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Intangible pero cierto
Un salto histórico; también para la publicidad

Un salto histórico; también para la publicidad 6n2ap

27/3/2025 · 14:00
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Intangible pero cierto

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Felix Baumgartner saltó desde la atmósfera y no solo batió el récord de salto libre sino también el de retransmisiones en streaming por Internet. Red Bull, la marca que se ha construido apoyando los deportes extremos, asumió sus propios riesgos con esta campaña, y triunfó. 4j6n2a

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Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Bienvenidos a Intangible pero cierto, el podcast que explica con historias verdaderas qué es eso del valor de marca y por qué quien lo tiene hace la diferencia. Si te interesa el marketing y la publicidad habrás oído decir que estamos en la era del branded content, una expresión que de tanto usarla para todo corre el peligro de acabar no significando nada. Literalmente branded content significa contenido de marca, pero no cualquier contenido, sino ese que despierta en el espectador el deseo de ser consumido, es la publicidad que no busca a su audiencia sino que la atrae.

Por eso la historia que os vamos a contar hoy puede servir para devolver al branded content su verdadero significado o tal vez para llevarlo más allá.

Hablamos del que tal vez sea el contenido de marca más buscado y consumido en directo y en diferido en toda la historia de la publicidad. Esta campaña de Red Bull es al branded content lo que el famoso spot de Apple 1984 dirigido por Ridley Scott fue para la televisión o los anuncios de Volkswagen de Bernbach para la prensa. Al fin y al cabo pocas campañas pueden permitirse preguntas como esta ¿dónde estabas tú cuando Felix Baumgarner dio el salto desde la estratosfera? Pero empecemos por el principio vamos a hablar de un genio de Salzburgo. No, ese genio no, el otro, el genio del marketing. Se llamaba Dietrich Mateschitz y su gran aventura empresarial empezó con un viaje a Tailandia.

Allí conocía una familia que fabricaba una bebida estimulante que los soldados del ejército tailandés consumían para mantenerse despiertos y en forma. La primera genialidad de Mateschitz consistió en darse cuenta antes que nadie de que esa bebida energética podía ser un producto de consumo mundial. La segunda el acuerdo al que llegó con la familia Jovitia a cambio de la fórmula secreta de su bebida recibirían el 49% de los beneficios de las ventas que dicho así puede parecer mucho pero es que el astuto Mateschitz se reservó el 100% de los ingresos por las ventas de la licencia del nombre Red Bull. O sea que nuestro Mozart del marketing sabía que estaba creando mucho más que una bebida.

Red Bull estaba destinada a convertirse en una marca que llegaría a ingresar mucho más por el contenido de marca que por la venta de bebidas. Genial y premonitorio. Naturalmente la bebida tardó poco en ser un éxito de ventas en todo el mundo. Su famoso eslogan Red Bull te da alas es un ejemplo perfecto de lo que en publicidad se llama vender el beneficio del producto en lugar del producto. Aunque otros fabricantes muy poderosos han lanzado también su bebida energética Red Bull ha conseguido identificarse con la categoría de producto. Un sueño para todo ejecutivo de marketing. Pero ahí no termina la historia. El astuto Mateschitz sabía que tenía un filón en la licencia de la marca y empezó a utilizarla para producir eventos deportivos y culturales.

Pasados unos pocos años Red Bull además de una bebida energética era también un campeonato, una exposición, una batalla de gallos de hip hop, una academia de música, una escudería de fórmula 1, un equipo de fútbol y hasta un canal de televisión. Es entonces cuando aparece en nuestra historia otro paisano de Salzburgo, el aviador Felix Baumgartner, un amante de los desafíos extremos. Dejemos que sea él quien nos cuente lo que sucedió. Dicen que mirado de cerca nadie es normal, que todos tenemos algo especial que nos hace diferentes. Si eso es así, mi manera de no ser normal es mi pasión por los saltos. No me refiero a cualquier salto, a mí me gustan los saltos grandes, peligrosos, espectaculares y sobre todo los saltos que nadie ha hecho antes.

Desde niño me ha gustado poner a prueba mis propios límites, expandirlos. Entenderéis que nunca podría haberlos llevado tan lejos en ayuda, pero el destino me tenía reservado un encuentro afortunado, además donde menos me lo esperaba, en mi propia ciudad. No recuerdo cuándo fue la primera vez que oí hablar de Dietrich, el fundador de Red Bull. Probablemente fue cuando yo era sólo un niño que jugaba en las calles de Salzburgo y soñaba con volar. En mi ciudad decir Dietrich Mateschist es como decir Vorhan Amadeus Mozart. Pero bueno, para hacer esta historia más corta diré que además de paisanos somos viejos.

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