Mi padre, el Asesino del Zodiaco 6a4x3o

Desde que tengo uso de razón he sentido miedo al abandono. Es una cicatriz que llevamos todos los adoptados. Si tus padres no te quisieron lo bastante para quedarse contigo, ¿quién va a quererte si no te quieres ni a ti mismo? Le contamos a Gary que era adoptado muy pronto.

Vino con tres meses y medio de edad, así que era nuestro. Mis padres, mi familia adoptiva, me apoyaron en todo, pero siempre me sentí verdaderamente muy inseguro. Cuando éramos adolescentes vi que a Gary le costaba encontrar su identidad. Aunque tuvimos una infancia de cuento de hadas, esa herida no se cura hasta que encuentras tus orígenes. Tu confianza y autoestima te dicen que no te quisieron lo suficiente.

Por eso me sentía obligado a triunfar en todo lo que hacía. Y aunque conseguí tener éxito en los negocios, fracasé en mis relaciones personales. He estado casado en cinco ocasiones. Para evitar que alguien más me abandonara y sufrir, yo siempre las dejaba primero. He tenido problemas de confianza toda la vida. Y la única vez que no los tuve por primera vez en la vida fue cuando nació Zach. Tal vez él no viera mis defectos y me quisiera simplemente por ser su padre.

Zach ya tiene un hijo, así que ahora soy abuelo. ¿Qué haces? Todavía necesitaba sentir la certeza de que me querían. Menos mal que ahora tengo a Christy. Es mi refugio y mi apoyo. Porque por más que lo intente, ese miedo al abandono no desaparece. Entonces empecé a pensar en mis padres y en quiénes serían ahora. ¿Y en qué los llevó a abandonarme? Desde los 70, todas las adopciones en el estado de Luisiana estaban cerradas. Así que renuncié a encontrar a mis padres biológicos. Pero un día, después de 39 años, ocurrió.

Y jamás habría imaginado lo que estaba a punto de descubrir. Recuerdo que papá me dijo, una mujer de San Francisco ha llamado a tu madre diciendo que era tu verdadera madre y no olvidaré cómo lo dijo. Tu verdadera madre. Pensé, espera, tengo mi propia madre y no está lejos. Me daba miedo decírtelo. Sabíamos que él quería saberlo y nunca había habido secretos entre nosotros. Cuando me lo dijeron, mi madre me llamó.