Pablo Escobar : El rostro implacable del narcotráfico 6h1e4e

Pablo Escobar, el rostro implacable del narcotráfico.

En el mundo del crimen organizado, ningún nombre resuena con tanta fuerza como el de Pablo Escobar, el capo de la cocaína más infame de la historia.

Durante décadas, ganó miles de millones de dólares traficando su producto a través de fronteras que parecían no existir para él.

Su influencia lo hacía prácticamente invisible ante la ley.

Bogotá, Colombia 1977.

En las afueras de la capital, la policía encuentra los cuerpos sin vida de dos agentes antidrogas, Gilberto Hernández y Luis Vasco.

Ambos fueron acribillados.

Tenían múltiples disparos, especialmente en la cabeza.

Lo que ocurrió fue una masacre brutal, un mensaje claro de que alguien muy poderoso no estaba dispuesto a ser detenido.

El responsable, Pablo Emilio Escobar Gaviria, una de las mentes criminales más despiadadas del siglo XX.

Controlaba con mano de hierro las ciudades de Medellín y Bogotá y su poder era tal que nadie se atrevía a desafiarlo.

Matar no era una opción para él, era parte de su método.

Desde su juventud en Medellín, Escobar tuvo una vida marcada por el delito.

De niño, robaba lápidas de cementerios para revenderlas.

Luego pasó al contrabando de cigarrillos y más tarde al tráfico de marihuana.

Pero sería la cocaína la que lo convertiría en una figura mundial del crimen.

Escobar comprendió que en Estados Unidos la demanda de cocaína era insaciable.

No sólo celebridades o ricos fiesteros la consumían, era una droga popular en todos los sectores sociales.

En 1975, inicia formalmente su negocio de cocaína y rápidamente su imperio comienza a florecer.

Sin embargo, su éxito no pasó desapercibido.

Los agentes Hernández y Vasco lograron interceptar uno de sus cargamentos y arrestaron a Escobar con 39 kilogramos de cocaína.

Podía enfrentar una larga condena.

Primero intentó resolver el problema a su manera, sobornando al juez.

Cuando eso falló, optó por la violencia.

Ordenó que sus socios secuestraran y ejecutaran a los dos agentes, disparándoles personalmente en la cabeza.

Con ellos fuera del camino, no quedaban testigos que pudieran testificar en su contra.

Escobar aprendió una lección peligrosa, podía salirse con la suya.

Sin consecuencias.

Ese momento marcó un punto de quiebre y su sed de poder sólo creció.

Se convirtió en un modelo para los futuros líderes de cárteles, usando el miedo como su arma más poderosa.

A finales de los años 70, Escobar se alía con otros narcotraficantes y juntos forman el temido Cártel de Medellín, con él como líder absoluto.

Su reputación como asesino despiadado era sólo comparable con su ingenio para revolucionar el narcotráfico.

Antes de Escobar, la cocaína llegaba a Estados Unidos en cantidades pequeñas, oculta en maletas, ingerida por mulas humanas o escondida en botes de pesca.

Pero Escobar pensaba en grande.

Estableció junto a su socio un nuevo sistema de distribución.

En la isla privada de Normanzqué, a 320 kilómetros de la costa de Florida, construyó un aeropuerto clandestino.

Allí aterrizaban aviones cargados con toneladas de cocaína provenientes de Colombia.

Después, aviones más pequeños despegaban rumbo a Estados Unidos, volando durante días sin ser detectados, ocultos entre rutas comerciales.

Una vez en tierra, la droga era distribuida y el ciclo comenzaba de nuevo.

Este sistema resultó ser extraordinariamente efectivo.

En menos de una década, entre 70 y 80 toneladas de cocaína llegaban a territorio estadounidense cada mes desde Colombia.

Así, Pablo Escobar no sólo amasó una fortuna inimaginable, sino que transformó el narcotráfico a escala global.

Con su combinación de violencia extrema, carisma y logística brillante, se convirtió en el rostro más temido y estudiado del crimen organizado moderno.

Subtítulos realizados por la comunidad de Amara.org