
Segunda Fundacion de Isaac Asimov - Capítulo 4 (Audiolibro en español con voz humana) 2k1f17
Descripción de Segunda Fundacion de Isaac Asimov - Capítulo 4 (Audiolibro en español con voz humana) 1s6j1i
Continuamos con la lectura de Segunda Fundación, de Isaac Asimov, en este caso con el tercer interludio de la novela y a continuación el capítulo 4. Conviértete en FAN de Divergencia Cero e invítanos a una birra al mes para darnos fuerzas para seguir grabando y, de paso, escuchar todo el contenido disponible del podcast: FUNDACIÓN (Completo en IVOOX): https://go.ivoox.descargarmp3.app/rf/80053057 FUNDACIÓN e IMPERIO (Completo): https://go.ivoox.descargarmp3.app/rf/137705767 Y muchos, muchos más. Este programa y todos se pueden escuchar en abierto en Youtube: https://www.youtube.com/@DivergenciaCero FUNDACIÓN COMPLETO EN YOUTUBE:https://youtu.be/TbbfIaBEJpw?si=mWM0KVKhRJzHnqa1 FUNDACIÓN E IMPERIO COMPLETO EN YOUTUBE: https://youtu.be/RmS9RzhvAoo?si=7IXHyMoT-fFcf9N9 ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/666521 5em41
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
Segunda fundación de Isaac Asimov. Primera parte. El mulo inicia la búsqueda. Tercer interludio. El
primer orador contempló pensativamente el cielo nocturno. Nubes alargadas flotaban entre el débil
fulgor de las estrellas. El espacio parecía activamente hostil. Era frío y terrible en
sus mejores momentos, pero en aquellos instantes contenía a un extraño ser. El mulo. Y aquel
contenido parecía oscurecerlo con su maligna amenaza. La reunión había terminado. No había
durado mucho. Se plantearon las dudas y preguntas inspiradas por el difícil problema matemático de
tratar con un mutante mental de características inciertas. Debían ser consideradas todas las
permutaciones externas. ¿Estaban aún así en lo cierto? En alguna parte de aquella región del
espacio, a una distancia accesible, teniendo en cuenta la inmensidad de los espacios galácticos,
se encontraba el mulo. ¿Qué se proponía hacer? Era bastante fácil manejar a sus hombres. Estos
reaccionaban, y estaban reaccionando, de acuerdo con el plan. ¿Pero qué haría el propio mulo?
Capítulo cuatro. Dos hombres y los ancianos. Los ancianos de aquella región particular de
Rossem no eran exactamente como uno los hubiera imaginado. No era una mera extrapolación de la
clase campesina. Más viejos, más autoritarios, menos amables. Nada de eso. La dignidad que les
distinguió en el primer encuentro fue incrementándose hasta darle impresión de ser su
característica predominante. Se sentaron alrededor de la mesa ovalada como pensadores graves y de
movimientos lentos. La mayoría había llegado a la senectud. Los pocos que lucían barba la
llevaban corta y bien cuidada. Algunos parecían tener menos de 40 años, lo cual ponía de manifiesto
que el título de ancianos era más un término respetuoso que una descripción literal de su
edad. Los dos hombres llegados del espacio exterior se sentaron a un extremo de la mesa,
y durante el solemne silencio que acompañó a la frugal comida, más ceremoniosa que nutritiva,
se dedicaron a observar los contrastes de aquel nuevo ambiente. Después de la comida y de una
o dos respetuosas indicaciones, demasiado cortas y sencillas para ser calificadas de discursos,
por parte de los ancianos que al parecer gozaban de mayor estima, en la asamblea reinó cierta
informalidad. Fue como si la dignidad de saludar a personajes extranjeros hubiera cedido el paso
a las amables y rústicas cualidades de la curiosidad y el compañerismo.
Rodearon a los dos extranjeros y les acribillaron a preguntas.
Preguntaron si era difícil manejar una astronave, cuántos hombres se requerían para hacerlo,
si era posible fabricar mejores motores para sus coches de superficie, si era cierto que rara
vez nevaba en otros planetas como se decía que era el caso de Tazenda, cuántos habitantes tenía
su mundo, si era grande como Tazenda, si estaba lejos, cómo tejía sus ropas y qué les prestaba
aquel brillo metálico, por qué no llevaban pieles, si se afeitaban todos los días, qué clase de
piedra era la que había engarzada en el anillo de Pritchett. La lista parecía no tener fin.
Y casi siempre las preguntas iban dirigidas a Pritchett, como si por el hecho de ser el
de más edad le confiriesen automáticamente una mayor autoridad. Pritchett se vio obligado a
contestar cada vez con mayor detalle. Era como sumergirse entre un grupo de niños.
Las preguntas tenían una total y desarmante ingenuidad. Su ansiedad de saber era completamente
irresistible. Pritchett explicó que las astronaves no eran difíciles de manejar y que la tripulación
variaba de uno a varios , según el tamaño. Que desconocía los detalles de los motores de sus
coches, pero que sin duda podrían perfeccionarse. Que los climas de los planetas eran tremendamente
diversos. Que en su mundo vivían muchos centenares de millones, pero que era mucho
más pequeño e insignificante que el gran imperio de Tazenda.
Comentarios de Segunda Fundacion de Isaac Asimov - Capítulo 4 (Audiolibro en español con voz humana) 133o3p