, buscándolo, pero él ya estaba charlando con otro grupo, como si no hubiera dicho nada fuera de lugar. Lo miré con un poco de asco. Se movía con una confianza que no había notado antes, como si todo a su alrededor le respondiera. Sus brazos, firmes, marcaban cada vez que levantaba algo de la mesa o cortaba carne.

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