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CUENTOS DE MEDIANOCHE
Río de las congojas

Río de las congojas m4c5y

20/4/2025 · 23:43
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CUENTOS DE MEDIANOCHE

Descripción de Río de las congojas 2ta1

Quique Pesoa es uno de los grandes narradores de la radio argentina. Cada medianoche del sábado al domingo, desgrana una narración de los grandes escritores de todos los tiempos. Relatos sociales, fantásticos, cómicos… Una verdadera colección de joyas literarias para amenizar las noches de los sábados en la mejor compañía. Aquí vas a encontrar todos los podcasts de los relatos que se emitan. i2m3k

Lee el podcast de Río de las congojas

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Cuentos de medianoche. Hoy nos toca el principio de una novela. Voy a leerte Río de las Congojas, de Libertad de Mitrópulos. Bueno, si te engancha y te gusta, buscala y lee la completa. Yo me quedé a acompañar a mis muertos, que no me dan las ganas de seguir, ni las piernas además. De tener menos años, un suponer, los hubiera secundado en tamaña locura. Por ahora es pura mortificación en derrotas y ventajas. No soy tan enteramente. Cuando llegué aquí, con Garay, yo era un mosalvete comedido y me vine sobre las agujas del río, que no soy de los que andan sobre la tierra.

La tierra es breñosa, saca ponzoña de cualquier cosa, que una espina, la nigua, la beba del sapo, las picaduras, tantos agobios. Uno es liquidado por las meras sabandijas. El agua no tiene sin embargo, se va en limpideces. ¿Dónde se ha visto un agua que no sea más rápida que el hombre? La tierra lastima los talones del que no tiene caballo y obliga a que la pisen palmo a palmo. Así pues me quedé. Veinte veces los timbúes me quemaron la casa. Otras veinte la he vuelto a levantar. Los timbúes, o más propiamente una nación que se llama Quillazos y también Calcines.

Siempre he dado batalla y ahora que ellos se van yendo me preparo para la última. Así es. Yo vine de mozo, guapo y fuerte, pero ahora no me desmerezco. Bajé de la Asunción con Juan de Garay y una runfla de mozos como yo, mestizos. El río a la vera estaba, el río ahí sigue estando, igual que el camino al que las lluvias no logran borrar. ¿Y la tierra? La tierra siempre se malquistó con ellos. No la han sabido querer. Desencantar era lo que se habían propuesto hacer con ella. Si no fuera por el río un suponer, por esos acasos, tal vez los acompañara. Soy hombre de valentías. En estas horas de pagas y pérdidas.

Desde aquí veo alardear sus arreos. Sobre los burros cargaron a sus muertos que desenterraron de la Iglesia y del Camposanto. En los carros metieron a sus mujeres y sus hijos con jamones, velas, tocino, mismamente que perros, entre jergones. Dejaron esa puerca plaza donde todavía lastiman los oídos las voces de los siete jefes ajusticiados. Uno los ve pasar por el camino bajo la lluvia, como saltimbanquis corridos del pueblo por sus raterías, y con un poco de proligidad que se ponga, allí se los ve irse, sentados en sus carros, sudorosos y maldicientes, a los hidalgos más linajudos de Santa Fe.

Tuchos en gitanerías, también allá en el remoto del río, se largaron a batir la ventura en el penoso éxodo asunseño, arrancando a la población entera tras el oro potosino. Me acuerdo de que fue Juan de Garay el que después los trajo aquí, el encargado de conducir el regreso de los sobrevivientes. Locos. Están locos. Algunas mujeres, debajo del pañuelo que ataron al barbijo, van llorando por tener, como yo, secretas razones para quedarse, y se les hace cuesta arriba esa marcha hacia el sur. Pero ellos dijeron que entre morir aquí y morir en el camino,

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