MUSEOS - Humitas 6n4x6e

En un rincón del alma donde nacen las estrellas, se tejen cuentos de pasados y querellas.

Entre gigantes de piedra y gatos bajo la luna, cada relato es un puente que al corazón se apuna.

Hola, bienvenidas y bienvenidos a otro de los relatos de Alejandro.

El relato de hoy se llama Humitas y es la primera parte, que serán tres, del grupo Museos.

Son historias que están, bueno, es el hilo conductor de las tres historias, son los museos, y esta es la primera.

Pero antes de empezar, ¿qué significa humita? Bueno, humita es un tipo de comida de Chile o del cono sur de Sudamérica.

Es una palabra que viene del quechua y es un maíz molido envuelto en la hoja del maíz con especias, y normalmente hervido o hecho en el horno, diferentes maneras.

Hay diferentes versiones de esta comida en diferentes partes de Sudamérica.

Y la otra palabra que encontraremos es la palabra choclo, que también viene del quechua y básicamente significa maíz, pero maíz fresco.

Pues nada, empezamos con el cuento o el relato de Humitas y espero que os guste.

Siempre me han encantado los museos, sobre todo los de arqueología e historia.

El ver cómo vivían nuestros antepasados es algo simplemente fascinante, sobre todo cuando te das cuenta que lo que hay en el museo es la punta de Liseberg.

El 89% restante simplemente no lo sabemos, o eso parece a simple vista.

Humitas Hace mucho tiempo atrás, en un país lejano llamado Chile, mi padre y mi madre, por defender sus ideales de justicia y libertad para todos, acabaron en la cárcel de una dictadura cruel y sanguinaria.

Después de pasar días o meses con familiares cercanos, mis hermanas y yo acabamos viviendo con nuestra abuela paterna en un pequeño pueblo de campo llamado Codewa.

Mi abuela tenía una gran casa en una ciudad cercana, pero la pequeña casa en el pueblo era barata y fácil de mantener, y al tener terreno suficiente, teníamos comida asegurada.

Para mí fue un cambio radical.

En la ciudad de Valparaíso era un niño con padres que eran profesores, políticos, sindicalistas, científicos, ateo uno e gnóstica la otra, y bastante intelectuales.

Tenía una vida de clase media y estaba todo el día rodeado de libros.

Para la edad que tenía, conocía mucho del mundo, pero a través de la palabra escrita.

Por lo que vivir con una abuela que creía en Dios, era católica, y pensaba que la única manera de ser buena persona era trabajando duro, fue un cambio importante.

Yo iraba y quería mucho a mi abuela, por lo que sus excentricidades, como rezar todas las noches, las aceptaba sin darle la lata, preguntando por qué hacía eso y para qué servía.

Pero un día no pude aguantarme y se lo pregunté.

¿Pero qué cosas te enseñan en el colegio? Me respondió.

Sin darme la oportunidad de contestar, le dio un trozo de papel con la imagen de un hombre muy extraño, y dos días para aprender el texto.

Es el Padre nuestro, es un ruego, me dijo sin más explicaciones.

Dos días más tarde, ya me lo sabía, y se lo repetí a mi abuela.

Cuando acabé, le pregunté, ¿qué es un ruego? Una manera que tenemos las personas normales de hablar con Dios.

Algunas hablan con algún cura, pero son todos unos mentirosos, me respondió.

Ya imaginaréis todas las preguntas que saltaron a mi cabeza.

¿Hablar con Dios? ¿Cómo podía ser eso posible? Yo sabía que existían personas que creían en un Dios cristiano llamado Jehová, pero en mi cabeza ese ser mitológico estaba en el mismo sitio que Thor, Zeus, Júpiter o Amon-Ra.

¿Puede hablar con Dios? Le pregunté, altamente sorprendido.

¡Ah! Yo no lo sabía.