Programa Nº732 de Ciencia Relativa. El Momento de La Creacion.-6.-La primera Unificación Moderna. 548m

Un escaneo de salud en 20 segundos.

Un diagnóstico basado en inteligencia artificial.

Un futuro donde las enfermedades se detectan antes de que sintamos los primeros síntomas.

Oye, esto suena a la revolución que siempre habíamos soñado.

Pero, ¿a qué precio? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a ceder nuestra privacidad a cambio de la promesa de una vida más larga? NekoHeal, la startup fundada por Daniel Ek, el creador de Spotify, ha puesto sobre la mesa una de las mayores disrupciones en la medicina moderna.

Pero junto con la innovación surgen preguntas incómodas.

La primera es, ¿quién controla los datos médicos? La segunda, ¿qué pasa si la inteligencia artificial se equivoca? La tercera, ¿estamos ante el comienzo de un sistema de salud donde las aseguradoras saben más de alguien que su propio médico? El escáner de NekoHeal analiza piel, corazón y sistema circulatorio sin o físico y en segundos.

Más de 70 sensores y una inteligencia artificial capaz de procesar 50 millones de puntos de datos en tiempo récord.

Diagnósticos rápidos y detallados por sólo 300 dólares.

Sin largas esperas, sin intervenciones invasivas.

En Suecia y en el Reino Unido la demanda ha sido descomunal.

Pero el verdadero valor de NekoHeal no está en sus escaneos, sino en la acumulación masiva de datos biométricos.

Y aquí, precisamente aquí, es donde la historia se torna muy inquietante.

La era del dato como nuevo oro está aquí y los historiales médicos son el tesoro más codiciado.

Bancos, farmacéuticas, aseguradoras y gobiernos sueñan con acceder a esta información.

El Reglamento General de Protección de Datos, el RGPD, en Europa busca imponer normas estrictas, pero la historia ha demostrado que la privacidad rara vez está garantizada.

¿Qué sucede si estos datos terminan en manos equivocadas? ¿Podría usarse para ajustar pólizas de seguros, encarecer tratamientos o incluso denegar a ciertos servicios médicos? ¿Podría una empresa vender esta información a terceros sin nuestro consentimiento? ¿Qué garantías existen de que no se utilicen para monitorearnos de formas que hoy ni imaginamos? El atractivo de la inteligencia artificial en medicina es innegable.

Diagnósticos más rápidos, detección temprana de enfermedades, eficiencias sin precedentes.

¿Pero un falso positivo puede condenarse a un tratamiento invasivo innecesario, a una vida de estrés y ansiedad? ¿Un falso negativo puede retrasar un diagnóstico crítico y hacerte perder la única ventana de oportunidad para tratar una enfermedad? ¿Y si los algoritmos están sesgados? ¿Y si discriminan a ciertos grupos? ¿Quién asume la responsabilidad si un diagnóstico automatizado conduce a un error fatal? ¿El médico que revisó los datos? ¿La empresa que programó la inteligencia artificial? ¿El paciente que confió en la máquina sin cuestionarla? Más allá de la privacidad y la regulación, hay una pregunta aún más inquietante.

¿Debería ser esto una función del Estado? ¿Algo público? ¿Deberían estos avances tecnológicos estar al servicio de todos y no sólo de quienes pueden pagarlos? Ya sé, la respuesta no es sencilla.

Si esta tecnología realmente puede salvar vidas, si puede detectar el cáncer antes de que sea demasiado tarde, ¿puede ser justo que sólo aquellos con recursos puedan acceder a ella? ¿Estamos creando un sistema de salud de dos velocidades donde los ricos se benefician de diagnósticos tempranos y los más desfavorecidos quedan a merced del azar y las largas listas de espera? La medicina del futuro no sólo está definiendo cómo nos cuidamos, sino también quién tiene derecho a recibir ese cuidado.

Nekogear y su tecnología pueden cambiar para siempre la forma en que entendemos la medicina.

Diagnósticos más rápidos, tratamientos preventivos y una reducción drástica en los costes sanitarios podrían salvar millones de vidas.

Pero a cambio podríamos estar cediendo algo.