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Radio Libertad Constituyente
Primero de mayo y sindicatos de Estado

Primero de mayo y sindicatos de Estado 3u5c3u

7/5/2025 · 05:28
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Radio Libertad Constituyente

Descripción de Primero de mayo y sindicatos de Estado 2f5r6r

Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 263 de «La lucha por el derecho» nos habla del fracaso, una vez más, de los sindicatos estatales el día 1 de mayo. En el siguiente enlace pueden acceder a los artículos de Pedro Manuel González: https://www.diariorc.com/autor/pedromgonzalez --------- ¡APÓYANOS! - Vía iVoox: haz clic en APOYAR (botón de color azul). - Vía Paypal: https://www.paypal.com/donate?hosted_button_id=Y4WYL3BBYVVY4 - Vía Patreon: https://www.patreon.com/MCRC_es ------------ mcrc.es diariorc.com yonovoto.info 5p4c2i

Lee el podcast de Primero de mayo y sindicatos de Estado

Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.

Cuando nosotros decimos que queremos implantar en España una república presidencialista moderna, estamos diciendo que esa república no puede ser una república de los trabajadores, como empezó diciendo la Constitución de la República Segunda Española.

La república presidencialista, y cualquier república, cualquier Estado, no puede ser ideológico, diciendo que existe para los trabajadores, sin decirlo, tampoco puede ser como ahora, que es para los sectores dominantes, para la oligarquía financiera industrial, para los monopolistas de los servicios públicos.

Este Estado existe para ellos, y los gobiernos que hay uno tras otro son para ellos.

Están destinados a cuidar, vigilar los intereses de los oligopolios.

Sí, sí, del IBEX 35.

Bienvenidos a Radio Libertad Constituyente, la radio del MCRC, el Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional, dado por Antonio García Trinijano.

La lucha por el derecho, con Pedro Manuel González.

Nada retrata con mayor claridad la ruina moral y política de los sindicatos estatales que la imagen semivacía de sus manifestaciones, ahora en el 1 de mayo, que se ha celebrado la semana pasada.

Miles de pancartas, ondeando al viento, sin más acompañamiento que la de los propios liberados sindicales.

Estos liberados, auténticos asalariados del Estado, custodian así la escenografía de una protesta sin apenas, como digo, trabajadores.

Este fenómeno no es algo casual.

Es la imagen visible de una estructura que no viene a representar a los asalariados, sino que los suplanta como un comisariado político domesticado que protege al poder bajo la máscara de la reivindicación social.

Los líderes sindicales, en una nueva muestra de desvergüenza, se atreven a denunciar, sin embargo, una involución reaccionaria.

Está claro que no saben ni lo que es la involución ni qué supone la reacción.

¿Qué mayor reacción que la de esa clase sindical, cuya supervivencia depende de los propios presupuestos del Estado, de las subvenciones millonarias aprobadas por los mismos gobiernos contra los que simulan alzarse? La contradicción no es que sea solamente grotesca.

Es sistémica.

El sindicato estatal no existe para movilizar al obrero ni para protegerlo, sino para inmovilizarlo, para integrarlo en la paz social que el régimen necesita.

Las escasas cifras de asistencia a sus convocatorias, en las que apenas participan personas ajenas a la estructura profesionalizada del propio sindicato, son prueba de la desvinculación de la fuerza laboral de estas estructuras estatales.

El trabajador sabe, más bien intuye, por su propia experiencia básicamente, que no hay lucha posible dentro del régimen de los partidos.

Que no puede haber representación sindical cuando ésta se ejerce desde una organización que forma parte del aparato del Estado y que recibe de él su sostento material y a la vez su legitimidad negociadora, principalmente a través de los convenios colectivos.

Estos sindicatos no ejercen contrapoder fáctico alguno.

Son órganos de integración, como los partidos en lo político, en la fuerza laboral, son los sindicatos.

Se trata de mecanismos de cooptación diseñados para canalizar el conflicto social hacia formas inofensivas, rituales y estériles.

Por eso les aterra la abstención activa, el cuestionamiento radical del régimen.

Estos sindicatos piden simplemente reformas o simples mejores salariades en lugar de reivindicar, en primer lugar como requisito sine qua non y fuente de toda reivindicación legítima posterior, la verdad política, la libertad constituyente.

La degeneración de estos sindicatos es el espejo fiel de la partidocracia española.

Una monarquía de partidos sin control ni representación, en cuyo seno las organizaciones de clase han sido sustituidas por agencias burocráticas subvencionadas y dóciles.

No hay lucha posible sin independencia, y no hay independencia cuando se come del mismo pesebre que el propio opresor.

Así, la auténtica revolución, lo contrario a la involución, no es la de las pancartas vacías ni la de los mítines subvencionados.

Es una revolución de conciencia y de libertad que debe exigir la apertura de un proceso de libertad constituyente

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