Ejercicios Espirituales 2021 2u1e5

La escena del joven rico nos ofrece dos invitaciones para todos nosotros. La primera pertenece al antiguo testamento, donde ser justo es cumplir los mandamientos. La segunda es la del nuevo testamento, descubrir que Cristo es lo más importante de nuestra vida, porque viene a darnos su vida: "renuncia a lo que tienes y vente conmigo"

La caridad nace de nuestra participación en el amor de Dios. El amor de las Personas Divinas entre sí: el amor del Padre al Hijo, del Hijo al Padre... El amor de ellas a nosotros: "El nos amó primero". El amor que el Espíritu Santo suscita en nosotros hacia Dios. Y el amor que nos lleva a amar a todos, como Dios les ama. Solo este amor es fecundo, no lo material de nuestras obras.

La esperanza es un deseo vivo, vehemente, de Cristo, de la bienaventuranza, de la eternidad. Un deseo que nos une directamente con las Personas Divinas. Es un deseo confiado en que Dios cumple sus promesas. No sabemos cómo, no sabemos cuándo, pero es una confianza cierta.

(Homilia) María no ha opuesto ninguna resistencia a la acción del Espíritu Santo, desde su concepción hasta su elevación a los cielos. Ella es la figura portentosa, signo de lo que estamos llamados a ser. En ella vemos cómo es y cómo actúa el Espíritu Santo.

La misa está llena de expresiones de actitud penitencial, porque el Espíritu Santo nos la quiere conceder. También el sacramento de la Confesión, en el que las Personas Divinas se movilizan para renovar nuestra vida. El perdón recibido es proporcional a las lágrimas y el dolor que sintamos. La esperanza cristiana que se apoya en la contricción espera todo de Dios.

La humildad es a la vez alimento y fruto de la fe, porque el orgullo impide la acción de Dios, que rechaza al soberbio y enaltece al humilde. El humilde se goza en la gracia, porque sabe que nada tiene como propio, todo le ha sido dado. Esa conciencia le lleva a la contricción: el dolor que brota de la caridad acompañado de la esperanza.

(Homilia) El antiguo testamento nos instruye sobre cómo el ser humano no es capaz, por sus propios medios, de cumplir los mandamientos. El nuevo testamento nos revela que con la gracia, con la vida divina en nosotros, no solo podremos cumplir los mandamientos, sino participar de la vida divina. Nos invita a ser como niños pequeños que reciben todo de sus padres.

En la medida en que vivimos de la fe se nos impone sin esfuerzo la percepción de una nueva realidad: el cuerpo de Cristo. Escuchando la palabra de Dios, la liturgia, a través de los actos cristianos de nuestra vida... podemos conteplar esta realidad: que la iniciativa, la acción y el amor son suyos y no nuestros.

La fe es principio y base de la vida espiritual. Por la fe aceptamos la palabras de Cristo como verdaderas y gracias a la fe nos vamos abriendo a su fuerza. Por la fe conocemos el amor de Dios, lo reconocemos en todo y lo experimentamos. Por la fe vivimos de la realidad de Cristo como fuente de nuestra vida, cabeza del cuerpo místico y sentido de nuestra existencia.

En los ejercicios espirituales, no somos nosotros los sujetos agentes de ese ejercicio, somos los sujetos pacientes: es el Espíritu Santo el que se ejercita en nosotros. ¿Cómo? Prolongando la vida de Cristo en nosotros, incorporándonos a él, participandonos de su conocimiento del Padre, de sus actitudes y de su misma vida.