
ONCE ANDALUCÍA PODCAST 078: Orgullo y superación 6k82i
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Decía el ex presidente de Uruguay, José Mújica, que triunfar en la vida no es ganar. “Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno se cae”, dijo en una de sus últimas intervenciones. Álvaro Tapia lo sabe bien. Su experiencia, su esfuerzo, su coraje, el amor por su pareja, la ilusión por su trabajo le lleva a seguir luchando a diario en esa carrera infrenable cargada de orgullo y superación. Más información en https://boletinnoticiasandalucia.once.es/ 2zq5x
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Justo cuando estábamos terminando la obra, a través de un dolor de vejiga, fui bastantes veces al médico, me dieron un diagnóstico erróneo, porque no sabían lo que tenía, y me mandaban a casa con distintas medicaciones.
Y hubo un momento que estábamos aquí, después de que me mandaran del hospital, me sentía peor, mi pareja llamó al hospital y nos negaron la ambulancia, porque decían que a mí me habían dado un tratamiento y tenía que esperar para el tratamiento.
Y en ese transcurso de tiempo, yo ya ahí no recuerdo nada, porque entré en coma, y vino, ya llamó mi pareja una segunda vez a la ambulancia, y vinieron a recogerme en una ambulancia de transporte de personas, sin camillas, sin UCI, sin nada que tratarme, y yo estaba muriéndome de camino al hospital.
Orgullo y superación, 11 Andalucía Podcast.
Cuando llegué al hospital tenía un fallo del páncreas, hígado, intestino, todo, mi cuerpo.
Lo único que tuve suerte es que no hubo un fallo pulmonar ni del corazón.
También hubo fallo cerebral, tuve una inflamación muy grande en el cerebro, y me dieron todos los medicamentos posibles, corticoides, antibióticos y tal, y le dieron mi ropa y mis piercings, que yo tenía antes más piercings, a mi pareja, y le dijeron, llama a los padres, porque posiblemente esta noche no pase.
Le hemos dado todos los medicamentos posibles y a ver qué pasa.
Entré en coma, de esa parte no me acuerdo, y cuando empecé a retomar la conciencia, no reconocía a nadie.
Yo simplemente abrí los ojos allí en la UCI, sabía que estaba en un hospital y que había pasado algo, pero yo no reconocía ni a mi madre, ni a mi pareja, ni a quien estaba alrededor mía ni nada.
Y así es como pasó el ingreso en el hospital.
Cuando empiezo a recuperar la memoria o empiezo a tener conciencia, la primera persona que reconocí es a mi pareja, porque entraban con bata, gorro, mascarilla, todo, pero reconocí sus gafas.
Lo vi aparecer, él lleva gafas normalmente, y no recuerdo la palabra que le dije, bueno, él lo sabrá mejor, le dije amor o algo así, y ya fue la primera vez que recuerdo a alguien, y luego entró mi madre, a los dos días la reconocía ella, y así fue poco a poco yendo a recuperar la conciencia, pero ahí no podía hablar.
El primer recuerdo que le viene Álvaro Tapia de su infancia es tirando un papel al suelo y su padre cogiéndole por los pies boca abajo para que lo recogiera, y no lo hizo.
Fue quizás su primer gesto de rebeldía, tendría cuatro años.
A los cinco, cambió la línea a su ciudad natal por Estepona, donde creció como adolescente.
Nunca se sintió uno más del montón.
Yo siempre me apartaba un poco porque no tenía mucha, no coincidía mucho con los niños de mi entorno, como que no pensaba exactamente igual, siempre me apartaba un poco y siempre me excluían un poco aparte.
No sé, a lo mejor más emocionalmente, eran más sensibles, más emocional, pensaban siempre en los demás y en cómo ayudar a los demás, y al final, como no tenía las mismas reacciones de vuelta, al final yo me acababa apartando un poco hasta que encontré el deporte.
Esa forma de ser y sentir acabó apartándolo del estándar social, hasta que encontró en el deporte su principal sostén, su fuente de inspiración.
Primero fútbol, claro, pero enseguida las artes marciales, que acabarían convirtiéndose en su verdadera pasión desde los nueve años.
No, pelea no, me gustaba la educación y lo que te inculcaban en los artes marciales, que es el respeto y la constancia.
Es la verdad, no, no me gustaba la pelea para nada, soy anti-guerras, anti-peleas y anti-discursión.
Pero es verdad que la disciplina que me han incultado los artes marciales no te lo inculcan en el fútbol.
En el fútbol ahora mismo, bueno, cuando yo era más joven, a lo mejor un poquito, pero en el fútbol no hay tanta limpieza como hay, por ejemplo, en los artes marciales.
A mí me ayudó mucho aceptarme a mí mismo y a no sentirme débil.
¿Por qué te sentías débil? Bueno, al principio sí, porque al ser tan sensible, tan sentimental, a lo mejor los niños me pegaban un empujón o cualquier cosa y yo pues lloraba.
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