
Descripción de La ventana de H.Murakami w1o2e
Hermoso texto de H.Murakami, incluído en el libro El elefante desaparece, publicado en 2016. 3r5o3t
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
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Te dejo el link en la descripción del episodio.
Muchas gracias y vamos a la próxima lectura.
Una ventana, de Haruki Murakami, incluido en el libro El elefante desaparece, publicado en 1993 en Japón.
12 de marzo.
Saludos.
El frío disminuye poco a poco y por el brillo del sol parece como si hoy se oliese ya la primavera.
Espero que usted esté bien.
Leí con sumo placer su carta del otro día, la parte en la que detalla la relación entre las hamburguesas y la nuez moscada me pareció escrita con frases precisas, llenas de vida.
Sentí el cálido aroma de una cocina, el ruido del cuchillo al cortar la cebolla.
Si una carta logra transmitir esas sensaciones, es casi como la vida misma.
Al hacerlo sentí unas ganas irrefrenables de comerme una hamburguesa y nada más al terminar fui al restaurante cercano y pedí una.
Tenían ocho tipos distintos, al estilo de Texas, de California, de Hawaii, de Japón, cosas así.
La Texana era enorme.
Si los de Texas lo supieran probablemente se sorprenderían mucho.
La hawaiana llevaba piña, la de California se me ha olvidado.
Y la japonesa nabo rayado.
El restaurante estaba decorado con gusto y las camareras eran muy monas, con faldas muy cortas.
No fui allí para deleitarme con la decoración ni con la visión de las piernas de las camareras, fui solo a comer una hamburguesa, una hamburguesa normal y corriente al estilo de ningún sitio en particular.
Así se lo dije a la camarera que me atendió, quería una hamburguesa simple.
Lo siento, se disculpó ella, pero tenemos hamburguesas de ocho estilos distintos.
No podía reprocharle nada, obviamente, no era ella quien había elaborado el menú ni tampoco quien había elegido ese uniforme.
Sonreí, pedí una hawaiana.
Me ofreció pedirla sin piñas y eso era lo que quería.
El mundo es un lugar extraño, solo quería una hamburguesa simple y la única forma de conseguirla era pedir una hawaiana para quitarle la piña después.
Por cierto, la suya era normal y corriente, ¿verdad? Leí su carta y solo deseaba comerme una.
Comparado con eso, el párrafo en el que escribe sobre las máquinas de venta automática de billetes de la Compañía Ferroviaria Nacional me resultó un tanto superficial.
Su perspectiva sobre el asunto es interesante, pero no me parece que consiga transmitir bien del todo la atmósfera de la escena de los lectores.
No se esfuerce tanto en ser una observadora perpicaz, se lo ruego.
Al fin y al cabo, la escritura no es más que una improvisación.
Mi calificación de su carta en esta ocasión es de 70 puntos.
Su estilo mejora poco a poco, no es impaciente.
Tan solo trabaje duro como ha hecho hasta ahora.
Espero expectante su siguiente carta.
Ojalá llegue antes de la primavera.
Posdata, muchas gracias por la caja de galletas surtidas.
Estaban muy buenas.
Según las reglas de nuestra sociedad está prohibido el intercambio personal más allá de las cartas.
Y por eso debo pedirle que a partir de ahora no se tome tantas molestias.
En cualquier caso, se lo agradezco mucho.
Estuve un año en ese trabajo por horas.
Yo tenía 22.
Había firmado un contrato con una pequeña empresa de un nombre extraño, Sociedad de la Pluma, con sede en el distrito de Hidabashi.
Me pagaban 2.000 yenes por carta y escribía unas 30 al mes.
Aprenderá a escribir cartas conmovedoras, decía el anuncio en prensa.
Los de la sociedad pagaban una matrícula al ingresar, además de una tasa mensual.
Debían escribir cuatro cartas al mes.
En nuestro caso, los así llamados maestros, respondíamos a ellas con nuestros comentarios, con correcciones, impresiones y sugerencias como las que aparecen en el ejemplo anterior.
Fui a la entrevista nada más al leer el anuncio en la sección para los estudiantes del tablón de anuncio de departamentos de literatura de la universidad donde estudiaba.
Varios acontecimientos me habían forzado a retrasar la graduación del año y mis padres habían decidido rebajar mi asignación mensual.
Por primera vez en mi vida me veían la obligación de ganarme la vida por mí mismo.
Aparte de la entrevista, me pidieron que escribiera varias cosas y una semana más tarde me contrataron.
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