Saltar al vacío y no morir en el intento l5gd

Mi nombre es Bisi Rodríguez y esto es Recalculando Ruta.

¡Bienvenidas y bienvenidos! Una semana más, en este espacio seguimos hablando de cambios, de esos momentos de la vida en los que te planteas si seguir igual o hacer algo diferente.

Hoy quiero hablar de un tema que nos toca a todos en algún momento, los saltos al vacío.

Los saltos al vacío los definiría más o menos como esos momentos en los que sientes que necesitas cambiar algo pero el miedo te paraliza. ¿Sabes de qué te hablo, no? Esa sensación de estar en la orilla de un acantilado mirando hacia abajo y pensando ¿y si salto? ¿y si todo sale mal? ¿y si me estrello? ¿si me rompo la cabeza? ¿y si me quedo sin trabajo, sin dinero, sin dignidad y acabo viviendo en un sofá ajeno comiendo fideos instantáneos? Porque, itámoslo, cuando pensamos en hacer un cambio, la mente no nos lleva a escenarios razonables, no.

Nos vamos directos al apocalipsis personal. Y esto no es casualidad. Nos han entrenado mal. Desde que somos pequeños nos enseñan a evitar los riesgos. No te subas ahí, te vas a caer. No corras, te vas a hacer daño. No metas los dedos en el enchufe. Bueno, este último sí es un buen consejo, la verdad. Y después crecemos. Los mensajes cambian, pero mantenemos la misma dinámica.

No dejes tu trabajo fijo. Y si no encuentras otro, hazte funcionario. Es mucho más seguro.

No termines esa relación. Y si te quedas solo, no pruebes algo nuevo. Y si fracasas, en resumen, nos educan para que nos quedemos en nuestro sitio, bien quietecitos, sin arriesgar demasiado. Pero ¿y si te dijera que la mayoría de las veces cuando saltas al vacío no te rompes la cabeza? Porque esa es la gran mentira.

Nos han hecho creer que el vacío es peligroso, que si te atreves a saltar, lo más probable es que termines arrastrándote en el suelo recogiendo los pedacitos de tu dignidad. Pero la realidad es que, cuando saltas, lo más probable es que haya un colchón esperándote. Y ese colchón no es un milagro. No es cuestión de suerte. Ese colchón es la gente que has ido reuniendo a lo largo de tu vida y también es tu preparación.

Pero espera, porque cuando hablo de preparación no me refiero a la carrera que estudiaste hace años. A ver, está genial si tu formación encaja con lo que quieres hacer, pero ¿qué pasa cuando no? La vida cambia, las profesiones cambian y hoy por hoy hay cosas que cuando nosotros estudiamos ni siquiera existían.

Piénsalo, ¿hace 10 años alguien hablaba de inteligencia artificial como lo hacemos ahora? No. Y hoy hay gente reinventándose por completo en este mundo. Tú quizá estudiaste Derecho, Enfermería, Arquitectura, pero resulta que te fascina la IA, el diseño web, el coaching, la nutrición, la mediación de conflictos, las criptomonedas. ¿Y qué? ¿Es tarde? No.

Lo que pasa es que nos han metido en la cabeza que formarse significa volver a la universidad y, claro, ahí es cuando nos entra el agobio. Pero es que tengo una hipoteca, pero tengo hijos, pero tengo responsabilidades, no puedo volver a estudiar cuatro años. Pues, oyente, resulta que la cosa ya no funciona así. Hoy puedes aprender de mil maneras diferentes. Cursos online, certificaciones, mentorías, prácticas, contenido gratuito… Si te apetece probar algo nuevo, puedes formarte sin necesidad de desmontar toda tu vida.

Porque la verdadera preparación para el salto no es lo que estudiaste hace años, sino tu capacidad de seguir aprendiendo y adaptarte a lo que te gusta hoy. Eso por un lado. Ya somos conscientes de que podemos saltar y que nos espera un colchón. Pero quizá estés pensando que si el salto es desde muy arriba, el colchón no será suficiente. Y es verdad. Pero es que…