¿Quién es LA PUTA DE BABILONIA? De Apocalipsis a las religiones modernas | Símbolos y controversia 483f4e

En las páginas del Apocalipsis, ese misterioso y simbólico Libro del Nuevo Testamento, aparece una figura tan impactante como enigmática, Babilonia la Grande, también conocida como la Ramera de Babilonia.

Este personaje no es sólo una mujer simbólica, también representa un lugar cargado de oscuridad y corrupción.

Su imagen, cargada de riqueza y de cadencia, ha fascinado e inquietado a lectores por siglos.

En el capítulo 17 del Apocalipsis, se la describe con detalle.

Un ángel se acerca al vidente, comúnmente identificado como Juan, y lo invita a presenciar el juicio contra esta Gran Ramera, una figura sentada sobre muchas aguas, lo que suele interpretarse como pueblos y naciones.

Esta mujer, nos dice el texto, ha seducido a los reyes de la tierra, y su influencia ha embriagado a todos los pueblos con el vino de su fornicación, una metáfora poderosa para expresar su poder corruptor.

La visión continúa con una escena aún más intensa.

El ángel lleva al vidente al desierto, donde contempla a esta mujer sentada sobre una bestia escarlata.

La bestia está cubierta de nombres blasfemos, tiene siete cabezas y diez cuernos, elementos simbólicos que representan poder y blasfemia.

La mujer no es menos impresionante, está vestida con telas de púrpura y escarlata, colores de lujo y poder y adornada con oro, piedras preciosas y perlas.

En su mano sostiene una copa de oro, pero su contenido no es vino fino, sino una mezcla de abominaciones y la suciedad de su fornicación.

Todo en ella destila opulencia, pero también perversión.

En su frente lleva un nombre escrito que causa escalofríos.

Misterio, Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.

Más adelante, en el mismo capítulo, se revela otro dato clave.

Esta mujer no solo simboliza corrupción espiritual, sino que representa a una gran ciudad, una metrópolis poderosa que reina sobre los reyes del mundo.

Muchos estudiosos y creyentes han interpretado esta imagen como una crítica velada a imperios de la Antigüedad, especialmente Roma, o como una advertencia profética sobre el poder corrompido en los tiempos finales.

En cualquier caso, la figura de Babilonia la Grande sigue siendo una de las más intrigantes del Apocalipsis, una mezcla de belleza seductora y decadencia moral, símbolo de un sistema que parece brillar por fuera, pero está podrido por dentro.

En medio de la impactante visión que describe el Apocalipsis, hay un momento especialmente sobrecogedor.

El vidente observa a la mujer, la misma figura espléndidamente vestida y sentada sobre la bestia escarlata, pero ahora la vehebria, no de vino, sino de algo mucho más terrible, la sangre de los santos, la sangre de los mártires de Jesús.

Esa imagen, tan intensa como perturbadora, lo deja sin aliento.

Queda asombrado, profundamente impresionado ante tal revelación.

Y entonces, como si intentara llevar la visión a un plano más comprensible, se introduce una especie de clave interpretativa.

Aquí está la mente que tiene sabiduría, se dice, como invitando al lector a mirar más allá del símbolo.

Se explica que las siete cabezas de la bestia representan siete montes y también siete reyes.

Una interpretación comúnmente aceptada es que esto alude a Roma, la ciudad de las siete colinas, aunque la profecía parece ir más allá de una simple localización geográfica.

Cinco de esos reyes ya han caído, uno aún reina, y otro está por llegar, pero su tiempo será breve.

Se habla también de una bestia que era y no es una criatura extraña, que parece venir del pasado, formar parte del presente y marchar hacia la perdición.

Esta bestia, aunque es la octava, en realidad está ligada a los siete anteriores, como si todos esos poderes o imperios se fusionaran en un último y definitivo antagonista.

Los diez cuernos que se ven en la visión también tienen su explicación, representan a diez reyes que aún no han recibido su reino, pero que en su momento compartirán el poder con la bestia, aunque sólo por una hora, una manera de decir que su poder será breve y quizás caótico.

Y entonces el ángel aclara un detalle fundamental, las aguas sobre las que se sienta la mujer no son simples aguas, sino pueblos, multitudes, naciones y lenguas.

Ella domina sobre todos ellos.

La mujer, en efecto, representa una gran ciudad que reina sobre los reyes de la Tierra.

No es una figura aislada, sino la personificación de un sistema, de un imperio, de una civilización entera que ha alcanzado su cúspide.