Tiempo de Ley 27/01/2025 6fi54

Tiempo de Ley. Producido por Oír y Ver, presenta y dirige Jorge F.
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Buen día a los oyentes de Tiempo de Ley. Mi nombre es Mariano Mezarrelles, soy magistrado
y ito desde ya cualquier opinión adversa la que voy a expresar ahora,
pues he aceptado el desafío de hacer el editorial del programa.
Aflora en los medios una nueva iniciativa del Ejecutivo relacionada con el Poder Judicial.
Esta vez para introducir variaciones relevantes en el sistema de a la carrera judicial.
Iniciativa que apenas deje enfriar la anterior que buscaba, entre otras cosas,
no solo abolir de hecho la acusación popular, sino limitar la libertad de expresión de los jueces
en la medida en la que habilitaba la posibilidad de su recusación sobrevenida por esta circunstancia.
Entonces y ahora se traslada a la opinión pública que la democracia tiene un problema con el Poder Judicial
y que urge adoptar medidas desde el Poder Ejecutivo para solventarlo.
Cuando los jueces reclamamos respeto a nuestra independencia el mensaje es confuso o ambiguo,
pues se nos puede tomar por adolescentes que exigimos caprichosamente hacer impunemente lo que nos dé la gana.
Por eso lo que reclamamos los jueces en realidad es que se preserve siempre nuestra imparcialidad.
Una democracia sin jueces imparciales no es una democracia
y todo lo que se haga para menoscabarla es nefasto para la supervivencia misma del sistema democrático.
La Constitución instituye el a la función pública con respeto a los principios de mérito y capacidad
y en lo que al Poder Judicial se refiere el único sistema que lo garantiza es el de oposición libre.
La oposición es pues la piedra de toque.
La oposición, por su absoluta transparencia y objetividad, no puede ser el problema.
Al contrario, la oposición libre debe ser la solución.
Quien oposita demuestra que tiene las dos cualidades básicas para ocupar el cargo.
La primera es la vocación y la segunda, y no menos importante, es la aptitud para ocuparlo.
La oposición libre permite al individuo ascender tanto como su capacidad le permita.
La oposición es refractaria a toda clase de condicionantes sociales, económicos, culturales, políticos, religiosos, ideológicos.
El mejor preparado de los aspirantes sometido a una prueba objetiva en un acto público ganará la plaza.
Así de sencillo.
Y así son seleccionados actualmente los jueces en España.
Cierto es que hay un lugar en el cielo para los opositores que no tuvieron suerte
pero eso no puede servir para convertir la excepción en regla.
Especialmente cuando nadie reflexiona al respecto de cómo entran en sus cuerpos respectivos nuestros pares,
como serían notarios o registradores de la propiedad, abogados del Estado...
En fin, hay que decir que en España existió un quinto turno para al Tribunal Supremo desde antiguo
y que muy buenos profesionales accedieron por el cuarto turno a la cualidad de magistrado.
Pero replantearse el sistema, y más en las circunstancias actuales en las que los jueces somos protagonistas a nuestro pesar,
es cosa muy preocupante.
¿Qué los preparadores cobran? Pues paguen sueldos dignos a los jueces y lo harán gratis et amore como lo hacen los notarios.
Los preparadores no son ayatolás que convierten a sus alumnos en feroces discípulos
ni los preseleccionan por sesgos ideológicos o de otro tipo, pues jamás se habla con ellos de estas cuestiones.
Al contrario, los preparadores son la luz en la tiniebla de los opositores.
La preparación particular y remunerada no es corrupción, sino evidencia de que algo falla
cuando el juez tiene que buscarse un pluriempleo para integrar sus modestos ingresos.
Sea como fuere, la preparación es exclusivamente técnica,
y pretender que la memoria no es parte de la inteligencia y su ejercicio resulte inútil es a su vez ridículo.
En este caso, habría que preguntarse qué utilidad tendría estudiar cualquier carrera o cualquier formación de cualquier tipo.
Un arquitecto, un médico, un fontanero no sabe lo que sabe por sentido común, sino porque ha tenido que estudiarlo antes.
Que ningún talento se pierda por falta de medios, lógicamente, y si las becas que hay no son suficientes, pues amplíense.
Los que conocemos el esfuerzo sobrehumano que implica hacer la oposición,
y en mi caso, el milagro de su culminación exitosa, sabemos de lo que hablamos.
Y los que no lo han visto, no lo han visto.