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Casa Drojan
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El Sacamantecas|Capítulo 2: M.A.N.T.E.C.A.

El Sacamantecas|Capítulo 2: M.A.N.T.E.C.A. 1y1m1b

25/4/2025 · 28:56
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Casa Drojan

Descripción de El Sacamantecas|Capítulo 2: M.A.N.T.E.C.A. 3u6p46

¿Te acuerdas de El sacamantecas? Bueno, él no se ha olvidado de ti, ni de la manteca que le falta. Va a conseguirla sea como sea. Esperamos que os guste esta nueva entrega de El sacamantecas. 🖤¡Muchas gracias por escucharnos!🖤 ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1192993 2o76v

Lee el podcast de El Sacamantecas|Capítulo 2: M.A.N.T.E.C.A.

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

La habitación apestaba a productos químicos. Solo unas pocas velas alumbraban la mesa donde trabajaba. De fondo se escuchaba el burbujeo de una decena de líquidos. A su derecha, en las mesas que rodeaban las provetas en plena esfervescencia, había una pila de libros dedicados a la anatomía humana, y a la izquierda, en las otras mesas, decenas de documentos sobre el comportamiento de la grasa cuando se aplica una fuente de calor.

En el centro de la mesa principal había un viejo papel quemado por los laterales, donde se reflejaban ciertas fórmulas químicas. Río, mientras leía la fórmula, pasaba sus largos y sucios dedos por el papel para repasar cada parte de la receta. Estaba muy contento, pues al fin había encontrado el momento de hacer la pócima que le daría sentido a su vida.

Sabía que era eterno, su corazón jamás dejaría de latir por mucho que las personas lo desearan. ¿Qué mal hacía? Se centraba en la limpieza del mundo. Aquellos que no eran fieles a las órdenes de sus padres serían castigados. A cambio, con la grasa que le quitaba a los desdichados, hacía las pociones que le vendía a las brujas y creaba la cura de su joroba, que aumentaba conforme envejecía.

Cuando terminó de leer la fórmula magistral, se percató de que necesitaba más grasa. Con grandes zancadas, fue hacia un pequeño armario que había justo detrás de las mesas que rodeaban las probetas, abrió las dos puertas y cogió un tarro del color de la miel de bellota. Volvió a la mesa de trabajo en varias zancadas y destapó el recipiente. En aquel momento, para su sorpresa, entró Rapunzel.

¡Oh! ¿Pero qué ven mis ojos? ¡Mi querido Sacamantecas trabajando! El Sacamantecas dio un respingo y tiró la tapa del recipiente de la grasa, que cayó al suelo con un ruido estrepitoso. Su pelo largo se enredó en la cara, tapándole los ojos. Aseguró los pies en el suelo, se apartó el pelo de la cara y miró a los ojos a Rapunzel, que lo miraba con una mueca graciosa.

Mi querida bruja Rapunzel, la próxima vez que me asustes de esta forma serás la siguiente en proveerme de manteca.

La bruja chasqueó los dedos e hizo aparecer de la nada unas mariposas verdes y azules, con puntos blancos en las alas. Los insectos se posaron en los hombros y brazos del Sacamantecas y éste soltó una risotada.

¿A qué has venido, vieja bruja? La bruja soltó la escoba encima de una de las mesas con una mueca de asco en la cara.

Soltó a aparecer una vieja silla con otro chasquido de dedos y se sentó en ella. Miró al de alrededor y dijo.

He venido por mi pócima, pedazo de tarado. La llevo esperando dos meses.

Se puso de pie, se acercó al Sacamantecas y gritó.

¿Sabes lo que es vivir con estas arrugas? Las mariposas cayeron al suelo muertas, provocado, tal vez, por el grito de su creadora.

Cuando el último de los insectos cayó al suelo, el semblante del Sacamantecas se tornó enfurecido. Nada ni nadie tenía permitido perturbar su conciencia, pues él era el rey de la noche y del terror.

Aquella maldita bruja, fuera de sí por sus arrugas, despertó el odio que siempre había sentido por aquella raza, siempre tan enfadada por su aspecto.

Mírame a mí, viejo, doblado y pálido, una belleza, rió para calmarse y dijo.

Tardaré cinco

Comentarios de El Sacamantecas|Capítulo 2: M.A.N.T.E.C.A. 154m13

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